Uruguay vive una profunda crisis social y los ánimos de la ciudadanía se hallan contrapuestos y enconados.
Las viejas divisas políticas y las arcaicas ideologías sesentistas no se adaptaron a la nueva realidad .
Por otro lado, es difícil enfrentarla, debido al bajo nivel de educación y preparación en todos los ámbitos.
Se acepta como válido cualquier concepto. Se dice “yo tengo códigos”, aunque es del caso recordar que quienes tienen «códigos» son los miembros de las mafias.
Los ciudadanos de a pie, los pelagatos, debemos reclamar la vigencia de principios y «normas de comportamiento y buena convivencia».
No es bueno atarse a prejuicios caducos, pero tampoco es conveniente aceptar lo novedoso solo por su condición de novedoso.
Los intelectuales y políticos populistas han empleado la «posverdad» para hacer
una distorsión deliberada de la realidad.
Manipulan creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y crear actitudes sociales favorables a algo ya obsoleto: «la izquierda».Pero hay otros fines
subyacentes.
La masa de jóvenes,con un bajo nivel de educación,desamparados,son el blanco de líderes narcos, hacedores, de negocios de enorme beneficio en dinero y poder.
También es el campo de figuras políticas practicantes de una protección social con el «reparto a granel» como medio y guía de vida.
Lo que los romanos llamaban «pan y circo» es ahora «desparramar ¿cultura? en las calles » e «instalar ollas populares» en las esquinas.
Así ocurre en barrios de Montevideo, los mal llamados «de contexto crítico» un tecnicismo «políticamente correcto» y en todas las demás zonas de la Capital ,usado para disfrazar una discriminación solapada y que no han logrado superar ni «la izquierda» ni «la derecha».
Y encima el negocio de la droga se extendió a todo del país. Era de esperar, al ser Uruguay un «país de tránsito» para varias formas de delito.
En los últimos años, esa situación alentó a los gobiernos a practicar un discurso basado en generosidad, igualdad y solidaridad, hasta el presente sin resultados eficaces.
Los gobiernos han querido ser más populistas que el Populismo. Los tristes resultados están a la vista.
Pero los uruguayos, como es costumbre, seguimos en la larga siesta.
Somos provincianos de ley y seguimos en la eterna discusión: si es más válido el sobretodo de Batlle, el poncho de Saravia o el megáfono de Seregni.
Y mientras tanto seguimos progresando en nuestra condición de «estado fallido» y los narcos siguen con su fábrica de dinero.