Hace 20 años, el parador La Huella abrió camino en José Ignacio. Hoy es el punto playero y gastronómico de moda.
Clarin.com
“Acá está lindo, pero la nota es ir a José Ignacio”, apunta Diego (21) sentado en un parador de La Barra, invitado a un evento. Viene seguido a Punta del Este y su perfil tan local, mezcla de relax y distinción, muestra que sabe de lo que habla. Habrá que hacer entonces casi media hora por la ruta 10 para chequear el consejo y encontrarse con el punto playero y gastronómico de moda.
Ferraris, autos deportivos, motos BMW. Vehículos en gran parte de chapa argentina que pasean con cierto recelo por las calles de Buenos Aires, pero en José Ignacio van a sus anchas, entre famosos silbando bajito, buscando el balance justo entre ser discreto y dejarse ver.
En los eventos el dress code pedido es “estilo local”. Un vistazo alrededor traduce la máxima: telas livianas de tonos terrosos, calzado bajo marrón o plateado, sombrero de paja, fibra o caña. Nadie desentona. “Donde fueres, haz lo que vieres”, dice el dicho, y aquí se cumple.
La calma no tiene precio
En el último balneario de Maldonado, la acción transcurre en sus playas rematadas por un faro y en las 25 manzanas sobre la pequeña península que se interna en el mar. Allí hace dos décadas plantó bandera Parador La Huella, de Martín Pittaluga, el restaurante que el año pasado quedó entre los mejores 25 de América Latina en el prestigioso premio 50 Best y que se convirtió en referencia e impulso para toda la zona. Hace diez años, abriría a metros de allí y junto a Fernando Trocca el Mostrador Santa Teresita.
En esas manzanas también hay tiendas, como la coqueta La Esteña, que el año pasado fue visitada por la actriz Anya Taylor-Joy. Enfrente, sobre la arena, también puede hacerse shopping: una mujer vende en dos percheros vestidos camiseros de telas livianas para usar en la playa, con los tonos beige reglamentarios y otros más jugados, como verde o fucsia.
Lo que no es fácil encontrar es un almacén, al que se llega caminando varias cuadras. Allí hay hasta maní importado -viene de Alemania- pero no hay carteles con precios de nada. Una parte de quienes aquí viven pueden comprar sin mirar. Las casas se alquilan a 20.000 dólares por mes en promedio, y llegan a los 95.000. Las chacras marítimas se venden a entre 700.000 y 4 millones de dólares.
“Las playas son amplias, la arena es re limpia y el agua es bien azul. Acá estás en paz: no te jode nadie. Y es gratis”, resalta Ana (34), una de las primeras en llegar a bañarse en el mar este día. Teme igual que en el futuro José Ignacio no esté tan calmo. A una cancha de tejo de distancia, Laura (45) ve el lado positivo: “Vengo acá a nadar y a comer. Para lo último hay cada vez más lugares”.
De bautismos y cumpleaños
Uno de esos nuevos lugares es Osaka Punta del Este, que inauguró Agustín Latorre el 23 de diciembre del año pasado y se dio el lujo de arrancar con menú especial de Navidad. Está a apenas 200 metros del mar y desde su primer piso da una vista panorámica de Playa Brava. Aunque estar en una zona rodeada de agua permite un fácil acceso al pescado -está el mar y las lagunas Garzón y José Ignacio-, no es tan sencillo como parece para un restaurante que usa esa materia prima en formato nikkei.
“La brótola, que es lo que más se consigue, no sirve tanto para los platos que hacemos, porque se desarma -aclara su chef ejecutivo, Leandro Bouzada-. Usamos abadejo, corvina rubia y negra, lenguado fresco cuando hay”.
Otro desafío para un restaurante en José Ignacio es el alojamiento del personal. “Necesitás un staff muy específico que sepa trabajar los pescados para los platos que tenemos acá. La mayoría son de Buenos Aires y vienen a pasar el verano. Los pudimos relocalizar, pero no tan cerca, así que hubo que organizar los traslados diarios en dos vehículos”, explica Bouzada, pero no se queja. Al contrario, festeja que el local esteño esté lleno a toda hora.
Algo similar pasa a tres cuadras, en Mostrador Santa Teresita, este local abierto con mesas largas y un patio inmenso con árboles y hortensias. “Esta es una temporada muy fuerte. Por primera vez en diez años tenemos lista de espera para los desayunos y hay cola. También trabajamos a full los mediodías y las tardes”, celebra Trocca.
El cocinero planea festejar los diez años del lugar el viernes 20. Será con una comida especial a la que irán cocineros que pasaron por el local a lo largo de su historia, entre ellos Frank Castronovo y Frank Falcinelli, de Frankie’s, el restaurante en Brooklyn.
A diferencia de restaurantes a la carta o con menú degustación, Mostrador ofrece variedad de platos al estilo buffet y puede ir sumando diariamente nuevas propuestas en ensaladas, postres y pastelería. “Todos los años incorporamos algo nuevo. Este verano agregamos alfajor helado de dulce de leche y manteca de maní, entre otros platos”, cuenta Trocca con una pinza en una mano y un plato en la otra. Él mismo les sirve a sus clientes de José Ignacio.
Sigan La Huella
En Parador La Huella tampoco cabe un alma. Hasta el emir de Qatar, el mismo que le puso la capa árabe a Lionel Messi en el Mundial, almorzó allí. Nadie reconoció a Tamim bin Hamad al Thani porque estaba de chomba azul en lugar de la tradicional túnica blanca.
Pero otras figuras del espectáculo, los negocios o el deporte (Tinelli, Costantini, Susana, Repetto, Gaudio, Pampita) también suelen encontrar cierta privacidad en este restaurante. “A nosotros en La Huella no nos gusta hacer mucho show alrededor de figuras”, dijo Pittaluga a un medio local.
Ese restaurante es el más cercano a la playa Brava de José Ignacio. Su decoración es simple: techo de paja o de toldo, futones con almohadones blancos, troncos. En la ropa también prima la informalidad, aunque algunas clientas lleguen de taco. La verdadera estrella aquí es la cocina, con una parrilla por la que pasan corvina blanca, cordero, entrecot. El volcán de dulce de leche es favorito. Y todos los días hay sushi.
Es tanto lo vivido en este restaurante que alcanza y sobra para un documental. “La Huella, historia de un parador” se estrenará este domingo a las 19.30 en el marco del José Ignacio International Film Festival. La película dirigida por Alessio Rigo de Righi se proyectará en el lodge de lujo Las Musas, en Camino Ingeniero Sainz Martínez, kilómetro 2. Después habrá cena de, desde luego, La Huella, un lugar que marca el camino.
Fuente: Clarín Digital