Con el General Artigas derrotado por los portugueses en la Provincia Oriental y en lucha con los entrerrianos en la mesopotamia occidental, la que en poco tiempo se transformará en otra derrota y que lo llevará a asilarse en el Paraguay, Rivera entiende que la única forma de mantener latente el espíritu de independencia y libertad de los Orientales, así como asegurar una mejor situación de los habitantes de los pueblos y la campaña, es transar con el enemigo y actuar al servicio de este, en lo que hoy se podría designar como Policía Rural, pues las tropas que mantuvo a sus órdenes, el ya mencionado Regimiento de Dragones de la Unión, que en realidad es en este período que recibe ese nombre, aludiendo a la unión del gobierno portugués y las milicias orientales, solo actuarán en el interior de la Provincia.
Con todo, en primera instancia y aunque ya comenzadas las conversaciones con el Cabildo de Montevideo y con Jefes del ejército portugués, respecto a cesar la resistencia de las tropas de Rivera en el territorio oriental, recordemos que era la única tropa organizada que quedaba, unos 400 hombres; ya realizados algunos contactos con la finalidad referida, Rivera escribe cartas en el mes de abril de 1820 al Gral. Artigas, al Caudillo de Entre Ríos Francisco “Pancho” Ramírez, al Gobernador de Santa Fe Estanislao López y al Gobernador de Córdoba Juan Bautista Bustos (única carta que se conservó para registrar estos hechos en la historia).
Por estas cartas, Rivera planteaba qué si le mandaban un Jefe de crédito con 2.000 infantes, se incorporaría en cualquier momento con 1.500 hombres. Expresa allí sus intenciones de servir en el futuro a la libertad de la Patria. Con el final de la historia conocida, es fácil deducir que en esos momentos Rivera buscó, como Artigas luego del armisticio entre bonaerenses y portugueses, por el cual debió dejar el sitio de Montevideo en 1811 y se instaló en un punto desde el cual podía mantener observación de lo que pasaba en la entonces Banda Oriental y retomar las acciones cuando fuera propicio; Rivera también sopesó la situación en que se encontraba y buscó posesionarse de forma tal, que en cuanto la situación fuese favorable, volver a luchar por la libertad de su gente. Veremos más adelante, en este mismo capítulo, otros documentos de la época que reafirman esta interpretación.
Recordemos, que a través del “Acta de Tres Árboles”, lugar en que estaba acampado y donde se consultó a la totalidad de los Jefes y Oficiales que integraban sus fuerzas, previamente a tomarse la decisión de armisticio, Rivera mantuvo las tropas a sus órdenes, hizo que se respeten el reparto de tierras, todo “por la Paz, la Concordia y la Tranquilidad”.
Liberado Lavalleja en 1821 de su cautiverio en Río de Janeiro y de vuelta en la Provincia, Rivera trata en varias ocasiones de convencerlo que se una a sus filas, lo que al final consigue y lo nombra 2do. Jefe de las milicias que mandaba.
En sus tareas de mantener el orden en la campaña y brindar seguridad a su población, Rivera dispuso la fundación de la Villa de San Pedro del Durazno, instaurándose posteriormente y en base a documentos, la fecha 12 de octubre de 1821 como su fecha de fundación, por lo cual en el 2021 se realizaron grandes festejos con motivo de su bicentenario.
Los acontecimientos de ese año 1821, llevarán a la conformación de un Congreso en la Provincia Oriental, (pues el General Lecor dejó en manos de los antiguos Cabildantes de Montevideo, la administración interna de la Provincia), que se reuniese para decidir su destino atento a lo dispuesto por el Emperador de Portugal Juan VI, que ya residía en su país de origen: si se integraba al Reino de Portugal, si se unía a otras Provincias o si reclamaba su independencia absoluta. Así, el 18 de julio de 1821 se decide la incorporación de la Provincia con el nombre de Cisplatina, al “Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarbes” yel 5 de agosto se jura acatar las bases de la “Constitución Política de la Monarquía Portuguesa”, que se aprobó el 23 de setiembre de 1822. Una cosa a tener en cuenta es, que estos sucesos, no fueron ajenos al Rivera, quién en esos momentos era Coronel del Ejército Portugués y Diputado en dicho Congreso.
