EL PASADO RECIENTE CONTADO POR LOS MEDIOS DE PRENSA DE LA ÉPOCA
Fecha: 10 de Diciembre de 1968 – Diario “El Diario” – En Portada
OCHO TUPAMAROS CAYERON LUEGO DE SOSTENER UN VIOLENTO TIROTEO
HABIA UN LABORATORIO PARA FABRICAR BOMBAS
SE INCAUTO UN ARSENAL MUY VALIOSO
POSEIAN UN TALLER PARA AUTOS
Fecha: 10 de Diciembre de 1968 – Diario “El Diario” – Pág. 19
DOS RANCHOS ERAN LA BASE TUPAMARA
Dos grandes ranchos (uno de paja quinchada y otro de chapa y terrón) situados a menos de dos cuadras de la carretera, eran a un mismo tiempo la vivienda, el arsenal y la base de operaciones del comando tupamaro que hoy desbarató, sorpresivamente, la policía. Esas edificaciones, levantadas por los extremistas con sus propias manos, están frente a la ruta 75, en el kilómetro 36,800 y a corta distancia de Pando.
Seguramente para ir acostumbrándose a las carencias y penurias que debe soportar el guerrillero, los tupamaros llevaban allí una vida franciscana coexistían promiscuamente, casi no contaban con medios de higiene y habían renunciado a la comodidad. Al igual que en el cuartel de Pajas Blancas -el primero que se descubrió este año-, dentro de las humildes viviendas allanadas hoy, todo está marcado por el sello de la austeridad.
12 armas y 700 proyectiles
En el primero de los ranchos que revisaron las autoridades, el de paja quinchada, había dos dependencias, divididas por un tabique. En una de ellas, estaba instalado el comedor: en la otra, había sillas y otros muebles que constituían un ambiente para estar a diario. En un entrepiso, se halló lo más importante: el arsenal. Allí, junto a la cama en que dormía la única mujer del grupo, Corina Devita de Cuadra, las armas largas aparecieron dispuestas en un armero de fabricación casera, que imita los utilizados en las unidades militares.
La policía encontró 2 ametralladoras de la Guardia Metropolitana, una metralleta PAM de fabricación argentina, una pistola de señales, un revólver 32 niquelado, un “Smith and Wesson” 38 de la policía, dos metralletas de marca no especificada, un fusil “Mauser”, una escopeta de caza de dos caños, otra de aire comprimido, un matagatos y más de 700 proyectiles para armas de calibre 7.65, 32, 38 y 45.
Desentonó bastante -por cierto- el hallazgo de un cochecito para bebé, en el mismo lugar. Esto indica que también habría vivido allí una madre con su criatura.
Material quirúrgico y uniformes
Los tupamaros tenían también, en el rancho, instrumental quirúrgico, cajas de gasa esterilizada, frascos de suero fisiológico, medicamentos (principalmente, sulfas y antibióticos) y hasta un tubo de oxígeno con su correspondiente manómetro, para atender a los terroristas que pudieran resultar heridos durante sus incursiones. Esos materiales les permitirían, eventualmente, realizar -con la complicidad de algún médico, naturalmente- intervenciones quirúrgicas.
Junto con esos efectos había dos uniformes: una túnica del Hospital Pasteur y un saco y un pantalón de brin, con el distintivo de UTE.
La policía secuestró, asimismo, 14 cédulas de identidad y un número no determinado de libretas de chofer, falsificadas. En el rancho, se halló un cartón con numeraciones aptas para adulterar los prontuarios de las cédulas.
Laboratorio y taller mecánico
En el rancho de chapa y terrón, el espacio estaba también dividido por mitades. En una parte, se halló el dormitorio de los hombres, compuesto por varias cuchetas de madera y arpillera, con capacidad para media docena de personas. En la otra, los tupamaros habían instalado un taller mecánico y un laboratorio.
En el taller, trabajan por estos días con un coche “Volkwagen” de matrícula (falsa) 510.381. también fueron encontrados un “capot” y los asientos de otros vehículos de la misma marca. En esa dependencia, empleada obviamente para desmontar y camuflar automóviles robados, la policía se incautó de los juegos de chapas que tienen los siguientes característica: R-114590, 453.780, 212.707, 270.818, 170.839, 241.435 y Torrado K- 33.850.
