Reflexiones sobre un día sangriento

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En el cincuentenario de los hechos de violencia política acaecidos el 14 de abril de 1972, nos proponernos relatarlos y analizarlos desapasionadamente, sin recuerdos selectivos y con toda la información con que contamos. Corresponde su contextualización para comprenderlos a cabalidad. Uruguay vivía desde 1963 y en especial desde 1968 un proceso de violencia política protagonizado, entre otras, por una organización armada autodenominada Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros), que se traducía en hurtos, rapiñas, estragos, extorciones, secuestros y homicidios, dichas tácticas bélicas tenían por propósito desestabilizar al gobierno constitucional y forzar una situación política que les allanase el camino a la instauración de un régimen socialista, inspirado en la revolución cubana. Para mediados de 1971 la guerrilla había asestado golpes certeros en áreas neurálgicas del Estado. El 4 de junio de 1971 asume como Ministro del Interior el Brigadier ® Danilo Sena (ex Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea), lo acompañaría, unos días después, en la Subsecretaría el Prof Armando Acosta y Lara (ex Director General Interventor de Enseñanza Secundaria). Al poco tiempo comenzaron a ocurrir hechos que no tenían precedentes en la lucha antisubversiva. El 18 de julio de 1971 desaparece Abel Ayala; el 31 de julio de 1971 es asesinado Manuel Ramos Filippini; el 17 de agosto de 1971 desaparece Héctor Castagneto y el 28 de febrero de 1972 Íbero Gutiérrez. Eran cuatro jóvenes tupamaros de nivel periférico dentro de la organización, los cuatro fueron  asesinados, pero en el caso de dos de ellos se procedió a hacer desaparecer sus cadáveres. A su vez comenzaron a producirse atentados con bombas explosivas a los domicilios de abogados de tupamaros y militantes de izquierda. Había surgido un grupo criminal autodenominado Comando Caza Tupamaros (conocido periodísticamente como Escuadrón de la Muerte). Esto fue advertido al MLN (T) desde Cuba. Según información desclasificada el Jefe de la estación de la CIA en Montevideo, que colaboraba con el Programa de Seguridad Pública del Ministerio del Interior, no compartía el cariz que estaban tomando los acontecimientos, al grado que el Embajador de los EE.UU Charles Adair en una entrevista llevada a cabo el 27/9/1971 se lo planteó al Ministro Sena. La estación de la CIA en Montevideo estaba infiltrada por un agente doble que respondía a la inteligencia cubana G2, quien reportaba a La Habana y desde allí le venía la información al MLN (T). Era un agente, cuyo nombre desconocemos, que había relevado a Manuel Hevia Cosculluela, quien en 1970 proporcionó toda la información que poseía sobre Mitrione, dado que era su ayudante. Con dicha información los Tupamaros secuestran al Agente Nelson Bardesio de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia y lo tienen en cautiverio desde el 24/2/1972 al 15/5/1972, quien luego de largos interrogatorios, revela las acciones y los nombres de civiles, policías y militares que a su juicio integraban el Comando Caza Tupamaros. La izquierda legal, incluso la más afín con el MLN (T) era partidaria de denunciar los hechos en el Parlamento y llamar a responsabilidad política y penal. Pero prevalece el extravío criminal de la columna 15 del MLN (T) que quería llevar a cabo una dura represalia de guerra. Y el 14 de abril de 1972 asesinan, con brutal frialdad, al Capitán de Corbeta Ernesto Moto, al Profesor Armando Acosta y Lara y al Subcomisario Oscar Delega, muriendo en esta última acción su chofer el Agente Carlos Leites y resultando herido de gravedad su acompañante el Agente Facundo Goñi, quien nunca se recuperará falleciendo el 22/3/1973, ambos eran ajenos a las imputaciones. A su vez fallan las acciones para asesinar al civil Miguel Sofía, al Inspector Víctor Castiglioni y al Comisario Hugo Campos Hermida. En el enfrentamiento con los encargados del frustrado homicidio de Sofía son abatidos 2 sediciosos: Nicolás Groop y Norma Pagliano y resulta herido de gravedad el Comisario Juan Reyes. Las Fuerzas Conjuntas ya habían ubicado dos fincas sensibles del MLN (T), y las mantenían vigiladas para en el momento oportuno allanarlas, ahora en la contraofensiva las allanan siendo abatidos 6 subversivos: Luis Martirena e Ivette  Jiménez en una de las fincas y Jorge Candán, Armando Blanco, Gabriel Schroeder y Horacio Rovira, en la otra. El saldo del día son 12 muertos y un policía gravemente herido que morirá casi un año después. La Asamblea General del Poder Legislativo suspende la seguridad individual y decreta el estado de guerra interno, que determinaba el sometimiento de los sediciosos a la justicia penal militar. Era el principio del fin de los tupamaros, el empleo de la represalia en la guerra es contraproducente cuando hay asimetría  entre las fuerzas en combate. Hay un testimonio insospechable y revelador, Bordaberry le relata al escritor Miguel Ángel Campodónico que antes de asumir la Presidencia pensó en designar al Brigadier ® Danilo Sena por entonces Ministro del Interior como Ministro de Defensa Nacional de su gobierno, en una entrevista Sena aceptó y le manifestó al Presidente electo que: “había que devolver golpe por golpe, que si mataban a un militar había que matar a un tupamaro, que si ponían una bomba, sería necesario responder de la misma manera”, Bordaberry discrepó con dicho criterio y de inmediato le manifestó que le retiraba el ofrecimiento. A cincuenta años de los hechos, debemos una vez más condenar la violencia ilegítima de los agentes del Estado, pero también hagámoslo con aquellos que un día desataron la violencia política obligando al Estado a reprimirlos. La revolución imposible e innecesaria, como acertadamente la han calificado Alfonso Lessa y Luis Nieto respectivamente, le costó al país centenares de compatriotas muertos, una aflicción colectiva sin parangón y una dictadura militar que duró casi doce años.

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