Otra cosa a tener en cuenta, en la conformación de la Cisplatina y previo al Congreso citado, con motivo de instalar un faro en la Isla de Flores, el Cabildo de Montevideo y Lecor habían, en 1819, firmado en secreto, un acuerdo por el cual se cambiaba la línea de frontera con la Provincia de Río Grande do Sul, cediendo una gran faja del este de la provincia e incluso tomando como frontera norte el Río Arapey. A esto se lo conoce en la historia como el Tratado de la Farola. Tras el Congreso de 1821, se trazaron los límites de la Provincia Cisplatina, que fueron los actuales que tiene nuestro país, con el Río Cuareim como frontera norte, quedando incorporado a Rio Grande do Sul, las grandes extensiones ya cedidas en el este, como se dijo, así como las Misiones Orientales. Esto lo veremos ser tenido en cuenta en años posteriores, por el General que motiva estos escritos.
Pero volvamos a aquellos momentos, a la vez que sucedía lo que relatábamos en la novel Cisplatina, se estaba produciendo un evento trascendental en el territorio brasileño, pues el 7 de setiembre de 1822 se produjo el llamado “Grito de Ypiranga”, por el cual el Príncipe Pedro I, heredero de la Corona del Portugal, declaraba la independencia del Brasil.
Evidentemente, esto traería repercusiones en nuestra Provincia, ya que, dentro de las fuerzas de ocupación, hasta entonces portuguesas, hubo quienes se mantuvieron leales al Rey de Portugal y otros optaron por el Emperador del Brasil. Así, la guarnición de Montevideo que comandaba el Brigadier General Álvaro da Costa de Souza de Macedo se mantuvo fiel a la realeza portuguesa y el Brigadier General Carlos Federico Lecor, que gobernaba la Provincia, se pronunció a favor del Brasil.
Rivera, entiende que es más propicio seguir bajo la tutela de un país americano, del cual podría ser luego más factible lograr su independencia y así, un 12 de octubre de 1822, acompañado del Teniente Coronel Juan A. Lavalleja como su 2do. Jefe y con su Regimiento de Dragones, a orillas del Arroyo de la Virgen, en Florida, aclamaron al Emperador del Brasil, Pedro I.
A consecuencia de esta diferencia de lealtades entre las fuerzas de ocupación, se producirán algunos combates, y se produjo así un enfrentamiento bélico en la zona de Casavalle (afueras de Montevideo) entre fuerzas de Manuel Oribe, al servicio de los realistas portugueses, contra tropas de Rivera, a favor de los brasileños.
Cave acotar sobre los datos aportados, las coincidencias de las fechas que se irán dando en el transcurso del proceso independentista del Uruguay. Un 18 de Julio se decide incorporarse al Reino del Portugal, pero años después en esa misma fecha se jurará nuestra primer Constitución Nacional, con Rivera presente en ambos sucesos. Un 12 de octubre, Rivera y Lavalleja se someterán voluntariamente al Emperador del Brasil, pero en esa misma fecha en 1825, ambos lograrán la victoria decisiva sobre las fuerzas de ocupación de ese mismo Emperador, en el día del cumpleaños de este y misma fecha que en 1822 se había proclamado Emperador.
Volviendo al momento de confrontación entre portugueses y brasileños, la importancia militar de Rivera siguió creciendo y el 26 de mayo de 1823 es promovido al grado de Brigadier General del Ejército Imperial. También se le ofrece el título de Barón de Tacuarembó, a lo que declinó la propuesta.
Las disputas y conflictos entre los fieles a la corona y los independentistas, se dilucidó a fines del año 1823 en favor de estos últimos. En febrero de 1824 los portugueses dejaran Montevideo y los brasileños se hacían del dominio de toda la Provincia Cisplatina, haciendo jurar el 9 de mayo de ese año, la Constitución del Brasil.
