El igualitarismo político progresista, aplicado por los gobiernos de izquierda, tiende a igualar hacia abajo, con la consecuencia de nivelar las diferencias sociales y económicas en expresiones básicas, que quitan el estímulo a la búsqueda de superación individual en lo intelectual.
Se han transformado los parámetros de superación personal en la superficialidad de la imagen, dónde lo físico impone sus parámetros, dispersando en
las redes la visión de una juventud que, sin mayor talento o virtud, es el soporte físico para ropa y tatuajes, protagonistas del ejemplo de la tendencia social imperante.
Hoy debemos enfrentar a la incultura y la ignorancia que anestesia a la razón y abre la puerta a la toma de decisiones basados en superficialidades y verdades de fé, presos de un fanatismo nacido de la ignorancia alimentada por la mentira.
Vemos como un evento musical se transforma en simpatía política por una izquierda populista, la misma que ha destruido la educación que hoy tanto cuesta recuperar y a la que, sistemáticamente, se oponen los mismos actores que tanto mal hicieron en los últimos años.
Hoy los cultores de los miedos como herramienta, no dudan en descalificar las nuevas tecnologías, los avances científicos y la industria, desde la ignorancia y sin argumentos, cuando solo en el conocimiento y la cultura podemos separar lo bueno de lo dañino, sin buscar en fanatismos la destrucción indiscriminada y si la construcción racional de un futuro promisorio.
Se ha invertido el orden de prioridades, haciendo necesario traer a la conciencia popular que somos iguales y solo nos diferencia nuestros talentos y virtudes, que somos libres de optar en nuestras preferencias básicas y formas de vida, respetando las reglas de convivencia de una sociedad justa y solidaria.
Una sociedad que no es un cumulo de colectivos que pugnan por ganar espacios que le brinden derechos especiales, guiados por políticas que se autodefinen como prioritarias que por sobre la razón y la lógica, descartan en el proceso los talentos y virtudes para imponer lo más básico de una sociedad enferma que decae en corrientes de gobierno totalitarias, que descalifican, critican y censuran cualquier discrepancia
Es hora y el llamado se hace carne, que es en nuestra acción que los cambios, políticos, sociales y económicos, serán el resultado de una visión racional y participativa de todos los que creemos en Uruguay, en los uruguayos, en lo que queremos y merecemos, en democracia, pluralidad y libertad.