En el laboratorio, había granadas de mano, bombas de conparador, wetonantes para artefactos de efecto retardado, tubos de ensayo, pinzas, elementos para la fabricación de explosivos y varios caños de revólveres de calibre 38.
Libros, manuales, correspondencia
Entre la profusión de objetos desplegados por la policía en el piso, luego del allanamiento, se contaban numerosos libros sobre guerrilla urbana, diversas fotos del “Che” Guevara y de Fidel Castro (figuras inspiradoras de la acción terroristas) y manuales para la fabricación de explosivos y el manejo de armas.
Igualmente, cayó en manos de las autoridades un volumen apreciable de cartas, anotaciones y misivas correspondientes a los enlaces y contactos de la organización. Esta correspondencia será de gran utilidad para conocer todas las ramificaciones de los tupamaros, en los más diversos círculos.
Los investigadores se negaron hoy a revelar el contenido de esos documentos, pero hicieron notar un detalle curioso; el de la carta no enviada. En efecto, dijeron que había una nota, cuyo destinatario era el jefe de Inteligencia y Enlace, comisario Alejandro Otero. En esas líneas, nunca remitidas, los tupamaros le aseguraban al funcionario que conocían a la perfección todos los pasos y detalles de su vida cotidiana, demostrando que insólitamente, tenían vigilado al hombre más empeñado en darles caza.
En un folleto que distribuían entre sus pares, constan los números de matrícula y las características de todos los automóviles particulares que actualmente emplea la policía.
El personal de Automotores, que revisó durante horas los materiales secuestrados, se asombraba hoy del cuidado y precisión con que habían organizado sus actividades los extremistas. Todas las armas -tanto largas, como cortas- estaban cargadas y listas para ser usadas de inmediato-, las automáticas tenían ya un proyectil en la recámara.
El inspector Héctor Morán Charquero, que obtuvo la pista necesaria para efectuar el espectacular procedimiento de esta mañana, señaló que, incluso, los tupamaros habían estudiado la disposición de los ranchos y así lo erigieron detrás de un tupido seto de cañas de la India, que los ocultaba a la vista desde la carretera.
Fecha: 11 de Diciembre de 1968 – Diario “Acción” – Pág. 8
QUIEREN EL “PARAISO” A BOMBAS Y BALAS
El Círculo de la Autodestrucción
Todo país deriva obviamente el devenir de las coordenadas tendidas en su tiempo histórico y espacio físico, Geología, oro-hidrografía, ecología, etnografía, proceso de civilización, organización social y política, estructura económica.
Es indudable que las características de ese proceso pueden ser comunes a muchos países, ya sean naciones o estados. Por la similar integración racial, geopolítica, histórica. No mueve pues a sospechar de imitación sino de paralelismo. O de peripecia fraternal como en la independencia latinoamericana en el siglo pasado. Y la africana en la segunda mitad del actual.
Pero hay registrada en las costumbres, en la cultura, en la agitación ideológica de los países coloniales una impronta indudablemente imitativa de modas y tendencias metropolitanas que no responden al impulso natural, de aquellas coordenadas. Hasta ya entrado el siglo XX esas corrientes incidían fundamentalmente en el plano especulativo, polémico. La realidad de cada país sobreponía sus propias instancias sociales y humanas.
Pero andando el siglo, el incremento de los medios de comunicaciones y la masificación de los mismos -sin negar la concientización de la universalidad de los problemas de la sociedad humana- ha determinado que del plano intelectual se haya llegado a la imitación vital, a veces caricatura, de los tipos y modos extranjeros, ajenos a la tradición y a la esencia de cada nacionalidad. También a la imitación de prototipos. Sobre todo después de enero de 1959. Aurora para algunos. Relámpago fugaz para los más.
Sinceros en su sed de justicia, de liberación, en su ansiedad de acercarlas, de círculos intelectuales más que de esferas obreras o campesinos, surgieron en América los imitadores de Fidel y su guerrilla. En casi una década de intentos en distintas latitudes del Continente, se ha demostrado que por lo menos hasta ahora las circunstancias no se dan para reeditar nuevas Cubas.
Pero en el tiempo, esos frustrados guerrilleros, esos (p.e.) Tupamaros nuestros, se han profesionalizado. En el círculo vicioso de la actividad terrorista y la clandestinidad, se ven acorralados. Alrededor, una realidad que no se hace eco de su postura. Adentro, vivencias desubicadas que se autodestruyen o mueren destruyendo. Gratuitamente. En medio de la desaprobación colectiva de una sociedad que no concibe las bombas y las balas, el fuego y la sangre, como fautores de su felicidad.