Esta situación, fue alentando a varios sectores de ciudadanos orientales, a promover movimientos insurreccionales, procurando la independencia de nuestro suelo. Ya en octubre de 1823, mientras Da Costa negociaba con Lecor, el Cabildo de Montevideo impetraba sin éxito al General monárquico, la entrega de la ciudad a ese Cuerpo, si era que los portugueses la abandonaban. En esa oportunidad, como lo veremos en 1825, la voluntad fue de incorporarse a las Provincias Unidas del Río de la Plata
Desde luego, estos ciudadanos en particular montevideanos o afincados allí, eran más proclives a las letras que a las armas, por lo que buscaron el concurso del Brigadier General don Fructuoso Rivera y del Teniente Coronel don Juan Antonio Lavalleja, para que lideraran una acción libertadora de la Provincia Oriental. Así, cursaron notas y emisarios a ambos y veamos los resultados que obtuvieron.
En carta de Silvestre Blanco, integrante de “Los Caballeros Orientales” a Bernardino Rivadavia de fecha 30 de julio de 1822, explicando la situación que se vivía en la Cisplatina a causa de las diferencias que ya se presentaban entre portugueses y brasileños, escribía: “¿No es de temer con fundamento, conociendo el espíritu público y exaltado de nuestra campaña, que se forme repentinamente una montonera de gauchos sin orden, disciplina y sistema, y que, por su poca ilustración envuelvan al país en una anarquía que no sabrían evitar teniendo los mejores deseos?” Y explicaba una solución a este problema que vaticinaba: “Los Jefes que se han familiarizado con esta clase de hombres serán en los que estos depositarán su confianza y pondrán a su cabeza y aunque sean los más ilustrados de su respectiva clase”, vemos aparecer aquí el concepto de Caudillos que asigna a los “Jefes” que habían luchado a lado de Artigas, y dudando de sus capacidades agrega: “¿tendrán los talentos necesarios para no dejarse batir y aniquilar sin fruto la riqueza del país?”. Para culminar, con la consabida dicotomía de Caudillos y Doctores: “Y en caso de ser vencedores, engreídos de haber sido los primeros en esta reacción, ¿tendrían la moderación necesaria para secundar las luces de los hombres capaces de constituir un Gobierno representativo y obrar liberalmente desechando toda idea de persecución a los adictos al actual gobierno?”. Se ve que el pensamiento de la clase dominante de Montevideo, no tuvo cambios desde la época de la colonia y se expresaría con toda su sapiencia en la Asamblea Constituyente de 1829 que diera forma a nuestra primer Constitución Nacional, como veremos en los capítulos sobre “Organización del Estado Oriental” y “1ra. Presidencia de Rivera”.
Vale resaltar la fecha de 1822, para tener en cuenta desde cuando el Cabildo y más en particular, la llamada “Sociedad de Caballeros Orientales” se estaban moviendo en torno a obtener su libertad o integrarse a la Provincias Unidas.
Sobre las gestiones con los dos héroes principales que se encontraban en la provincia, en primer lugar, trataron de obtener el concurso de Lavalleja para liderar el alzamiento de la campaña y “confiando en su reconocida autoridad y moderación, serían capaces de garantizarles contra la temida anarquía”, según describen los Profesores don Washington Reyes Abadie y Andrés Vázquez Romero en su “Crónica General del Uruguay”.
Reticente al principio a firmar, ni figurar en algún papel o documento, seguramente dada su condición de Oficial del Ejército portugués, lo que sería catalogado de traición, Lavalleja se mantuvo teóricamente al margen de estos conatos de levantamientos, pero en la práctica mantuvo contacto con gente conocida allén del Río Uruguay, para tratar de conseguir apoyo para las probables futuras acciones. Avisado Lecor desde la vecina orilla de estas tratativas, dispuso la captura de Lavalleja por las fuerzas de Rivera, pero al parecer estas mismas pusieron en aviso a Lavalleja, quien huyó hacia Entre Ríos. Lo veremos volver pocos años después, al frente de 33 valientes Orientales.
