Timor Oriental es el país más pobre del Sudeste Asiático.
Tiene frontera con Indonesia, ocupa la mitad Este de la isla de Timor, el enclave de Oe-cusse y las islas de Atauro y Jaco. Su Capital es Dili y la segunda ciudad en importancia es Baucau.
Sus lenguas oficiales son el Tetun y el Portugués.
Luego de un largo proceso de independencia iniciado en 1970, surgió como República el 20 de mayo de 2002.Se lo llamó en ese entonces “el país más joven del mundo”.
Como toda población de países emergentes, la de Timor se forma con subgrupos definidos por la etnia, regionalismo, parentesco y herencia cultural, dentro de un ambiente profundamente católico.
Cuando viví allí en 2002, el factor aglutinante lo conformaban la pobreza, el hambre y otras necesidades elementales como salud y educación.
El concepto de Estado fue difícil de insertar. Timor era un caso interesante porque cada sector de población tenía diferente concepto del término.
En Dili y sus alrededores se asociaba al Estado con el concepto de “presidente”.
Era diferente en Baucau y Viqueque, ciudades “caldo de cultivo” para toda la insurgencia, dónde primaba la figura del “líder revolucionario”.
Los paisanos habitantes de la selva tenían el concepto de “jefe de suco» (“suco”, en Tetun significa “aldea”).
El inconsciente colectivo timorense tenía muy asentado el concepto de “invasión”. Los veteranos líderes me decían: “Fuimos descubiertos por Portugal. Nos invadió Japón, Indonesia y por último ustedes, las Naciones Unidas.”
Al comenzar la búsqueda de la independencia, los revolucionarios abandonaron Dili y otras ciudades importantes (Baucau, Ermera, Ailieu), se ocultaron en las montañas y selvas y desde allí iniciaron la guerra.
Lo hicieron con recursos muy modestos, pocas armas, vestuario y equipo.
El «katana» (en Tetun, «machete») es la herramienta nacional timorense.
La emplearon incluso en la guerra.
Le pregunté al Señor Joao, viejo combatiente timorense, como había vivido el proceso de lucha. Me respondió con voz pausada:
“No teníamos recursos para combatir. El problema principal era la carencia de botas. Se las sacábamos a los enemigos que matábamos, pero era difícil removerlas después de enfriarse el cadáver. Para hacerlo más rápido, cortábamos las piernas con el machete y nos llevábamos todo junto: piernas y botas.”
No eran acciones banales respecto a la muerte, sino crudas acciones que demuestran como un pueblo usa las míseras herramientas que posee para enfrentar a quién sea.
El uso de la herramienta nacional de Timor (me refiero al machete) en ese tipo de menesteres indican que el proceso de independencia fue difícil, sangriento y salvaje.