La Vida en la Chacra: Cosechaban Explosivos y Practicaban Tiro
Ajeno a cuanto sucedió, echado en el costado de la puerta trasera del rancho de paja y palo a pique que fue la morada de sus dueños durante más de un año, un pequeño Fox Terrier blanco y marrón gruñía cada vez que un cronista o policía acertaba a pasar junto a él. Era la mascota de los “tupamaros”, y quizás no volverá a reunirse con sus dueños. Parte de la modesta vida cotidiana de la pequeña granja del kilómetro 36.800 de la Ruta 75, que hasta ayer escondiera un enterradero del grupo de acción directa “Tupamaros”.
En medio de una zona de viviendas modestas, el refugio de los “Tupamaros” no era excepción. Dos viviendas construidas por los mismos ocupantes exhibían ayer su precariedad ante la verdadera nube de periodistas y policías atraídos al lugar por el tiroteo de la madrugada y las sensacionales revelaciones posteriores.
A unos cinco metros de distancia uno de otro, los dos ranchitos daban la apacible impresión exterior de pertenecer a cualquier chacrero modesto. La más alta de las viviendas era un rancho de paja y palo a pique, con techo de quinchado a dos aguas. Tenía dos puertas y dos ambientes; el primero de ellos se destinaba a cocina. Los implementos eran los mínimos: un hornillo, dos mesitas, un carrito de feria utilizado a guisa de depósito de verduras.
Sobre la cocina, una pequeña plataforma de “costaneros” a la que se tenía acceso a través de una endeble escalera, servía de dormitorio femenino. Separado también de la cocina por la mampara de paja, el amiente del fondo albergaba a un solitario carrito de bebé y a un maremágnum de frazadas. Una puerta de “costaneros” apuntaba hacia el baño, separado de la vivienda por unos diez metros.
La restante construcción -techo y paredes de chapas de fibrocemento corrugado- también estaba dividida en dos ambientes. El más cercano al rancho de paja se destinaba a dormitorio masculino, exhibiendo cinco cuchetas y varias montoneras de ropa y frazadas. Las necesidades de espacio habían impuesto disponer de las cuchetas una sobre otra, como en un camarote. Cada uno de los camastros estaba formado por un bastidor rectangular de palo a pique al que se había adherido una arpillera doble. El único ornamento lucía debajo de la pequeña ventana, justo al lado del armario destinado a guardar la ropa: un pequeño retrato del Che Guevara y más abajo, la foto de Ariel Collazo recortada de una revista.
Un panel de madera aglomerada separaba el dormitorio del lugar donde la policía realizó los más importantes descubrimientos: el laboratorio, depósito de armas y taller de reparaciones. De ese lado de la vivienda, una de las paredes podía removerse totalmente de modo de poder dar entrada a los rodados que se “atendían” en el taller tupamaro.
En el laboratorio -a diferencia del resto de las instalaciones- imperaba un relativo orden y cierta limpieza. Una mesa grande debajo de una ventana, albergaba la mayor parte del material explosivo ya “manufacturado”, mientras que debajo de ella, en damajuanas, bolsas y cajas de madera, se amontonaban los implementos de fabricación. Había también varias bombas de gas del mismo modelo que usa la Guardia metropolitana y granadas de mano de procedencia extranjera. Sobre un costado de la mesa, apoyada en el suelo, una máquina especial cumplía la misión de rellenadora de cartuchos y fulminantes.
La enorme cantidad de elementos impide un inventario completo que en muchos casos … otra … tendría que basarse en presunciones. Había gran cantidad de elementos eléctricos aptos para armar circuitos detonadores, cápsulas de fulminante, varias gruesas de cajas de fósforos, un gran balde con un letrero “OJO: ESTO SOLO LO DESTAPA FALUCHO”, y una enorme cantidad de “cartuchos” de un tipo especial (cilíndricos, 16 cm, de largo por 5 de diámetro) con los que se fabricaba un tipo especial de bomba de la que había más de ochenta ejemplares prontos.
