Es un hecho incuestionable que el pensamiento marxista ejerce una profunda y extendida influencia en la cultura nacional, pese a que se han probado indubitablemente, sus notorios errores, fruto de la arrogancia humana. Pero ello no explica el éxito que ha tenido entre las élites intelectuales, sino tenemos en cuenta el influjo que al marxismo le dio su heterodoxo discípulo, el comunista italiano Antonio Gramsci (1891-1937), sobre quien hemos escrito tiempo atrás en esta columna periodística.
Desde hace muchos años nos preocupa que conceptos tan nobles y compartibles como libertad, igualdad, justicia, derechos y democracia entre otros muchos, hayan sido desnaturalizados a grado tal que la confusión y el equívoco reinan por doquier. Como expresaba el sabio chino Confucio, cinco siglos antes de Cristo, “Cuando las palabras pierden su significado, el pueblo pierde su libertad”.
Se han subvertido, en la acepción gramatical del vocablo, el significado de las palabras, de forma imperceptible para el común de la población. Preocupado por estas cuestiones, me encuentro en la Feria Internacional del Libro de Montevideo, con una obra de reciente aparición titulada “Gramsci su influencia en Uruguay” del Cr Juan Pedro Arocena- Ediciones de la Plaza- octubre 2022.
El trabajo, ahora plasmado en libro, ganó el concurso organizado por el Instituto Manuel Oribe sobre la temática: “Analizar, a la luz de las teorías marxistas de Antonio Gramsci, la influencia que las mismas hayan tenido en la estrategia de la izquierda en Uruguay desde 1960 a la fecha”.
El jurado que le otorgó el premio al autor estuvo integrado por: Ignacio de Posadas Montero; Romeo Pérez Antón y Tomás Teijeiro Fussi. Es un libro cuya lectura es recomendable, dado que más allá de la complejidad de la temática tiene una permanente comunicación con el pasado reciente y con la actualidad nacional. Es un muy valioso aporte a la batalla cultural que libra el liberalismo frente al marxismo en particular y al colectivismo en general, escrito por un converso que en los sesenta fue seducido por las propuestas de la izquierda y supo a tiempo descubrir sus falacias.
En sus páginas se repasa documentadamente la influencia de Gramsci en la conquista de la cultura uruguaya y en la homogenización de la misma y a donde nos ha conducido y nos conduce el pensamiento gramciano. Pero no se queda allí, sino que plantea una estrategia superadora, rescatando los valores del liberalismo clásico que crea prosperidad y asegura libertad.
Nos es imposible en una columna periodística reseñar un libro tan profundo, pero tan sólo me centraré en el aspecto que me preocupaba al momento de encontrar en el escaparate de Ediciones de la Plaza esta fecunda obra. Arocena en el capítulo VI refiere a la manipulación del lenguaje y allí comienza citando a Gramsci: “A menudo cuando una nueva concepción del mundo sucede a una precedente, el lenguaje precedente continúa siendo usado en forma metafórica, y la historia de la semántica es un aspecto de la historia, de la cultura, el lenguaje es al mismo tiempo una cosa viviente, y un museo de fósiles de la vida y la civilización”.
Como bien dice Arocena en el capítulo glosado, las palabras tendrán ahora no solamente un sentido metafórico, sino que estamos ante una metamorfosis que implica tergiversar los significados. Reafirmado conceptos el autor con agudeza intelectual expresa: “Esta mutación es necesaria porque el oyente al que se pretende manipular escucha en primera instancia los mismos términos que siempre escuchó. Ante ellos está indefenso y por lo tanto logran penetrarlo, pero lo hacen preñados de un nuevo significado, que luego, poco a poco, irá también asimilando. Estamos en presencia de la manipulación del lenguaje que desde el punto de vista de Gramsci resulta necesaria para lograr la nueva hegemonía cultural ya que el propio Gramsci afirma en una de sus frases más célebres: … el que controla las palabras controla la realidad”.
Las invocaciones a la libertad, la igualdad, la justicia, los derechos y la democracia entre otros, ya no son lo que significaron durante milenios o centurias, tienen una diferente acepción puesta al servicio de un proyecto colectivista. El peligro que se cierne hace necesario que estemos alertas para no dejarnos embaucar con palabras desnaturalizadas, que pretenden que sea indolora la pérdida de la libertad y por consiguiente de la prosperidad. En la sustitución de la libertad negativa por la positiva; en la igualdad ante la ley por la igualdad niveladora; en la justicia conmutativa por la distributiva; en los derechos individuales por los colectivos y en la democracia limitada por la omnipotente, a la larga se diluye la individualidad humana en un colectivo manipulado por un Estado totalitario. El libro de Arocena hace las veces de un despertador en el sueño profundo.