“La democracia no es adecuada para sociedades ignorantes, porque la mayoría ignorante decidirá su destino.
(…) En las sociedades ignorantes a la gente le gusta la mezquindad y el entumecimiento. Alguien que los droga para hacerlos perder la cabeza, alguien que los hace reír con tonterías, es mejor que alguien que los despierta a la realidad y los lastima diciendo la verdad.” (Antón Chéjov)
Las diferencias sociales son de por sí, producto de la voluntad de un sector vanidoso y narcisista contrario a la idiosincrasia y costumbres de otro de menos recursos para vivir la vida ostentosa y fútil -las más de las veces, no siempre- que viven los defensores de esas diferencias.
Mucho antes de aparecer estás diferencias, producto de un racionalismo absurdo y, derivado de un complejo de inferioridad traducido en superioridad; la única diferencia existente para esos entonces era la de dueños de propiedades y la de carentes de propiedades. Empero, ésta diferencia se reducía a ricos y pobres. La misma no planteaba enemistad entre ambos sectores de la población, en cambio, existía una colaboración recíproca -propietarios y asociados o labriegos- donde se trocaban bienes, materiales y alimentarios por mano de obra. Incluso la obtención de una porción de la propiedad por tiempo de servicio de forma que el “asociado” se torna propietario.
Así se conformaba una ciudadanía sin prejuicios sociales.
Con la aparición de los zánganos con aguijón -de la filosofía platónica- propietarios de un discurso enajenante y la emisión del mismo ante la parte pobre de la ciudadanía, ésta paz espiritual y aparente, derivada de una mutua colaboración entre partes opuestas por el poder adquisitivo, desapareció paulatinamente.
Ahora bien, es menester plantearse ¿porque existía o existen dos sectores de la población con diferencias económicas?
Las respuestas no son fáciles de digerir, no obstante tienen en su haber argumentos lógicos que intentan resolver tan poderosa diatriba.
En primer lugar tenemos la voluntad de progreso, la iniciativa propia y la inquietud de hacer más llevadera con el esfuerzo la vida cotidiana, eso se traduce en tenacidad, paciencia y ahorro. A esto se suma la adquisición de la propiedad, el manejo o explotación de ésta; más, austeridad.
Ya que se está hablando de algo previo a las diferencias sociales se puede deducir la tenencia de propiedades como una solución pacífica de distribución comunitaria entre miembros de una misma nación. Posteriormente, a la sagacidad de algunos ciudadanos ante otros incautos respecto a la solución de negocios. Por último a la apropiación indebida a causa del previo abandono por parte de los propietarios, a esto se le llamaría violencia.
Aquí se descarta la extorsión, la amenaza, el asesinato, etc.
Respecto a los carentes de propiedad tenemos la ausencia de voluntad de progreso, de iniciativa propia y de inquietud de hacer más llevadera con el esfuerzo la vida cotidiana, eso se traduce en pereza, ausencia de paciencia y ahorro. A esto se suma la pérdida de la propiedad ya que ignora el manejo o explotación de ésta y, prefiere deshacerse de la misma. En otras palabras la cede en venta, en su defecto la troca.
Los más ávidos en los negocios se adueñan de su propiedad mediante tratos las más de las veces asimétricos -no necesariamente- con lo cual sin darse cuenta, a la postre estará dependiente del que produce o ha trabajado tenazmente su propiedad y además ha obtenido la suya.
Finalmente pérdida de propiedad por abandono.
Luego de haber explicado una posible diferencia de sectores poblacionales basado en el poder adquisitivo se debe establecer que hace posible una sociedad fallida.
Con la desaparición del espíritu comunitario arcaico derivado de la conformación de clanes y grupos con diferentes puntos de vista acerca de la solución de necesidades y la adquisición de diferentes costumbres nace una diferente especie de liderazgo. Este liderazgo ya no tiene un propósito colectivista sino uno sectorial, que impulsa a un sector una posición retaliativa y diferente a otros de su misma población. En otras palabras se establece una diferencia que conlleva discriminación por parte de quien posee recursos contra otros que no poseen, a los cuales determinan como viles o mezquinos.
Por ende, existe la otra parte humillada y discriminada, las más de las veces ignorante del porqué de su desgracia. Ante lo cual, nace un liderazgo resentido que pugna por una reivindicación desproporcionada que culpa de la desgracia de sus seguidores a otros que, supuestamente, se han apropiado violentamente de sus recursos.
Cualquiera de este liderazgo que se haga de un gobierno y que descuide el bienestar de un sector; sea, el de los ricos en función del bienestar de los pobres o viceversa, es un gobierno que no ha logrado una comunión social. Por ende, se tiene como resultado una sociedad fallida.
Para Pitágoras el mejor gobierno es el mantiene una sociedad de economía media numerosa, de modo que exista siempre un espíritu de progreso ascendente.
El problema de las sociedades fallidas se resuelve con la educación, aparte de todo beneficio espiritual relacionado con moral y ética, se construye con el avance de la población respecto a la adquisición de conocimientos científicos y tecnológicos y con la creación de medios para obtenerlos y desarrollarlos en el campo de trabajo.
Aunado a fuentes de trabajo para desarrollar y producir bienes de servicio y de consumo por sus propios medios. Por ende, explotar los recursos naturales que el país geográfico posee, comercializar el producto de explotación y no, sus -materia prima- recursos naturales. De lo contrario, aunado a los malos gobiernos, los pueblos y naciones mantendrán siempre sociedades fallidas.
El paso más importante es amputar del gobierno al liderazgo y sus acólitos, adláteres y cancerberos corruptos.
Para Kant sería una estética trascendental. O sea, racionalismo autonómico. Es el fundamento de la paz perpetua.
Joise Morillo
Venezuela USA