El 1 de marzo de 1919 entró en vigencia nuestra segunda Constitución que en su artículo quinto, entre otras cosas, reconoció la libertad de cultos y estableció que el Estado no sostiene religión alguna, con ello culminaba un largo y azaroso proceso de secularización que comenzara en 1861. No obstante, la inquina hacia el fenómeno religioso en general y el catolicismo en particular se mantuvo en el tiempo, hasta que comenzaron gestos de distención cuyos hitos vamos a detallar.
En 1926 la hija de Dr Gabriel Terra, quien era masón, le pidió a su padre que fuese padrino de su matrimonio católico, éste acepta y ello le trae aparejado una furibunda crítica de parte del diario El Día, en un artículo que presumiblemente habría redactado Batlle y Ordóñez. Terra con gran entereza le contesta y se mantiene en su postura, al costo de quedar excluido de la carrera presidencial de aquel año.
En 1935 ya Presidente de la República visita y pronuncia un discurso en la Escuela Agrícola de los Salesianos, donde refiere a la “brutal intolerancia” religiosa que había desatado en el país “la oligarquía inepta y oprobiosa” derrocada el 31 de marzo de 1933 y a continuación expresa: “Por eso en esta nueva era de tolerancia y respeto hoy rindo homenaje a la figura de Don Bosco en la persona de sus discípulos los salesianos”.
En 1939 el Presidente Gral Arq Alfredo Baldomir, normaliza las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, y designa Embajador al destacado jurista y político católico Dr Joaquín Secco Illa, el batllismo primigenio se había negado a tener cualquier clase de vínculos con la Silla Apostólica.
El 26 de mayo de 1955 contrae matrimonio exclusivamente civil Matilde Batlle Ibáñez, hija del Presidente Luis Batlle Berres, con Daniel Armand Ugón. Luis Batlle invita a su amigo el Arzobispo de Montevideo Mons Antonio María Barbieri, quien consulta con el Cabildo Eclesiástico Arquidiócesano y ante la opinión favorable de éste concurre a la boda, llevándole un hermoso rosario de obsequio a la novia.
Cuando en 1958, el eminente Prelado, es proclamado Cardenal, Luis Batlle, quien ya había consentido que en su diario Acción se escribiese Dios con mayúscula, le encomienda al joven periodista Julio María Sanguinetti que escriba una nota de felicitación y a su vez el Ministro de Relaciones Exteriores Prof Oscar Secco Ellauri lo recibe en nombre del Gobierno con el trato protocolar de Eminencia Reverendísima.
En 1985 el Presidente Sanguinetti, agnóstico, recibe sugerencias de varios de sus correligionarios para que no autorice el funcionamiento de la Universidad Católica, habilitada el año anterior por la dictadura, pero las desecha y les comunica a los jesuitas que comiencen los cursos. En ese mismo año en el mes de setiembre se convierte Sanguinetti en el Primer Presidente uruguayo en visitar a un Papa en la Santa Sede, lo reiterará en su segunda Presidencia en mayo de 1996.
En 1987 el Papa Juan Pablo II visita por primera vez el país y celebra una misa en la zona de Tres Cruces, la ceremonia litúrgica estuvo presidida por una enorme Cruz, que el Presidente Sanguinetti sugiere que permanezca como símbolo de tan magno acontecimiento. Se aprueba por ley y en la sesión del Senado de 14 de mayo de 1987 Jorge Batlle, defiende, con brillantez, la laicidad positiva y vota afirmativamente.
El Papa en su segunda visita en 1988 agradecerá el gesto del sistema político uruguayo. En el año 2000 el Presidente Jorge Batlle designa al Arzobispo de Montevideo Mons Nicolás Cotugno como Presidente de la Comisión para la Paz y el 7 de marzo de 2001 en una charla en ACDE vuelve a defender la laicidad positiva.
En abril de 2005 ante la muerte del Papa Juan Pablo II el Presidente Tabaré Vázquez, masón, dispone que se coloque al pie de la Cruz Papal una estatua del Papa fallecido. Los Presidentes Lacalle Herrera y Lacalle Pou, ambos católicos, inauguran sus mandatos con una celebración religiosa ecuménica.
Estos hechos de distención contaron con la oposición de parte de representantes de determinadas corrientes de opinión. Por ello no nos debe extrañar, que también se hayan opuesto, en la pasada legislatura, en la Junta Departamental de Montevideo, a que se erija una imagen de la Virgen María en un espacio público frente al Puerto del Buceo, y hace pocos días a la invitación oficial a una misa por la reinauguración de la Capilla del Hospital Vilardebó. La laicidad tiene por objetivo tutelar la libertad religiosa y de conciencia, en cambio el laicismo tiene por propósito neutralizar al factor religioso recluyéndolo al ámbito privado de cada creyente, y para ello invocan, equivocadamente, el artículo quinto de la Constitución.
Un Estado democrático, liberal y aconfesional como el nuestro debe desterrar la confrontación religiosa e incluso superar los gestos de distención, para pasar a una etapa de cooperación, que correctamente implementada, lejos de comprometer la libertad religiosa y de conciencia las promueve y las cautela en toda su extensión imaginable.
Como escribía en el diario La Razón el 14 de setiembre de 1906 José Enrique Rodó, que no era católico, en la novena contrarréplica a Pedro Díaz: “El libre pensamiento es cosa mucho más ardua y compleja de lo que supone la superficial interpretación común que la identifica con la independencia de la fe tradicional. Es mucho más que una fórmula y una divisa: es un resultado de educación interior a que pocos muy pocos alcanzan”.