Lavalleja y Rivera. Dos hombres y un destino común, la libertad de su Patria.

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Por: Mario A. Menyou.

Recordar el año 1811, es retrotraernos a la aparición majestuosa en la entonces Banda Oriental, de la figura de José Artigas, quien en ese mismo año será investido con el cargo de Jefe de los Orientales.

Pero, para que existan Jefes que manden, debe haber subalternos que acaten esas órdenes y allí aparecen los integrantes del Ejército Oriental, que tras dos décadas de luchas contra españoles, portugueses, porteñosy brasileños, lograron la libertad de este suelo.

Es en ese mismo año de inicio de la emancipación de nuestro territorio, que se incorporan a las huestes artiguistas, dos paisanos, oriundos de esta tierra, uno sureño y el otro más del Este, ambos “bien de a caballo”, como se denomina en la campaña de la región platense a los buenos jinetes. Conocedores de las rudas tareas campestres y diestros en la práctica de los útiles afines para esas actividades en aquella época, como el lazo, la boleadora, el facón y la lanza. Ambos poseedores de un gran amor al terruño y condiciones para dirigir a otros hombres, como ya lo habían demostrado en los rejuntes y arreos de ganado en los campos en que vivían, propiedad de sus padres. Entre otras condiciones quelos igualaban, estaba el conocimiento de las características orográficas e hidrográficas del territorio oriental, así como de su población en aquellos años.

Nos referimos en la oportunidad, a don Juan Antonio Lavalleja de Latorre y don Fructuoso Rivera y Toscana, quienes desde el primer momento del levantamiento artiguista en esta margen del Plata, se incorporaron a las filas del ejército revolucionario, para converger integrando diferentes columnas de combatientes, a tener su bautismo de fuego en la “Batalla de Las Piedras”. Mientras Rivera, oriundo de la zona de Arroyo de la Virgen, del entonces departamento de San José (luego esta zona pasaría a pertenecer al departamento de Florida), se acercó con sus hermanos a integrarse a la columna que dirigía el Teniente Coronel José Artigas (según el grado que le había conferido la Junta de Buenos Aires); Lavalleja se enroló en la columna que por el Este estaba conformando Manuel Artigas, hermano de quien se convertirá luego nuestro Prócer.

En la mencionada batalla que los encontró juntos por primera vez, ambos tuvieron actuación destacada y fueron merecedores a que se los graduará como Oficiales, correspondiéndole a Rivera el grado de Capitán y a Lavalleja el de Teniente. Cabe aclarar que estos grados no obedecen a la bravura de uno u otro, sino a que, por un lado, los hermanos Rivera se habían incorporado con una fuerte peonada de sus estancias; al fallecer el hermano mayor de Rivera, éste quedó como conductor de esa fracción y por tanto le correspondió ese grado, por esto y por su actuación osada en la contienda, donde sufrió la muerte de más de un caballo de los utilizó en el combate. Por otra parte, Lavalleja se incorporó él solo a las tropas artiguistas, al igual que otros paisanos de la zona de Minas y por sus características (digamos para identificar sus cualidades) de“capataz de campo” y bravura, se le confirió la jerarquía de Oficial. 

Sobre estos dos compatriotas, coterráneos, compadres luego y héroes nacionales al final, nos ocuparemos en relatar, lo que conocemos de sus historias y algunos hechos anecdóticos que contemporáneos, historiadores e investigadores han redactado para dejar constancia de quiénes y cómo fueron estos Orientales.

Escribiremos primero y en un próximo artículo (respetando el orden alfabético de sus apellidos), sobre el Brigadier General don Juan Antonio Lavalleja, pero hablar de este sin mencionar al también Brigadier General don Fructuoso Rivera, se torna muy difícil, dado que la vida los condujo por caminos muy similares, a veces yuxtapuestos,  otros paralelos, en ocasiones cruzados o contrapuestos, pero así como vinieron a nacer en el mismo año y vivir en este suelo en una mismo marco temporal, ambos se incorporaron al movimiento revolucionario rioplatense desde sus inicios en 1811, lucharon juntos por la Patria, pusieron su esfuerzo luego, cada uno a su manera, en organizar el país, y los alcanzó la muerte a los doscon muy poca diferencia de tiempo, menos de tres meses, ocupando el más alto cargo en la República, como Presidentes. 

También, juntos guardan reposo eterno sus restos, en panteones contiguos en la Catedral Metropolitana de Montevideo, la Iglesia Matriz.

Con el tratamiento de héroes nacionales,se lesreconoce a estos dos hombres la entrega de sus vidas en servicio de laPatria, haber dejado toda su fortuna, grande o mediana, por haberse dedicado a dirigir la lucha contra los usurpadores extranjeros y haber muerto en la pobreza, brindándose hasta en sus últimos suspiros al serviciode su nación.

Bien vale recordar y exponer, una representación gráfica donde el Pueblo Oriental ha plasmado en un bloque de granito, para asegurar su perpetuidad, el recuerdo conjunto de los dos héroes en un momento crucial para nuestra independencia, la unión de sus fuerzas para combatir al ejército de ocupación brasileño, que culminará con los éxitos de Rincón y Sarandí, que nos permitieron el dominio absoluto de la campaña oriental, aún antes de tener conformado el Estado Oriental, que será posterior a la heroica actuación del Gral. Lavalleja en la “Batalla de Ituzaingó” y la “Toma de las Misiones” por parte del Gral. Rivera, hechos previos y cruciales para el logro de la Convención Preliminar de Paz, que fue el proemio al país que hoy somos.

En jurisdicción del Municipio de Cardona, departamento de Soriano, en las márgenes del arroyo Monzón, se levanta el monolito que se representa en la siguiente fotografía, en el cual se abraza el recuerdo de dos hombres y un destino común, la libertad de su Patria.

En este lugar se realiza cada año los 29 de abril, un acto conmemorativo de este acontecimiento, pero también es un sitio muy visitado por lugareños y turistas.

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