El diputado colorado José Enrique Rodó expresaba en la Cámara de Representantes en la sesión del 13 de junio de 1912: “…el calificativo de reformista, de progresista, de liberal, como el calificativo de conservador, son términos esencialmente relativos, que no encierran significado alguno si no se les refiere a cierto tipo de comparación y a cierta realidad política y social”.
Esta breve introducción tiene por propósito ayudarnos a meditar con relación a los calificativos que desde la izquierda política y sindical le han endilgado al actual gobierno de coalición. Antes el preferido era el mote de neoliberal, aunque nunca nadie me supo explicar el fundamento del prefijo neo (nuevo) en contraposición al prefijo paleo (viejo) para el sustantivo liberal.
Recientemente, luego de la publicación de un libro formidable, pero polémico, titulado “El liberalismo conservador” del historiador Gerardo Caetano, se habla menos de neoliberalismo y más de liberalismo conservador. Al liberalismo, sin perjuicio de sus grados o matices, ¿se lo puede adjetivar de conservador? y al socialismo, sin perjuicio de sus grados o matices, ¿se lo puede adjetivar de progresista? Cuando en los gobiernos de Sanguinetti, Lacalle Herrera y Batlle Ibáñez se crearon las zonas francas privadas, se desmonopolizaron los seguros, se reformó la actividad portuaria, se libró a la competencia la telefonía móvil o se autorizó la generación de energía eléctrica por parte de privados, por poner unos pocos ejemplos, en todos los casos el Frente Amplio y el PIT-CNT se opusieron con total convencimiento y energía.
¿Quiénes eran progresistas y quiénes eran conservadores?, no obstante, cuando el Frente Amplio fue gobierno, no sólo mantuvo dichas reformas, sino que las consolidó. Y viniendo al presente, cuando la coalición de gobierno aprueba la ley de teletrabajo que permite una mínima flexibilidad en la jornada diaria de trabajo sin que se pueda superar el tope de horas semanales salvo que se paguen horas extras, la reforma de las normas de negociación colectiva, para levantar, parcialmente, las observaciones de la O.I.T, o la moderada y progresiva en el tiempo reforma del régimen previsional, la izquierda política y sindical se oponen tenazmente.
Cuando ese mismo conglomerado político y sindical impugnó, en la ley de urgente consideración, la portabilidad numérica de los teléfonos celulares, que ha a permitido que todo usuario puede mantener su número al cambiarse de compañía de telefonía móvil. ¿Quién es progresista y quién es conservador? Por ello y por muchos otros motivos, que no es posible inventariar en una columna periodística, discrepo que se motejen de conservadoras las gestiones de gobierno de 1985 a 2005, ni la gestión del actual gobierno de coalición.
Hay principios cardinales, que son pocos, que tanto liberales como socialistas quieren conservar como por ejemplo la democracia, pero otra cosa son las políticas públicas. Un liberal es alguien que rechaza que en política haya verdades reveladas, es consciente que las formulaciones son provisionales y por ende sujetas a refutación, ese espíritu abierto a la rectificación es inconciliable con el conservadurismo que está maniatado por las ideas heredadas del pasado. Por ello Friedrich Hayek concluye su magna obra “Los fundamentos de la libertad” (1960) con un capítulo titulado: “Por qué no soy conservador” y en una entrevista que Carlos Rangel le hiciera en Caracas en 1981 decía: “… los verdaderos conservadores merecen el descrédito en que se encuentran, puesto que su característica esencial es que aman la autoridad y temen y resisten el cambio. Los liberales amamos la libertad y sabemos que implica cambios constantes, a la vez que confiamos en que los cambios que ocurran mediante el ejercicio de la libertad serán los que más convengan o los que menos daño hagan a la sociedad”.
El Partido Nacional y el Partido Colorado son hoy corrientes liberales, con matices que incluso se dan al interior de cada una de ellos lo cual enriquece la vida política, la ciudadanía les han confiado el gobierno del país conjuntamente con Cabildo Abierto.
No se me oculta que Cabildo Abierto tiene una notoria desconfianza hacia el liberalismo económico y por ende es partidario de una decidida intervención del Estado en la economía y ello se ha expresado, entre otros muchos, en el tema forestal, de inversiones, previsional y actualmente en un descaminado proyecto de reestructura de deudas de las personas físicas, que vulnera los contratos entre privados y altera el mercado del crédito, a un grado sin parangón en la historia legislativa del país.
Le asiste razón a los cabildantes que se consideran una fuerza política diferente, del Frente Amplio y de las colectividades históricas blancas y coloradas, hoy coaligadas entre sí más que nunca en el pasado. Se están cumpliendo las lúcidas palabras del bisabuelo del actual Presidente de la República, Luis Alberto de Herrera en su obra “La tierra charrúa” escrita en 1901: “Los partidos tradicionales, que surgieron a la vida ligados a “un hecho y no a una idea” como lo dijo hace medio siglo don Bernardo Berro, están obligados a amoldarse a las exigencias adelantadas de la época actual invirtiendo así los términos de aquél verídico aserto mediante su vinculación a ideas, no a hechos por fulgurantes que ellos sean.
Para resolver los problemas económicos y sociales del día poco nos interesa, más aún, poco nos importa saber si nuestros padres estuvieron en la verdad o en el error luchando por tal o cual divisa en tal o cual año”. Nada impedirá que blancos y colorados, reconciliados para siempre y ya sin motivos de agravio, le den a la República los cambios liberales que aún están pendientes para que el ser humano sea el valor cúspide de la sociedad.