La huida de Yazaki y las señales del futuro
La empresa japonesa Yazaki, un actor clave en el sector automotriz, ha decidido cerrar su operación en Uruguay. Su partida no es un hecho aislado, sino una alerta roja para el futuro del país.
Las razones detrás de esta decisión son claras:
Pérdida de competitividad en exportaciones, agravada por un dólar con atraso cambiario y una carga impositiva excesiva.
Sindicalismo obstructivo, que no solo encarece la producción con exigencias desmedidas, sino que impide el cumplimiento de compromisos de exportación mediante paros y ocupaciones.
Entorno internacional desfavorable, donde otros países ofrecen menores impuestos, apoyo a las exportaciones y sindicatos con una visión más estratégica, que entienden que la sustentabilidad del empleo depende de la viabilidad de la empresa.
Pero si la situación actual ya es preocupante, el panorama futuro es aún más alarmante. Las señales del próximo gobierno no dejan margen para la duda:
Un ministro de Trabajo alineado con los sindicatos, que avala las ocupaciones y pone trabas a la actividad privada.
Un ministro de Economía que anuncia más impuestos, no para mejorar la competitividad del país, sino para financiar promesas electorales.
Una OPP convertida en trinchera del activismo social, promoviendo políticas que aumentan el gasto del Estado en lugar de incentivar la producción.
Ante este escenario, la casa matriz de Yazaki ha tomado una decisión pragmática: retirarse de Uruguay antes de que las condiciones empeoren aún más. No es un castigo ni una represalia; es la lógica de un inversor que ve cómo el país camina en sentido contrario a la estabilidad y el desarrollo.
El mensaje es claro. El problema no es solo Yazaki. Es la dirección que está tomando Uruguay. Y si el gobierno entrante no rectifica el rumbo, el éxodo de empresas y empleos apenas está comenzando.
Roberto Alfonso Azcona
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