MEDITACIONES LIBERALES

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El comienzo de un nuevo año, es una oportunidad propicia para huir de la coyuntura y adentrarse en cuestiones de fondo, que en definitiva son la sustancia que subyace en todas las controversias políticas y sociales de nuestro tiempo. Quienes han tenido la paciencia de haber leído, en el curso de los años, nuestras columnas, han notado, en las más diversas temáticas abordadas, la impronta inequívocamente liberal de las mismas. Por ello es lógica la pregunta, que se hacen algunos lectores, de por qué soy liberal. El propósito de la presente es dar respuesta a dicha pregunta.

Debo confesar que no siempre fui liberal, que mi conversión al liberalismo ha sido un camino largo y azaroso, fruto de mucho estudio y reflexión, que voy a relatar en forma breve. Cuando adolescente fui un católico practicante y por influencia de un entrañable profesor y de un inolvidable sacerdote, luego de leer muchos libros y revistas, quedé seducido por la teología de la liberación, que inexorablemente conducía al socialismo. Creí encontrar la verdad y actué en consecuencia en el ámbito parroquial. Con el paso del tiempo y ante dudas que se me planteaban encontré por azar otros puntos de vista.

Leía el diario El Día, único diario de circulación nacional opositor a la dictadura, y ahí comencé a descubrir en editoriales, sueltos y en especial en las estupendas notas escritas por el Dr. Enrique Tarigo la relevancia del liberalismo político, al tiempo comencé a leer Búsqueda, cuando era mensuario, donde descubrí el valor del liberalismo económico por medio de los artículos del Dr. Ramón Díaz. Pese a las diferencias entre ellos, dado que pertenecían a corrientes liberales diferentes, me fui convenciendo de que el liberalismo es una integridad y por ende indivisible.

Pero los tiempos políticos, que vivía el país, hacían preferente el retorno a la democracia liberal, fue el tiempo de la lucha por el NO en el plebiscito de 1980 y el apogeo del semanario Opinar que dirigía Enrique Tarigo, no obstante no dejaba de perder contacto con Ramón Díaz, que con el equipo de Búsqueda tenían un programa radial en Radio Carve a las once de la noche titulado “Tomándole el pulso a la República”, y  a mayor abundamiento, poco después de que le cerraron el espacio radial en 1981, el mensuario se transformó en semanario. Los artículos tanto de Tarigo como de Díaz, me motivaron a leer a muchos autores liberales y pude contrastar sus opiniones con la de los autores marxistas que había leído antes.

A ello paralelamente se sumaban los conocimientos adquiridos por las materias jurídicas y sociales, en especial Derecho Constitucional y Economía Política, que debí rendir en mi carrera para recibirme de abogado. La conversión se produjo naturalmente y la Libertad pasó a ocupar un lugar preponderante en mi vida, pero no cualquier concepción de ella, sino la que surge de la cooperación social espontánea, que reserva a la persona humana una órbita inexpugnable a la coacción arbitraria de otros humanos o del Estado. De ahí la importancia de los mercados y de la propiedad privada, que son obra impersonal de siglos de la civilización, que alumbró la economía de mercado; los derechos individuales; la separación del Poder; la democracia liberal y la solidaridad social.

Gracias a Smith; Ferguson; Hume; Burke; Menger; Ortega; Mises; Popper; Hayek; Leoni y Friedman, comprendí la existencia de órdenes espontáneos que operan como una gigantesca red de transmisión de información que hace posible la existencia de la moderna sociedad abierta y que esos órdenes no deben ser interferidos por arbitrarias decisiones colectivas, como se comprenderá cosa bien diferente del anarquismo.

Especial impresión me causó comprender que el lenguaje; el Derecho (que es cosa diferente de la legislación); los mercados; el Estado; las religiones, etc. son producto de la espontaneidad social en el curso del tiempo, fruto de la acción humana pero no del designio humano al decir de Ferguson, todo preservado por la tradición, que es dinámica y no estática como algunos suponen.

Es un orden que evolucionó por aluvión, fruto de millones de decisiones individuales que en su totalidad desconocemos, dado que el conocimiento está disperso.  El socialismo fue un error garrafal, una fatal arrogancia, como lo definiría Hayek en su obra póstuma, pero como lo expresaba Daniel Villey: “El socialismo moviliza fervores. Jamás será el capitalismo objeto de entusiasmos. La economía liberal no es una solución exaltante. Es una solución razonable y eficaz. La doctrina socialista se propone como un sucedáneo de la religión. El liberalismo es la doctrina que rehúsa hacer del sistema económico una religión”, y  Karl Jaspers escribía: “Es evidente que la pujanza del pensamiento marxista estriba en la falsedad radical de presentar la creencia como presunta ciencia”.

En el otoño de la vida, tengo la tranquilidad de conciencia de haber recorrido un camino de búsqueda de la verdad, sabiendo que me pude acercar a ella, pero que nunca podré alcanzarla. Ello me ha hecho ser respetuoso con quienes piensan diferente. Sin perjuicio de la firmeza de mis convicciones, siempre encuentro apropiados los versos de Horacio: “nullius in verba”  (no hay últimas palabras).

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