Impresionaba también la enorme cantidad de medicamentos que era posible encontrar en la vivienda. Más allá de un botiquín quirúrgico completo -bisturís, hemóstatos, hasta un fórceps- y de tubo de oxígeno con manómetro, los terroristas contaban con una batería de medicamentos como para prevenir cualquier contingencia. Predominaban las sullfas y los antibióticos en paquetes de doce cajas, con la faja puesta -se trataba de muestras gratis- y los analgésicos, pero había también antidepresivos -Nardelzaline, Timolex Fenelzine- anfetaminas y específicos de uso pediátrico.
El pequeño aljibe -cuyo desagote no condujo a ningún resultado- estaba atrás de las viviendas y el baño más apartado en una esquina de la empalizada. A unos cincuenta metros, por la parte trasera, corría una cañada rodeada de árboles, dando lugar a un estrecho monte.
* Entrenamiento de Tiro: aire comprimido
Ubicado detrás de la empalizada que ocultaba parcialmente a las construcciones, para quien observa desde la carretera, un cajón alargado de madera oficiaba como “blanco” en los entrenamientos de tiro.
A esos efectos, los Tupamaros empleaban armas de aire comprimido, cuya detonación no es casi perceptible. De juzgar por la gran cantidad de “copitas” y chumbos que estaban incrustados en los grandes mazos de papel de diario recortados que fueron ubicados en el fondo del cajón para detener a los proyectiles, los entrenamientos en esta materia deberían ser muy frecuentes.
Los Tupamaros contaban tanto con revólveres como con armas largas -una escopeta “Slavia”- de aire comprimido, y podían de este modo realizar una instrucción de tiro completa sin llamar la atención de nadie.
Fecha: 11 de Diciembre de 1968 – Diario “El Diario” – Pág. 14
SE PREPARABA EN PANDO A LOS NUEVOS TUPAMAROS
CENTRO DE FORMACION, ARSENAL Y SANATORIO
Trascendió que las dos ametralladoras de la Guardia Metropolitana incautadas en la guarida de Canelones donde cayeron ayer ocho tupamaros, son las arrebatadas a los funcionarios de aquella unidad, cuando el sensacional asalto al casino del Hotel carrasco y durante el golpe en el supermercado de Scosería contra un remesero del Banco Mercantil.
Por otra parte se ha podido establecer que dichos ranchos eran el centro de un comando operativo y táctico del Movimiento de Liberación Nacional, además del hospital de campaña, donde el tupamaro Ismael Fernando Bassini practicó una delicada intervención quirúrgica a un compañero suyo, ayudado por Corina Italia Devita Decuadra.
Interrogados en Inteligencia
Desde ayer los seis hombres y una mujer que fueron capturados por personal de la Sección Automotores vienen siendo interrogados en el Departamento de inteligencia y Enlace por el Comisario Alejandro Otero y el Subcomisario Pablo Fontana.
Casi todos los detenidos eran personas que fueron identificados hace ya varios años merced a la paciente labor investigativa de dicho departamento y se estima que ahora será posible conocer nuevos nombres de extremistas prófugos.
Todos los miembros del MLN presos están a disposición del Juez de Instrucción de 1er. Turno Dr. Daniel Pereira y el actuario Esc. Ramón D. Queiruga que inmediatamente de los espectaculares procedimientos de la víspera se construyeron en la chacra descubierta para tomar directo conocimiento de todo lo relativo a los importantes sucesos.
Anoche los tupamaros -con excepción del que resultó herido- pasaron a la Cárcel Central por orden del magistrado actuante.
El internado en el Hospital Maciel, es Victoriano Alvear Leal, oriental, soltero, de 22 años.
Hospital de Campaña
Ismael Fernando Bassini Campigli además de ser uno de los ideólogos del movimiento se desempeña como médico de los miembros de las células. A este tupamaro le faltaba una sola materia para recibir su título en la Facultad de medicina y se tiene la casi certeza de que fue quien tuvo a su cargo la delicada tarea de aplicar una inyección de narcótico, en la mano, al Dr. Ulisses Pereira Reverbel cuando su secuestro.
Bbassini domina la cirugía lo que además está acreditado por las altas calificaciones que obtuvo cuando brindó los exámenes correspondientes. Tiempo atrás debió practicar una difícil intervención quirúrgica a uno de los hermanos Delucía Grajales en oportunidad en que un compañero lo hirió de bala en el abdomen accidentalmente. El proyectil se alojó en un pulmón del herido.
