PORROS, PASTA BASE, COCAINA Y BALACERAS

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El título anuncia un surtido de gran actualidad, pero que estremece a todos.

Algunos dicen que gente que consume drogas siempre existió, seguramente es cierto, aunque entendemos que parcialmente, en función de la dimensión que el asunto ha tomado en estos tiempos.

El atractivo o escape, que para muchos significa el uso de drogas, ha convertido a este asunto en un problema de orden mundial, que provoca millones de víctimas de un consumo adictivo, que destruye familias y vidas, más un negocio imposible de calcular el dinero que hoy mueve, pero que sabemos que ya se mide en billones de dólares.

Un flagelo que hace que gobiernos, fuerzas de seguridad, deban invertir recursos millonarios dedicados a intentar combatir a quienes se dedican a su comercialización, así como atender las secuelas del propio consumo.

El poderoso don dinero ya sabemos de lo que es capaz, por lo cual se doblegan voluntades, se compran personas de todos los niveles, haciendo que sus acciones y decisiones muchas veces favorezcan a los clanes del delito.

Todo esto nos presenta un “combo” complejo, con muchas aristas y consecuencias, que es debate a diario de las autoridades, así como de los ciudadanos que de una y otra forma el problema les alcanza.

Creemos que en definitiva, uno de los asuntos que se pone encima de la mesa, es el relacionado con el tema seguridad, algo que a todos nos preocupa, porque está en juego la vida propia, la de nuestras familias, amigos, instituciones, etc.

Tema nada menor, que ha sido uno de los “talones de Aquiles” de la gestión de 15 años de gobierno del Frente Amplio, para que perdiera el poder.

Los Estados cuentan con ciudadanos que se preparan en estos asuntos, estudian y se dedican, porque su profesión así lo exige, algunos lo hacen en prestigiosos institutos internacionales, por lo que son personas a las que se debería escuchar y atender cuando han adquirido esas destrezas.

Policías y Militares son naturalmente quienes están más cercanos a estos asuntos, por lo que serían a quienes más habría que escuchar.

Allá por los años sesenta, cuando empezaron a operar los primeros grupos guerrilleros en nuestro país, hubo autoridades, que intentaron advertir sobre un fenómeno que estaba comenzando y que no era nada menor.

Las academias de estudio elaboraron sus proyecciones coincidentes sobre lo que era inminente acontecería, pero el sistema político no atendió debidamente.

La subversión avanzó, Uruguay fue asolado por el accionar terrorista, hasta que el sistema político tuvo que recurrir a votar estados de excepción para hacer frente a acciones que comprometían la seguridad nacional.

La vuelta al sistema democrático implicó negociaciones con los representantes políticos, para concretar esa transición, donde las autoridades militares pretendieron dejar algunas seguridades para el país futuro.

En las conversaciones del Club Naval, el tema seguridad, en forma amplia del término, estuvo presente, pero no se atendió en forma adecuada lo que se pretendía advertir o prevenir, pensando en el futuro.

Viajando en el tiempo y aterrizando en nuestros días, el tema seguridad está más presente que nunca, siendo tema constante de polémica, encuestas, estudios, interpelaciones, entre gobierno y oposición.

El gobierno encaró, mediante un cambio sustancial en el accionar policial, un combate frontal al tráfico de drogas, provocando el cierre de numerosas “bocas” de venta e incautación de volúmenes importantes de la misma.

Obviamente que esto, ha provocado en la interna de los grupos delictivos, consecuencias varias, que como primera repercusión ha traído un número importante de víctimas mortales de gente vinculada a estas actividades.

Eso genera alarma, inquietud, sobre todo a la oposición que busca sacar partido de esto, pretendiendo mostrar fracaso y descontrol ante tantos homicidios, pese que los números de su gestión prepararon de alguna forma estas realidades.

Si realmente, este es un tema que preocupa y ocupa al espectro político y al grueso de la población, entonces algunas cosas se deberían hacer.

Acercar más la policía a los barrios, haciendo retornar la misma a sus lugares naturales de movimiento y conocimiento de quienes viven allí, como bien ha planteado Cabildo Abierto.

¿Si todos sabemos, que la delincuencia se vale de la noche para operar, traficar y delinquir, cuál sería el inconveniente de permitir el allanamiento nocturno?

Que durante la noche el hogar es un recinto inviolable, según enuncia la norma constitucional, es garantía para la mayoría de la población que estaría remotamente lejos de ser alcanzada, por lo contrario.

Sabemos que hay zonas conflictivas, llamadas “rojas”, donde las muertes, ajustes de cuentas y homicidios tienen una incidencia enorme.

Entonces, ¿por qué no se realizan operativos de saturación, operativos tipo “rastrillo”, previo cercamiento por la policía y se hacen incautaciones, requisas de armas, drogas, personas requeridas, como forma de golpear a la delincuencia en sus propias guaridas?

