Por Daniel García
Montevideo, 5 de Junio de 2021.
Un término muy de moda actualmente, pero veamos que se quiere significar con el mismo.
La historia está llena de revoluciones culturales, producto de innovaciones, inventos, descubrimientos y el propio avance del hombre, que ha ido introduciendo novedades en todos los ámbitos, transformando costumbres, visiones, modas, etc. solo por nombrar algunos aspectos.
Seguramente el invento de la rueda, el vidrio, la electricidad, la imprenta, el teléfono y tantas otras cosas han producido revoluciones culturales de alto impacto a través de la historia.
Otros acontecimientos seguramente han traído como consecuencia también revoluciones culturales.
La irrupción del Protestantismo, la Revolución Francesa y la Rusa, las 2 Guerras Mundiales, el Mayo Francés, han influido definitivamente llevando consigo revoluciones culturales.
En estos tiempos viajamos sobre una, y eso tal vez, hace difícil percibirlo, ya que estamos conviviendo con cambios que se pueden evadir de nuestro análisis.
Como el cuento de la rana, si se mete una rana de golpe en agua hirviendo la misma saltará fuera de la olla, pero si la misma se coloca con agua normal y la vamos calentando de a poco, la rana finalmente hervirá sin haberlo percibido.
Casi en un símil se presenta nuestra actualidad, donde los cambios se van produciendo en forma imperceptible.
Veamos. Allá por 1989 nos sorprendimos con la caída del Muro de Berlín y la posterior implosión del mundo soviético.
Un cierto desprestigio de las ideas socialistas parecería haber acontecido, abiertas las puertas de aquel “paraíso” descubrimos el fracaso, el atraso, mucha miseria producida por regímenes basados fundamentalmente en la tiranía de sus líderes y un proyecto económico inviable.
Un mundo occidental donde el juego y el relato de los capitalistas, patrones explotadores y proletarios sojuzgados, daba lugar a una realidad diferente. Los proletarios accedían a bienes y comodidades que los alejaban de ese papel de empuñar un arma para hacerse del poder, cuando en definitiva podía gozar de un buen pasar y en algunos casos un muy buen vivir.
Esto no quita que se desconozca la existencia de millones de personas padeciendo increíbles necesidades y angustias.
Pero el caso es que la Revolución quedó sin uno de sus motores y piezas principales como la lucha de clases, sin combustible que permitiera ir hacia ese mundo utópico que pregona.
Vino el reciclaje, los laboratorios de experimentación sociológica afinaron su puntería, los pensadores al servicio de la causa, encontraron el objetivo que iría suplantando algunas consignas caducas.
Las minorías excluidas, perseguidas o discriminadas, todos aquellos grupos “diferentes” serían alimentados y exacerbados para ser puntas de lanza de la nueva estrategia.
Grupos LGBT, feministas, verdes, sin techo y tantos otros colectivos cuyos integrantes por lo general son diferentes al resto de la sociedad en variados aspectos, integran este combo multicolor.
La izquierda ha tomado la posta en esto y ha llevado a que sus integrantes “luchen” por sus supuestos derechos, impregnando y contagiando al resto de la sociedad de sus consignas. El Marxismo Cultural trabaja a destajo, desde sus “usinas” ideológicas baja la línea a seguir.
De ahí, que hoy tengamos entre nosotros un nuevo lenguaje distorsionado, que pretende autodenominarse inclusivo. Palabras talismán que se han ido imponiendo en todos los ámbitos. Lo increíble es que desde Organismos internacionales se promueva, apoye y hasta se financie.
Preguntaba Mao a un grupo de discípulos como se hacía para que un gato comiera pimienta. Algunos decían que se le pusiera en la comida, Mao respondía que el gato se daría cuenta y no comería, otros decían que se le diera la pimienta a la fuerza y Mao respondía que la terminaría escupiendo.
La solución de Mao para que el gato comiera pimienta, era impregnar todos los lugares por donde el gato anduviera, durmiera o comiera con pimienta, llegaría un momento que el gato se lamería para quitársela y allí se la iba a tragar.
Algo parecido acontece, cuando todos los ámbitos de la sociedad se llenan de consignas, ideas, palabras, relatos que difunden determinadas posturas, no escapan los centros educativos, los informativos y programas periodísticos, políticos, dirigentes sindicales, hasta el deporte es invadido, se ensalzan determinadas figuras porque defienden o representan claramente esas corrientes.
O sea que la famosa “pimienta” la estamos comiendo sin cesar, ya que en todos los lugares en que nos movemos, lo que vemos o escuchamos, ya viene cargado de esta dosis.
No deberíamos dejar de mencionar el poderío económico que hay detrás de todos estos movimientos, que reciben generosas dosis de recursos para poder promover y agitar sus ideas, lo que va atado de la mano su fluida y potente capacidad de penetración.
Casi sin darnos cuenta, convivimos con un consumo de drogas que hace estragos en tantas personas, cosa que ha invadido nuestra realidad hasta convertirse en algo legal que puede comprarse en la farmacia igual que un analgésico.
Algunos años atrás la percepción de la sociedad en general era de asombro, alerta y condena, hasta que hoy en día podemos estar sentados en un parque y al lado nuestro alguien puede estar con su “porro” tranquilamente. Claro, más tarde la sociedad entera deberá estar gastando recursos millonarios para recuperar a alguien que abrazado por el consumo, cayó en el infierno junto a su familia, que deberá experimentar titánicos esfuerzos y sacrificios para escapar al flagelo.
Las consecuencias de una revolución cultural que invade y afecta todas las actividades es una realidad. El núcleo base de nuestra sociedad representado en la familia, está bajo un duro ataque que no da tregua, poderosas fuerzas trabajan para demoler y cambiar determinadas pautas culturales que son base.
Estar alertas será poco, el agua se va calentando y la rana no lo percibe hasta que se cocinó.
Hoy lo políticamente correcto parece guiar el proceder de muchos, pocos se animan a salir de ese carril, temerosos de la condena y crítica que puedan recibir, por lo que vemos a diario como se apoyan cosas que desafían el sentido común.
Pretenden estas líneas ser una ayuda a advertir, reflexionar, sobre estas premisas: ver, juzgar y actuar, si en verdad vamos por el camino correcto, o somos ranas cocinándonos o gatos empachados de pimienta, sin detectar una verdadera Revolución Cultural, donde la Cultura es Revolucionaria.
Daniel García