Con relación al concurso de Rivera en los intereses de los “Caballeros Orientales” para encargarse de las operaciones militares que dieran libertad a nuestro suelo, éste contesta una carta remitida a él, con un análisis de situación que demuestra su capacidad política y conocimientos militares para afrontar una empresa de esa envergadura, lo que estudiado en los tiempos que corren, se puede definir como una concepción geopolítica, digna de los mejores estrategas de nuestro tiempo.
Comienza expresando lo que todos son contestes en reconocerle siempre a Rivera: “Vuestra Excelencia se decide y me invita a defender la libertad e independencia de la Patria, y felizmente estamos de acuerdo en principios y opiniones. Vuestra Excelencia sabe que mis afanes no han tenido otro fin que la felicidad del país en que nací”.
Dejo un punto y aparte en el parágrafo que estaba escribiendo, pues esa frase del Héroe, nos lo pinta tal cual fue y que pretendió para nuestro país.
Pero sigamos con la carta contestación de Rivera a los sublevados orientales; a continuación, comienza a explicar su punto de vista práctico, como político y militar, sobre lo que se le propone y escribe: “Vuestra Excelencia cree que el país será feliz con una independencia absoluta y yo estoy convencido de que solo puede serlo en una independencia relativa, porque la primera, sobre imposible, es irreconciliable con la felicidad de los pueblos”. Y explica, basándose en la situación del momento, en que el Cabildo confiaba que los portugueses compartirían sus intereses: “…no puede contar con el auxilio de estas tropas europeas, pues como afirma, solo esperan para marchar, las órdenes de su gobierno. Tampoco con el auxilio de las Provincias hermanas, porque nadie da lo que no tiene, ni lo que tiene con riesgo inminente de perderlo y sin esperanza alguna de utilidad”.
Se aprecia en esta observación, la racionalidad de Rivera sobre el apasionamiento por la causa de la libertad. Analizar las cosas con los pies sobre la tierra más que basarse en ilusiones y al respecto afirma: “A Vuestra excelencia no puede ocultarse que las Provincias hermanas, divididas en pequeñas repúblicas, continuamente agitadas del estado de revolución, no han de agotar por esta Banda, los recursos que necesitan para conservar la suya; ni han de comprometerse en una guerra desastrosa con una nación americana y limítrofe, sin otro interés que establecer en esta parte del río, un Estado independiente. Los pueblos, como los hombres, nunca arriesgan su fortuna y sosiego sin fundada esperanza de gloria o su provecho”.
Por si lo explicado no fuera a quedar claro, agrega: “Es preciso pues, que Vuestra Excelencia cuente con sus propios recursos para hacer la guerra y triunfar de una nación poderosa y vecina; porque arrojarse a una empresa de esta especie, en la esperanza remota de auxilios quiméricos y dudosos, siempre sería la más fatal de las imprudencias”. Y remata, estas ajustadas apreciaciones, con palabras que demuestran la madurez de conceptos con que el Héroe visualizaba la situación en esos momentos: “Cuando se trata de un proyecto a cuyos resultados está vinculada la suerte de cien generaciones, es preciso no dejarse deslumbrar de agradables apariencias de teorías brillantes”.
Al respecto, la Profesora Marta Canessa de Sanguinetti, en su libro “Rivera, un oriental liso y llano”, expresa: “Los hechos posteriores demostraron que Fructuoso tenía razón; ni los auxilios argentinos llegaron, ni Álvaro Da Costa cumplió su palabra con el Cabildo…”.
Redactamos esta carta, puesto que además de mostrarnos con meridiana visión, la situación de la época, nos presenta una de las facetas de Rivera como gran conductor, buscando la concreción de sus objetivos sin pisar en falso y arriesgando, como lo demostró en las luchas pasadas y lo hará en las futuras, lo que tiene y no lo que le pueden ofrecer o soñar en alcanzar. Así vivió y así murió, librado a sus fuerzas.
Los “Caballeros Orientales” y todos los Orientales que aspiraban más libertad, debieron esperar al concurso de Lavalleja y Rivera juntos para alcanzarla, y como dice la historia, los Orientales solos consiguieron su libertad en campos de Sarandí.