Se define fullería como: astucia, cautela y arte con que se pretende engañar.
El Gran Pueblo argentino ha sido víctima de gobernantes fulleros por más de 100 años. Un país inmensamente rico que hoy ostenta el tristísimo galardón de tener 45% de pobres, tres millones de los cuales los produjo un fullero que manejó la economía como Stalin, y que quería ser el próximo presidente. El miserable pretendía volver a engañar a 7 millones de hambreados, sin trabajo, que ya eran explotados por los llamados “gerentes del pobrismo”, sindigarcas que vivían de quitarles un porcentaje del miserable mendrugo que se les tiraba desde el poder para sobrevivir, y que les exigía como “trabajo” vivir movilizados en corte de calles y rutas, arrastrando a niños a manifestaciones que tenían como objetivo aumentar la miserable asistencia, al socaires de una inflación que volaba a más del 150%, que anualizada al valor del dólar real anda al 400%. Todo eso para acostumbrarlos al ejercicio militante, y para que quienes los explotan no pierdan el valor de su expolio a manos del gobierno que integran.
Argentina hoy rompió electoralmente esas cadenas indignas de un país libre, pero tiene por delante un desafío brutal. El fullero ministro-candidato se gastó dos puntos del Producto del país en su campaña, además de 10 millones de dólares que habrá que averiguar de dónde los sacó, con los que pagó a 20 asesores de campaña que le mandó Lula. Aún a sabiendas, que tiene que pagar 4.000 millones de dólares en enero próximo y el Banco Central está en rojo vivo, usando como divisas los ahorros en los bancos de los propios argentinos, alentados a sujetarlos a la voluntad de fullero por supuestos intereses de usura contra el mismo pueblo argentino, que debe pagar el nuevo gobierno.
Un mentiroso en toda regla, que uso sus artes (malas) para avanzar con impudicia sobre la producción encepando a siniestra todo cuanto se puso en su camino, suicida para los argentinos, de paralizar el comercio interno y externo, dejar sin insumos a su propia industria, y venderles dólares estatizados a empresas coimeadas para subsistir. Dejó sin piedad, sin autopartes, sin medicamente, sin bananas.
El fullero llegó al extremo de presionar a los empresarios con todo el peso del poder para que no denunciaran su desabastecimiento, no ajustar en precios ni empleo, el desastre impulsado por el gobierno con inflación desenfrenada, carga de más de 170 impuestos, retenciones (impuestos adicionales), regulaciones abusivas, 300 tipos de dólar cuya denominación de origen era adjetivada por el fullero, y extorsiones, para seleccionar a los amigos del poder, y ahogar fiscalmente a todos los demás. El fullero estiró el desastre minando el sistema productivo y comercial con controles de precios, prometiendo rebajas impositivas imposibles de cumplir, cuando el presupuesto público fullero que tenía un dólar calculado a 60 pesos, mientras. al momento de hacerlo aprobar por los fulleros legisladores, volaba a más de 300 y llegó a supera los 1000 depreciados pesos argentinos.
El fullero usó todo el aparato del Estado para destruir la economía privada. Inspeccionando selectivamente a la cubana. Manejó a su antojo y sevicia las negociaciones con el FMI al que también usó de rehén de sus fullerías, mintiéndoles acuerdos de ordenamiento fiscal y monetario, que ya ambos sabían que no se cumplirían. Todo en base a la extorsión de que, si su gobierno volaba por el aire, los burócratas del fondo también lo harían. Agotada la paciencia, de tales prestamistas, que no soportaban darle al fullero más dinero para hacer que les pagaba, que en realidad utilizaba para extorsionar empresarios con dólares fulleros, el fullero acudió a Arabia Saudita y a la Corporación Andina engañándolos también de que el FMI tendría que volver a aflojar y así les pagaría su nuevo endeudamiento. Incumpliendo como todo fullero, buscó otra víctima propiciatoria en el gobierno de China popular, a la que ofreció todo tipo de concesiones territoriales para que les diera dinero, que los autócratas chinos le concedieron únicamente para pagar compras de empresas chinas.