Las veces que sea necesario, para ir a fondo con la desarticulación de la delincuencia, no puede haber tregua ni pausa, si es que se quiere dar un combate frontal y contundente y recuperar la credibilidad de la gente, que llega a percibir, o se le induce a pensar, que en este rubro sigue todo igual o peor.

Si, ya sé, que los organismos de derechos humanos y los legisladores de izquierda pondrían el grito en el cielo, porque sería un atropello, se invadirían casas de buenos e inocentes vecinos y una larga lista de lloriqueos que conducirían a que todo siga como está, la mayoría se siga quejando y la casa sin barrer.

En esta inercia, es como se acumulan temas de relevancia a los que no se le dan solución, terminando como insumos para mostrar inoperancia y alimentar la cantinela de que todo está mal.

Otro lado del tema es lo que sucede en las cárceles, donde conviven todo tipo de delincuentes, las comunicaciones con el exterior deberían estar reguladas y no a uso y abuso de celulares casi sin control, por lo que las mafias siguen operando y dirigiendo lo que pasa en el exterior de las prisiones.

Estos delitos deberían estar castigados con penas mayores y con severidad para desalentar a quienes optan por esta forma delictiva, así como los reincidentes.

Yo me hago cargo y asumo sobre lo que escribo y opino, se muy bien que muchas personas no concuerdan, como otros tantos dirán o encontrarán algún calificativo que pretenda desacreditar o descalificarnos.

Aquí ejercemos nuestra libertad de expresión e intentamos sustentarla con argumentos, que se compartirán o no, pero pretendemos ir al fondo del problema, que todos calificamos como grave y preocupante.

Generalmente, cuando nos enfrentamos a temas que revisten estas consideraciones, las soluciones pasan por medidas severas, serias y que ataquen el problema con contundencia y eficacia.

Cuando a alguien se le detecta un tumor maligno, las medidas de combate al mismo, son radicales y agresivas para nuestro organismo, pero colocamos en la balanza las alternativas que nos aseguren aferrarnos a la vida y así actuamos.

Esto es bastante parecido, todos los días nos impactan los homicidios, así como la saña y violencia de algunos, repitiéndose en muchos barrios convertidos en campo de batalla y zona de riesgo para miles de inocentes.

En defensa de esos vecinos ajenos a esa violencia, pero afectados directamente por la misma, es que entendemos necesario actuar en forma contundente.

En esto la coalición debería alinearse y defender una actuación a fondo, para dar batalla, emitiendo la señal que la ciudadanía espera, de firmeza a este fenómeno.

El narcotráfico es cosa seria, hoy aliado a grupos terroristas ha adquirido poder político. Presidentes se declaran consumidores y convierten al consumo y tráfico de drogas en un enemigo poderoso y despiadado, por lo que el Estado debe poner su peso legal y sus fuerzas de seguridad dotadas de todas sus alternativas operativas y de combate a trabajar para enfrentarlo. Uruguay dejo el nivel drogas blandas y entró en el consumo de drogas duras como la cocaína, el éxtasis y más.

Los ciudadanos deben percibir que el Estado responde y los protege, sobre todo en estos temas tan sensibles, porque es su obligación y porque no se le debe dejar juego a la oposición. Está en juego el futuro.

Si hace veinte años alguien nos vaticinaba que el Uruguay tendría un problema tan serio con las drogas, nadie daría crédito, pero éstas han avanzado tanto, que hasta se venden en algunas farmacias como un producto más.

Como bien se ha dicho, ha bajado la percepción del riesgo que conlleva su consumo, sobre todo a nivel de juventud, grupo etario vulnerable y objetivo de los traficantes. Efecto directo de las políticas permisivas de Mujica y Soros.

El Estado debe trabajar en este aspecto, la prevención y la información seria de las consecuencias de su consumo, al igual que se ha hecho con el cigarrillo, deben estar entre las primeras y constantes medidas preventivas.

El narco elevado a la categoría de grupo de presión operando desde todas las fibras del entramado social es razón suficiente para una acción decidida y frontal. La sociedad está en juego y ya no sirven los paños tibios.

La suma de todas las acciones son las que dirán si se pudo con el porro, la pasta base, la cocaína y las balaceras.

2 COMENTARIOS

  1. Los temas acá tratados son la base medular de una conducta social provocada por 15 años de absoluta desidia política …el daño Populista es irreversible…no imposible…la lucha será dispar..
    Exelente la nota semanal el análisis nos pone en modo reflexión como siempre un placer leerlo!

    • 15 años de sembrar discordia, imponer modas, costumbres y legislar gracias a mayorias regimentadas, han provocado este caos, así como una pérdida de seguridad gigantesca. Recomponer esto, así como lograr que se comprendan los riesgos de cualquier droga, es una tarea a encarar urgentemente.
      Muchas gracias Claudia por los comentarios. Abrazo

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