NACIONES UNIDAS, EL CONTINENTE DE LAS PLUMAS MULTICOLORES. Por Tilio Coronel Grillo

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Naciones Unidas es un continente. Reúne personas de todas las razas, color de piel, religiones, gustos y modas. Contiene seres llegados de los países más desarrollados, de los menos desarrollados, de los sub-desarrollados y de los no desarrollados.

A su manera cada uno usa sus adornos. Los franceses, fuertes perfumes, los rusos, aroma a vodka, los africanos, collares y adornos y los sudamericanos, nuestras plumas.

Un oficial del ejército de Ruanda, pretendía usar sus collares originales de su etnia, pero su jefe, un británico discriminador de la más pura cepa, al verlo uniformado con la boina azul de ONU y sus collares, le dijo: “Estás en una oficina de ONU, no en la jungla”.

En Sahara Occidental, mi buen amigo el francés Denis Terry me comentó: “Yo pensaba que los uruguayos aún dormían encima de los árboles, pero ahora veo que quién debe bajar del árbol soy yo”.

En Afganistán, un joven inglés, residente en el sur de Londres, tenia una confusión: “No se aún si Uruguay es provincia de Argentina o forma parte de Brasil”. Después contestó una pregunta sencilla y me dijo: “La capital de China es Bolivia”.

En Timor Oriental, una joven timorense, también funcionaria de ONU, se llamaba “Argentina”. Explicó: “Nací en 1978, cuando Argentina ganó el mundial. Mi padre, fanático del fútbol me bautizó con ese nombre.” “Por suerte” –pensé- “De haber nacido en 1986 la hubiese bautizado “Maradona”.

Un observador militar del ejército de Malasia expresaba su punto de vista pragmático: “Ahora es el tiempo de los tigres asiáticos –era 1996-. Los sudamericanos solo sirven para jugar fútbol”.

Un australiano tenía un concepto más reducido, pero entusiasta: “Si un sudamericano hace un asado, de seguro se puede comer, porque son buenos en eso”. Y un joven dominicano agregó: “Esa vaina del pollo asado en las brasas es más deliciosa aún”.

Un ruso, funcionario de la oficina de pasajes de ONU en Afganistán, se vio en dificultades para coordinar mi retorno a Uruguay. No encontraba vuelos. Me dijo : “Vea amigo, América del Sur está tan jodida que ni los aviones llegan”.

El asunto del mate y el termo a la uruguaya es tema de largas explicaciones. En las aduanas, si uno dice “traigo yerba” le revisan hasta las costuras de la valija porque lo asocian con material ilícito. Menos aún se entiende lo del termo y la bombilla. Un egipcio me observó tomando mate y preguntó: “ ¿Es droga pura?”. Un día pregunté a un saharaui cuál era el placer de tomar te hirviendo con cincuenta y cinco grados de temperatura y me contestó al paso: “El mismo que el de ustedes al tomar ese mate, ya que también usan agua hirviendo”.

Un alemán me dijo: “No conozco mucho de Uruguay, pero me consta de su importancia: fueron campeones del mundo dos veces. Hace bastante tiempo, pero lo fueron”.

Un ciudadano húngaro, experto  en seguridad, con unos cincuenta y pico de años, de la época de Feren Puzcas, estrella de la selección húngara de 1954, comentó: “Que jugador brillante el uruguayo Garrincha”. Le dije: “Garrincha es brasileño”. Respondió: “ Para mi, todo lo de Sudamérica es la misma cosa”.

Un austriaco comentó risueño: “Para mi los uruguayos tienen dos deportes nacionales. Uno es jugar al fútbol y el otro opinar sobre política”.

El australiano Tony Lapsley era sociólogo. Comentaba: “Los australianos no podemos subestimar a nadie por razones étnicas. Nosotros descendemos –y somos- un país de aborígenes”. El correspondía a sus dichos en el trabajo cotidiano, porque era una bestia en el trato con otras personas. Mantuvo su trabajo apenas seis meses. Sospecho que su forma intratable de ser no concordaba con su condición de jefe de oficina y lo mandaron a su país natal “de inmediato”. Su jefe, un chino, no dudó un instante, porque los chinos son así, quirurgicamente intransigentes .

El caso más curioso lo viví en Afganistán, en la ciudad de Mazar e Shariff. En una reunión social, alguien me dijo: “El cónsul de Turquía quiere hablar con usted”. No imaginaba cuál importante asunto debíamos tratar con el alto funcionario, asi que lo salude intrigado. Me dijo sonriendo: “Mucho gusto. Quería saludarlo. Es la primera vez que hablo con un hombre de América del Sur. “Con una sonrisa aún mas amplia, le dije al cónsul: “Lástima no haber traído las plumas y el penacho, asi conoce también nuestro vestuario”. “No, no, -respondió inquieto- Su país es muy adelantado. Por lo que veo en “Google” –agregó- tienen una hermosa capital. Asunción es una bella ciudad”.

Lo de la discriminación era también un asunto curioso.

Si en sus dos acepciones la palabra “discriminar” abarca “Separar, discernir, distinguir” o también “Segregar alegando diferencias raciales, sociales, sexuales, etc”, los miembros de la comunidad de ONU lo practican en forma cotidiana y a diestro y siniestro, a veces sin intención y a veces con ella.

Los musulmanes discriminaban  a los cristianos y viceversa y ambas comunidades discriminaban a los budistas.

Los hombres negros discriminan a los hombres blancos y al revés, los hombres blancos a los hombres negros. Los chinos discriminan a blancos y negros y dicen: “Para nosotros, ustedes los blancos son todos iguales. No distinguimos uno de otro” . “Nosotros –decíamos- tampoco distinguimos un chino de otro. Son todos amarillos”.

Los ciudadanos de Europa Central discriminan a los ciudadanos del resto del mundo. Quieren sumarse los europeos de Europa del Este, pero los sudamericanos les salíamos al paso: “ Ustedes son tan salvajes como nosotros”.

Para los suecos, todo lo ubicado al sur de Suecia es digno de discriminar. «Sudamérica, decían, es una tierra de corrupción y gobiernos oscuros.”

Los franceses discriminaban a los saharauis. Los rusos, particularmente los nacidos en Moscú, discriminaban a sus propios conciudadanos, rusos, pero nacidos fuera de la capital.

Así por el estilo, pero en la diversidad está la unión , como se dice actualmente.

Tilio Coronel Grillo.

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