El fullero volvió a engañarlos, y utilizando el poder del incumplimiento, transformó esos swaps chinos en moneda corriente para volver a engañar al FMI haciendo que con yuanes les pagaba una cuota, para seguir chupando rueda de aquel organismo con nuevas entregas.
Con este juego perverso de fullero, fue estirando la tragedia argentina de vivir de míseros préstamos, que ambas partes sabían que el fullero no pagaría, pero la capacidad de extorsión jugaba para ambos lados. Una timba con cartas marcadas al límite mafioso.
Como todo fullero, perdió su última y definitiva partida. El pueblo argentino descubrió que otra vez iba a ser engañado y tendría un fullero que profundizaría el desbarranque de su autoría, camino a una autocracia a la que tantos fulleros nos tienen acostumbrados.
Ahora toca al nuevo gobierno desencepar. Liberar la economía de un sistema perverso de mentiras que culturalmente profundizó en gran parte de los esclavos del poder de todo orden. No solamente en quienes han quedado en la miseria producto de las acciones del fullero; también los que se acostumbraron a disfrutar y enriquecerse de negocios especulativos que el fullero permeó en toda la sociedad argentina. Empresarios prebendarios que encepan a sus clientes rehenes de precios sin competencia interna ni externa. Funcionarios públicos fulleros que ingresan como rehenes de un salario público que únicamente se les paga para militar. Periodistas que ensobrados que actúan al servicio integral del fullero. Y los más perversos, fulleros que usan a sus siervos para abusar de ellos en todo sentido, con el cuento fullero de que los protegen para sacarlos de la indignidad en que los sumergen. Todos fulleros que viven del fullero y están a su sádico servicio. Un todo vale que hace decadente vivir en un país que estuvo entre los diez más desarrollados del mundo y hoy ostenta, gracias a los fulleros que lo destrozaron el lugar 140.
El nuevo presidente comenzó bien. Tenía estudiado el plan de acción para desarticular primero el frente externo anunciando el país destrozado sumergido en una hiperinflación con estancamiento que recibe, pero que honrará las deudas porque creé en el pueblo argentino. Necesita apenas 30.000 millones de dólares reales para desarticular la bomba que deja como explosivo de mecha corta el fullero de letras de deuda en el Banco Central, que en principio todos sabían que eran impagables y el fullero volvería mentir pagar intereses con la sangre del pueblo.
Todo depende de un solo sentimiento, la confianza. Reconstruir la confianza en una economía libre que puede volar en producción a poco que crea que no la matan al nacer, y está al servicio de fulleros del poder.
Confianza en que ya no se tirará la plata prestada como hizo el fullero en empresas públicas que tiran el dinero producido infamemente. Aerolíneas, hoy a cargo de un sindicalista fullero que usa la plata de los que nunca pisarán un avión para robársela en una aerolínea absolutamente inviable. El nuevo gobierno piensa dejársela a sus empleados, sin que los argentinos de bien gasten un peso más en subsidiarla.
Además, avisa la privatización de las empresas públicas periodísticas, que usó el fullero como propaganda propia, al igual que todos los resortes del Estado que dispuso a piacere.
Estos pocos anuncios y los que hizo en campaña sobre libertad económica, civil y religiosa (en cuanto a la incidencia insana de la iglesia en la política) ya han sido bien recibido por las bolsas en el exterior, que aumentaron exponencialmente el valor de las acciones de empresas argentinas.
Hay quienes creen que los fulleros que manejan el parlamento podrán parar al 56% de los argentinos que respaldan al nuevo gobierno. Seguramente faltos de confianza en que son representantes de ese pueblo, y que se deben a asegurar su bienestar.
Hay quienes creen que el nuevo gobierno fracasará, porque no tiene los artilugios del fullero para manejar a los fulleros desde el sindicalismo fullero, desde las empresas prebendarias, desde la administración pública culturalmente afín a las fullerías.
Yo apuesto a la democracia y a la libertad responsable; o sea, al gobierno del pueblo, por el pueblo, y para el pueblo. Apuesto, en definitiva, en contra de los FULLEROS.