Nos ha causado cierto estupor y a pesar de no poder salir del asombro, inmediatamente no puede uno menos que tentarse de la risa, puesto que desde hace ya un par de semanas cierto novel precandidato insiste en que su partido debe hacerse cargo de la gestión de la Seguridad. Vaya veleidad!
Cuál no sería nuestra sorpresa ante la escandalosa pretensión, cuando el ahora notorio dirigente y que hasta hace poco buscaba cámara ora como asesor letrado de sindicatos, ora integrando una mesa interpartidaria, e incluso también como defensor de algún jerarca implicado en irregularidades con apariencia delictiva y referidas al eventual tráfico de influencias, es sin duda tan ambicioso como amnésico o tal vez hasta petulante…
Paulatinamente ha ido obteniendo los apoyos de algún importante mecenas primero– por lo cual abandonó los roles antes enumerados – y a posteriori se ha dedicado a reclutar a los más variados aliados, entre ellos otro precandidato de su partido, alguna diputada de otras tiendas y al tiempo intentar tejer una estructura en barrios capitalinos, ofreciendo solventar gastos de campaña a quienes se pasen a sus líneas.
El bisoño candidato no ha tenido en cuenta o tal vez olvida por su juventud e inexperiencia, que el último Ministro de su fundacional colectividad – anterior a las administraciones frenteamplistas – un connotado escriba tripero y productor ovino, fue nada más y nada menos que quién colocó la llave en la cerradura de la Caja de Pandora.
Si fueron sus caprichos y desaciertos los que permitieron que los subsiguientes gobiernos progresistas, se encargaran de soltar todas las pestes y tempestades que aún nos azotan cruelmente, para desgracia de toda la ciudadanía.
Aquellos seis años consecutivos de un centralismo democrático “sui generis”, de un abuso casi despótico y una tan inolvidable como errática conducción, fueron en suma los que permitieron a otro joven y docto neófito asegurar – recién arribado a nuestras tierras luego de una prolongada ausencia – pero munido de varios diplomas, que el finado “Bicho” había sido “…el mejor ministro de los últimos veinte años…”vaya temeridad la de tal afirmación que fue soltada a los cuatro vientos por don Diego y no precisamente De La Vega.
Es tan prolongada y tan mala la gestión del uno como secretario de Estado, como del otro como asesor estrella y asalariado de un organismo internacional que nos provoca escozor. Da lugar a que acudan a nuestra mente en “flash back” recuerdos de las sucesivas y concatenadas maldades y desaciertos que neciamente antes el viejo político, y ahora el novel doctorando han perpetrado para nuestra mala fortuna, en reiteración real y casi teniendo el hábito de administrar las políticas públicas de uno de los ministerios más sensibles, tal y como si se tratara de un kiosquito u otro pequeño negocio familiar. En fin apostándolo todo a la perinola del poder casi omnipotente del que han hecho gala jugándosela al “toma todo” o “pone el doble”, como si de niños en el recreo se tratase.
Entiéndase bien, en los últimos veinticinco años, excepción hecha de la extensa y desastrosa conducción frenteamplista, la gestión ha sido perpetrada por inefables personajes políticos de dudosa preparación, siempre del partido degollador. El uno llevo a su colectividad a obtener la peor votación de su historia, de la que por cierto aún no ha podido levantarse; el otro pichón, a pesar de recién de lucir apenas el plumón y tentar el vuelo con indudables dificultades parece estar precipitando a su precandidato – y por añadidura quizás a todo el resto – a precipitarse alocadamente tal como los “lemmings”, en alocada carrera, detrás de sus líderes, con una tan incesante como insensata desmesura, lo cual solo los llevara a la sima más allá de los acantilados y no a la cima triunfal de las alturas, como pretenden los pretendidos iluminados.
No pretendemos más que hacer un poquitín de historia y acaso provocar el recuerdo de algunos capítulos de esta antigua telenovela, de la que algunos irresponsablemente pretenden hacerse los distraidos y volver por sus fueros con socarronas sonrisitas.
No se salva uno de los fundacionales, ni siquiera el último tradicional, realmente todos absolutamente la han emprendido con esa desaprensiva postura de poner las posaderas en la poltrona y creer que por arte de magia incorporan los espíritus de Gengis Kan, Atila o tal vez César o Napoleón. Sin duda adolecen de la misma vanidad y están aquejados del Síndrome de Hubris como los Senados tanto de Cartago, como de Roma, que muchas veces perdieron no solo batallas, sino ejércitos enteros – Cannas y Sama apenas son ejemplos – por su poca visión estratégica, basada apenas en sus intereses particulares o de partido y no como debería ser en los del propio pueblo o de la Nación toda.
Mucho cuidado con los engañosos cantos de sirena, siempre esconden pérfidos intereses e intenciones sin duda aviesas. Ya hemos sufrido en el pasado las consecuencias de escuchar promesas hechas a la ligera, desde arriba de un tablado y detrás de un micrófono desde donde todo parece muy fácil.
En cambio mañana, enfrentados a la realidad y con los borceguíes embarrados descubrirán que las playas y lodazales – después del desembarco – no son tan fáciles como parecían desde las oficinas o los comités.
De casco y montado en un tanque Sherman solo George Patton, los demás comandantes de gabinete y varios de jefes de pacotilla, no están calificados para pasearse en el frente, junto a sus hombres y quizás bajo fuego.
Así, como era de esperarse se habrá perdido trágicamente el tiempo y una vez más y empezara la larga e interminable campaña con recetas viejas, repetidas, ya probadas y desdeñadas por fallidas.
Usted amigo lector acaso desea eso? Creemos que no, por lo cual hemos de ser políticamente incorrectos y avisarle que si las políticas y estrategias tanto de blancos y colorados, como del frente no fueron buenas y en cambio han provocado este interminable berrodo, pues exorcizando nombres, desempolvando equipos que han sido “mariscales de la derrota” tal como Super Mario, que solo gana en el jueguito; o bien vendedores de doctrinas del primer mundo y totalmente alejadas de nuestra cultura y realidad, usted no puede dejarse dorar la píldora otra vez; no compre un buzón, menos aún el Obelisco en cuotas.
Y como diría uno de los impagables personajes de Alberto Olmedo: “Si vamos a hacerlo, vamos a hacerlo bien…”está en riesgo el futuro de nuestros hijos y lo que es aún peor, la libertad de nuestros nietos.