La lucha por “oro negro en el nuevo gran juego” 

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     La energía desempeña un rol fundamental en los intereses diplomáticos y militares de Estados Unidos. Durante mucho tiempo, su política energética “estuvo dominada por el temor a su vulnerabilidad”, según “Le Monde Diplomatique”, edición junio 2022, debido a un declive de su producción petrolera y una dependencia cada vez mayor de las importaciones de Medio Oriente.

    Para superar esas debilidades, Estados Unidos estableció una presencia permanente en el Golfo Arábigo-Pérsico y trató de asegurar el suministro de petróleo sin interrupciones.

    Pero la situación ha cambiado. Mediante el desarrollo de las técnicas de fracturación hidráulica “logró la explotación a gran escala del petróleo de esquisto”- siempre según “Le Monde Diplomatique”.

   La producción está en aumento y sus dirigentes políticos buscan sacar provecho de esa abundancia. Por ejemplo, ahora puede presionar a Irán en las negociaciones sobre el programa nuclear militar de este último, sin sufrir las amenazas de reducción del abastecimiento de crudo. Incluso puede adoptar no tan solo una “línea dura” respecto a los iraníes, sino también persuadir a otros países a adoptar el mismo criterio.

   Estados Unidos también ha incitado a los europeos a reducir su dependencia de los hidrocarburos rusos, al considerar esta dependencia como “una amenaza al principio de la solidaridad de la OTAN” (“Le Monde Diplomatique”, junio 2022) porque brinda a Rusia un medio de chantaje o intimidación en caso de crisis”.

    Las técnicas de perforación de esquistos también han permitido aumentar la producción de gas natural licuado (GNL) y Estados Unidos también planifica romper la dependencia europea respecto a Rusia en este producto considerado “el recurso energético del futuro”.

    En este “gran juego” de grandes potencias aparece otro participante: China. Y entonces los contendientes se van acomodando. Rusia ha sido abastecedor de Europa. China es un consumidor monstruoso. En conclusión, Estados Unidos considera la lucha global contra Rusia y China como el principio rector de su política exterior y militar.

     Luego de la guerra en Ucrania, ¿este “gran juego” tendrá su futuro escenario en Asia Central, en el Gran Medio Oriente? Es muy probable. Desde 1991, los hidrocarburos del Mar Caspio provocan un entusiasmo excepcional. El Mar Caspio es un lago de agua salobre que se extiende entre Europa y Asia y es el m-as extenso del mundo. Tres asuntos regulan (y complican) su “status”: acceso al petróleo y gas natural, acceso a la pesca y acceso a aguas internacionales, a través del Rio Volga y los canales que conectan el Mar Negro y el Mar Báltico. Asi las cosas, “el Caspio es un mar cerrado que provoca un Gran Juego abierto” según el Atlas III de “Le Monde Diplomatique”

     El acceso al Volga es importante para los Estados interiores de Azerbaiyan, Kazajistán y Turkmenistán. Todo eso afecta directamente a Rusia, ya que sus futuros oleoductos pasarán por este territorio. Por otro lado, Rusia se quedó con el grueso de la antigua flota soviética del Caspio y es la presencia militar más importante en la región.

   Irán es parte muy interesada en el el problema y ha insistido que a cada Estado le corresponda un quinto del Mar Caspio.

       El petróleo se encuentra en Kazajstán y lo esencial de sus reservas de gas, en Turkmenistán. Los Estados ribereños discuten sobre la manera de repartir los recursos del Caspio, según se lo defina como un mar o como un lago, asunto no resuelto hasta el presente.

   Desde 1994 existe una batalla entre Estados Unidos y Rusia por el control de la salida del petróleo y el gas del Caspio. Resulta claro que más allá del control de los hidrocarburos, Estados Unidos busca anular el control de Rusia sobre la región, aunque es de esperar una dura batalla a presentar por los rusos, quienes buscan a toda costa recuperar el dominio de su “patio trasero”.

    Ahora se suma China, voraz consumidor de hidrocarburos, en concordancia con su plan de dominio mundial empleando la nueva “ruta de la seda”. Los chinos saben de la excesiva dependencia de los países industrializados respecto a las zonas de conflicto. Los chinos practican la “estrategia de los tres tercios”: aumentar la producción nacional, controlar la extracción en el exterior y abastecerse en el mercado mundial.

   La lucha está planteada. La posesión de las fuentes y las zonas de pasajes de los oleoductos siguen marcando el tablero y las condiciones del nuevo “gran juego”.

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