En la primera operación Bassini hizo unas suturas de órganos que fueron por su perfección el asombro del médico forense al enterarse del trabajo realizado por el tupamaro e incluso se resistió a creer lo efectuara una persona que no fuera experto cirujano. Bassini, que fue ayudante en el Hospital Pasteur, afirma haber llevado a cabo él esa intervención señalando que la puede repetir en cualquier momento. En aquella oportunidad no pudo extraerle el proyectil a Delucía, lo que hizo hace muy poco tiempo también con todo éxito.
Una eficaz colaboración del extremista es la estudiante de medicina Corina Italia Devita Decuadra que ya finalizó sus estudios en la Facultad y le restaba rendir exámenes de seis materias para doctorarse.
Esto explica la existencia en los ranchos de tan completo instrumental quirúrgico así como otros materiales para practicar curas y operaciones. La chacra de Canelones era pues un verdadero hospital de campaña de los tupamaros a donde se trasladaban para su asistencia todas las personas enfermas o heridas de la organización.
El dinero de “expropiaciones”
Según nos informamos, el dinero de las “expropiaciones” (asaltos) que realizan los tupamaros lo administra el estado mayor del MLN que distribuye a las diferentes células -unas 35- las sumas necesarias para los gastos diarios de cada una de ellas que no puede estar integrada por más de diez personas. La limitación del número es para no levantar sospechas.
Precisamente, en los ranchos de Canelones, había solamente ocho tupamaros aunque, de acuerdo a diversos testimonios, allí concurrían de visita muchas personas en diferentes tipo de vehículos. Esto indica la importancia del cuartel descubierto que ya indicamos, era un comando operativo y táctico, donde incluso se impartía adoctrinamiento a los nuevos militantes. Tal el caso de José Manuel Rodríguez y Victoriano Alvear Leal, quienes habían llegado recientemente de zonas del interior de la República.
En estas viviendas, se daban cursos para la fabricación de explosivos de todo tipo. Lo evidencia la profusión de manuales hallados y el laboratorio que montaron, donde se disponía de variedad de productos químicos para la elaboración de bombas, petardos, granadas, etc.
Además, allí, se practicaba tiro al blanco. Un cajón relleno de papel de diarios y preparado especialmente, incautaron en la chacra.
Simulaban ser agricultores
Los tupamaros tenían en la chacra sobre la ruta 25 explotación agrícola, pero esto era solamente una pantalla para encubrir sus verdaderas actividades. De todas maneras, se les veía arar la tierra y plantar hortalizas.
Sin embargo, varios agricultores vecinos observaban asombrados, la forma en que aquellos hombres jóvenes cumplían sus labores, sin el menor conocimiento. En una ocasión, alguien vio lo juntos que plantaban repollos y hasta le dijo que creía novel granjero: “Si no los separa un poco, esos repollos le van a salir cuadrados…” Pese a esto, la simpatía de los extremistas y su corrección los hacía insospechables.
También en Tacuarembó
Un comando tupamaro habría robado 225 kilos de dinamita, cuando promediaba el pasado mes de noviembre, en el campamento de la empresa que construye la Ruta 26, en Tacuarembó. Este hecho, que ha sido motivo de investigación intensa, fue mantenido en reserva por las autoridades, peo trascendió en las últimas horas como consecuencia del exitoso procedimiento que desbarató ayer una célula extremista en Canelones.
Según datos oficiosos, el hurto de los explosivos fue cometido el día 16 de noviembre, en la madrugada. Los ladrones violentaron el candado del polvorín, llevaron 10 de los 59 cajones de dinamita que allí se guardaban, y luego pintaron en una de las paredes del local la leyenda: “Tierra, Tupamaros”, junto a una gran estrella en rojo.
El polvorín está situado a unos 500 metros de la carretera, en el empalme de la Ruta 26 con Tambores. La policía de esta ciudad fue la primera en intervenir, y en los primeros momentos, se realizaron interrogatorios a los empleados de la empresa Techín. Ello no dio resultados y poco días más tarde el Ejército tomó cartas en el asunto, principalmente porque se avecinaba la visita del Presidente de la República a Tacuarembó. Se desconocen los resultados de las investigaciones practicadas por los expertos de las Fuerzas Armadas.
(Copia fiel de los originales)
Fuente: www.pasadoreciente.com “Museo de la Memoria del Pasado Reciente”