Hispanoamericanos

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Pertenecemos a una civilización que a justo título se ha denominado greco-romana-judeo-cristiana, los valores que impregnan nuestra identidad cultural provienen de Grecia, de Roma, de Judea y de la Cristiandad.

El valor de la persona humana, sus derechos, los límites del Poder, la igualdad ante la ley, la libertad y la solidaridad entre otros muchos, hoy los consideramos connaturales a la dignidad humana, no obstante, ello no siempre fue así en la larga y azarosa aventura humana sobre la tierra. Pero a su vez somos hispanoamericanos dado que España nos legó esos valores con una impronta singular durante el proceso colonizador.

Incluso como decía Rodó podemos denominarnos iberoamericanos dado que la fragmentación de la península ibérica en dos Estados fue un hecho político que no alteró el significado original y propio de un nombre geográfico y no de nacionalidades, por ello siguiendo a Almeida Garret afirma que los portugueses podían, sin mengua de su idioma, llamarse también y con entera propiedad españoles.

Y ello puede reafirmarse aún al interior de España que no deja de ser tal y sin perjuicio de la prevalencia del castellano, al contener lenguas como el euskera, el catalán o el gallego entre otras. No obstante, por una razón histórica prefiero el gentilicio hispanoamericano, dado que en el pasado Portugal en Europa y Brasil en América fueron instrumentos del peor enemigo de España que fue el Imperio Británico, de cuyo vientre nacieron los Estados Unidos, usurpador del 65% del territorio mexicano.

El gentilicio latinoamericano, que empleamos habitualmente, no es totalmente adecuado dado que lo latino comprende no sólo a España y Portugal, sino además Francia e Italia que no tuvieron participación en nuestra conformación cultural original.

Cuando España llega al Continente encuentra a un conjunto de pueblos de muy dispar evolución cultural, desde nómades recolectores y cazadores, hasta culturas complejas como la azteca, maya o inca. Se ha idealizado a los pueblos precolombinos, soslayando su aguda fragmentación, sus guerras permanentes entre ellos, la esclavización de unos pueblos por otros, sus sacrificios humanos y el canibalismo.

El complejo proceso de descubrimiento, conquista y colonización que llevó a cabo España en América, como toda obra humana, no estuvo exento de abusos y crueldades, que una leyenda negra los ha llevado a niveles que no resisten la evidencia histórica disponible.

La leyenda negra no sólo tuvo por propósito enlodar a España y empequeñecer su obra, sino atenuar los abusos y crueldades a grado mayúsculo que cometieron británicos, franceses y belgas en Asia y África durante los siglos XIX y XX. Durante tres siglos España conformó un Imperio desde California a la Patagonia, donde se rescataron las lenguas, las tradiciones y los derechos de los indígenas, el mestizaje se expandió, cesaron los sacrificios humanos y el canibalismo, el monoteísmo cristiano superó al politeísmo ancestral, aunque matizado hasta nuestros días por un sincretismo. La prosperidad llegó a que las ciudades de Lima y México competían con las principales capitales europeas en niveles de confort conforme a la época.

La unidad la daba el idioma castellano, la religión católica, un derecho indiano heredero del romano, una monarquía como sistema de gobierno común a todas las civilizaciones, una descentralización en Virreinatos, Capitanías Generales, Gobernaciones y Cabildos, un extendido sistema educativo y sanitario y una moneda única la onza castellana de plata o real de a ocho que vinculaba monetariamente a la península, la américa hispana, la africana Guinea Ecuatorial y las asiáticas Islas Filipinas. La bandera común en su diseño contenía las aspas de borgoña o cruz de San Andrés y la fecha patria de todos era el 25 de julio día del Apóstol Santiago patrono de toda España. Los criollos tenían un grado de participación política, militar y eclesiástica relevante, ello culmina en las Cortes de Cádiz de 1812 con una representación significativa de diputados americanos, al grado de que el Regente será el americano Joaquín Mosqueira y Figueroa. En toda Hispanoamérica se enfrentó la invasión napoleónica con la fidelidad a la Corona Española. Pero el Imperio Británico aprovechó la ocasión para fomentar la secesión que en un comienzo nadie deseaba. A ello se sumó la ineptitud del Rey Fernando VII, que al ser repuesto en el trono defraudó las expectativas, y la ineptitud de los impropiamente denominados libertadores que quedaron entrampados en la hábil y seductora estrategia independentista británica, casi todos ellos luego se arrepintieron, pero ya era tarde.

Las resultancias fue la fragmentación en una veintena de países nominalmente independientes, que guerrearon entre sí y generaron sangrientas contiendas intestinas durante los siglos XIX y XX. El pasado es irreversible, pero es pertinente pensar que pudimos haber sido los Estados Unidos de Hispanoamérica, como lo son los Estados Unidos de América o el Reino Unido de Hispanoamérica, como lo es el Reino Unido de Gran Bretaña, Irlanda del Norte, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Más allá de sus errores y sus horrores, de los cuales ninguna civilización en la historia está libre, le debemos gratitud a España que nos legó una cultura esplendida y los valores de una civilización que dignificó la condición humana.

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