El ejemplo chileno

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El pasado 4 de setiembre en un plebiscito, con voto obligatorio y una participación récord del 85,82 % de los habilitados, la ciudadanía chilena en forma contundente, 61,86% contra 38,14%, rechazó un proyecto de reforma constitucional elaborado por una Convención Constitucional, con escaños reservados para representantes de pueblos originarios, sin relación con su caudal electoral. Dicho órgano fue electo en mayo de 2021 con voto voluntario donde participaron el 41,51% de los habilitados. La aplastante victoria del Rechazo cosechó el voto de 7.881.000 ciudadanos, superando los votos de los ciudadanos que participaron en el plebiscito de octubre de 2020, que decidió la necesidad de reformar la actual Constitución, y a su vez dicha cifra es mayor que la que obtuvo Gabriel Boric en el ballotage de diciembre de 2021.

Estos comparativos numéricos nos dan la pauta de la contundencia popular del rechazo. En el pasado mes de mayo del corriente año en una columna titulada “Chile ante una encrucijada”, analizamos someramente el texto aprobado y emitimos una opinión contraria al mismo, dando fundamentos para ello, a su vez conforme a las encuestas adelantamos que sería muy probable su rechazo. Sabía y sensatamente el pueblo chileno, por abrumadora mayoría, rechazó un proyecto de reforma constitucional maximalista, extremista, colectivista y refundacional, que hubiese llevado al país trasandino a la postración económica, con inevitables consecuencias sociales y a comprometer su unidad nacional.

Este histórico pronunciamiento electoral es un elocuente rechazo a las posturas dogmáticas y revanchistas de una extrema izquierda que forzó este proceso constituyente por medio de la violencia callejera, explotando legítimas aspiraciones populares de mejoramiento social. El malhadado proyecto enterrado en las urnas, fue una obra de ingeniería jurídica que ignoraba el papel que en la historia desempeña la espontaneidad social en la construcción de instituciones, que son obra de la acción humana de millones de personas a lo largo de generaciones y no del designio de un conjunto de convencionales. La Nación, el Estado, la Familia, el Mercado, el Derecho, etc, no se pueden transformar arbitrariamente por la voluntad de una élite extremista e indigenista, impregnada de odio y resentimiento. A su vez se ignoró  la formidable obra, que en todos los planos, lograron en más de tres décadas de democracia los gobiernos moderados de centro izquierda y de centro derecha.

La Constitución vigente fue aprobada en un plebiscito el 11 de setiembre de 1980, durante la dictadura cívico militar encabezada por el Gral. Augusto Pinochet, pero sufrió decenas de modificaciones desde la primigenia de 1989, pasando por la sustancial de 2005 y hasta las de más reciente data. Como oportunamente lo señalamos queda muy poco de la original Carta de 1980, justamente aquellas cuestiones que irritan a los extremistas de izquierda e indigenistas: la unidad nacional; la familia como núcleo fundamental de la sociedad; la economía social de mercado; la tutela del derecho de propiedad privada y los estados de emergencia para situaciones de grave alteración del orden público, etc.

Recordemos quela Junta Militar de Gobierno, que asumiera el Poder el 11 de setiembre de 1973, convocó a un plebiscito para el 5 de octubre de 1988 con el propósito de prorrogar el mandato presidencial del Gral. Pinochet hasta el 11 de marzo de 1997. Ante tal despropósito el pueblo chileno dijo NO, lo cual determinó que se lograran, en acuerdo con la oposición, una serie de enmiendas constitucionales que fueron plebiscitadas favorablemente en 1989 y para ese mismo año se convocara a elecciones generales donde triunfa el democristiano Patricio Aylwin, candidato a la Presidencia de la República por la Concertación de Partidos por la Democracia integrada por demócrata cristianos, socialistas e independientes. Patricio Aylwin asume el 11 de marzo de 1990 y le suceden en el cargo su correligionario Eduardo Frei Ruiz Tagle; los socialistas Ricardo Lagos y Michel Bachelet; el centro derechista Sebastián Piñera; un segundo mandato de Bachelet y luego un  segundo mandato de Piñera, para por último el pasado 11 de marzo de 2022 asumir el izquierdista Gabriel Boric.

El triunfo del Rechazo fue promovido por la derecha, la centro derecha, los demócratas cristianos y socialistas disidentes de la postura oficial de sus respectivos Partidos, los independientes y la ciudadanía lisa y llana que no quería hipotecar su futuro y el de sus descendientes. Era tal la inviabilidad del proyecto que los sectores moderados del Apruebo exhortaban a Aprobar para Reformar, con el compromiso de revisar las disposiciones más extremas. En el Congreso hubo acuerdo y se aprobó, con los votos de la centroderecha y la izquierda, una disposición constitucional que rebaja el quórum de reforma constitucional de 2/3 a 4/7, tendiente a allanar futuros acuerdos, ante el previsible triunfo del Rechazo.

Desde la derecha a la izquierda hay acuerdo en la necesidad de una reforma de la Constitución, pero las diferencias refieren al contenido de la misma. Ha quedado claro que el futuro texto será fruto del consenso, que recogerá la larga y rica tradición jurídico institucional chilena, que se respetaran las bases de una economía social de mercado y la libertad de elegir entre lo público y lo privado en materia previsional, educacional y sanitaria, que habrá una democracia auténticamente representativa y paritaria y que los pueblos originarios serán considerados, pero no sobrerrepresentados y que se reconocerá la pluriculturalidad pero no la plurinacionalidad. Como en 1988 ahora en 2022 Chile le da un ejemplo a  América Latina y al Mundo.

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