BABEL. Por Joise Morillo

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La historia del Génesis acerca de la diáspora del valle del Senar (Babel) trasciende al deseo colectivo de intereses particulares concentrado en grupos o clanes. En otras palabras, la intriga entre sectores con diferentes formas de pensar ha traído como consecuencia la huida de Babel, quienes eran o pacifistas o más débiles de número, ante las pretensiones de otros más numerosos y violentos.
Tal emprendimiento no tuvo lugar sin que antes, cada grupo o familia, mantuviera estrategias de comunicación para distraer a cualquier adversario. De modo que, cada familia, grupo o clan, fue creando su propio sistema de comunicación o lenguaje.
En este ideario se contempla un deseo genuino de tener una razón válida, convincente y genuina para manejar la cotidianidad y con ello lo que podría concebirse como libertad. Sin embargo, esta razón no necesariamente rinde honor a la verdad como la naturaleza misma. Pues, la verdad, rinde culto a lo absoluto como creación universal y no como labor de la humanidad. Contrario a la verdad absoluta y, basado en discriminación, la humanidad ha creado conceptos parcializados qué, en vez de unir voluntades, las distancian de forma irreconciliable.
Eso ha pasado en el mundo humano, de esto se desprende el proverbio:
«Cada cabeza es un mundo» caso que sin concilio no existirá paz, y donde no hay paz no hay felicidad, ni bien. Por ende, no existe ni libertad, ni amor.
Antropológicamente, con el advenimiento de normas y leyes, la política ha transformado ese temperamento ególatra o individual de cada miembro de las naciones en algo de carácter homogéneo concentrado en las ciudades. Esto; de principio, es moral. O sea, según la escolástica, amor al prójimo. El mejor mentor -no político- ha sido el Nazareno.
Luego de un iusnaturalismo jurídico se crea, correlativamente, el positivismo jurídico ambas contempladas en función de las normas anteriores o prístinas y, en las leyes en evolución. En tal sentido se puede deducir ambas de las costumbres y necesidades, la idiosincrasia que los pueblos han tenido que manejar en el curso de su historia.
Sea, “el espíritu de las leyes” como afirma Montesquieu.
De estas ideas de orden y disciplina de la filosofía de la política la mejor exponente es la democracia y la peor la tiranía. Esta última trasciende de la ley del más fuerte con raíces en el comunismo nómada arcaico.
En este marco de apreciaciones es válido entender que la civilización se ha desarrollado como evolución de la cultura. Con fundamentos en una educación idónea y, que ha ido o, debe ir, paralela a la verdad de lo que la naturaleza ha mostrado como probable en el Universo.  Por ello, poderla manejar. Esa verdad -aunque evoluciona- es irreversible
e inmutable, intentarlo es una aberración.
Explicado esto, quiero señalar que en la enseñanza de nuestros hijos debe imperar la naturaleza de la verdad universal aunada al conocimiento. En tal sentido, debemos explicar a nuestros niños la verdad biológica y no un planteamiento psicológico con tendencia a la perversidad. La concupiscencia es parte de la naturaleza humana a tenor de las relaciones sexuales que, biológicamente, deben ser entre hombre y mujer. Cuando esto se torna morboso y no se discrimina la naturaleza biológica, se convierte en aberración -entiéndase como anormal-. Sin embargo, debemos estimar como libertad de decisión y respetar las preferencias sexuales entre seres humanos «adultos». No obstante, repito, es imperativo enseñar a nuestros hijos todo lo relacionado a la genética con profilaxis.
La ideología de género está desencadenando una trampa atrapada en una burbuja de frustraciones cuya campaña de adoctrinamiento se funda en sofismas y falacias muy lejos de la coherencia biológica. Quiero aclarar que no soy homofóbico y comprendo que el mundo homosexual tiene derechos civiles. Sin embargo, no apoyo su ideología -anormal-perversa por cuánto tergiversa el concepto de género; calificándolo, -tácitamente- de subjetivo. Esa burbuja ha explotado con una campaña aberrante en función de adoctrinar a los escolares. Tal voluntad no es peregrina, ni aislada, ni ermitaña, ha existido en el mundo desde el principio de su humanidad. Platón en su obra «el banquete», califica a la concupiscencia homosexual como estéril, pues su aporte a la especie humana es nulo.
Lo curioso es que; en «el banquete», la ponencia del homosexualismo como forma de «amor» se plantea por un filósofo resentido, Alcibíades, porque Sócrates despreció sus apetencias homosexuales con él, cito:
“Me levanté, sin darle ya lugar a que dijera nada, le cubrí con mi manto –pues era invierno- y arrebujándome debajo del raído capote de ese que veis ahí, ceñí con mis brazos a ese hombre verdaderamente divino y admirable y pasé acostado a su lado la noche entera. Y tampoco en esto, ¡Sócrates, dirás que miento! Pues bien, pese a esto que hice, hasta tal extremo se sobrepuso a mí, me menospreció, se burló de mi belleza y me injurió -y eso que yo creía de ella que valía algo, ¡oh jueces!, pues jueces sois de la soberbia de Sócrates-, que…, sabedlo bien, por los dioses y por las diosas, iMe levanté
tras haber dormido con Sócrates, ni más ni menos que si me hubiera acostado con mi padre o con mi hermano mayor!” (Alcibíades en El banquete, Platón, Pág.: 106, Ed. Orbis).
En “la misma obra, Sócrates, con su discurso acerca del amor ante un Oráculo de una ciudad antigua llamada Mantinea, le manifiesta respecto a la relación entre lo bello y el amor, que no entiende sus postulados, a lo cual Diotima -el oráculo- le insinúa la diferencia entre la relación sexual heterosexual y la homosexual, cito:
“No lo entiendo –Sócrates-
-Pues bien -replicó Diotima- te lo diré con mayor claridad. ¡Conciben todos los hombres’ ioh Sócrates! No sólo según su cuerpo sino también según su alma y una vez que se llega a cierta edad desea procrear nuestra naturaleza. Pero, no puede procrear en lo feo sino solo en lo bello.  La unión de varón y de mujer es procreación y es una cosa divina pues la preñez y la generación son algo inmortal que hay en el ser viviente que es mortal. Pero ambos actos es imposible que tengan lugar en lo que no está en armonía con ellos; y lo feo es inadecuado para todo lo divino y lo bello, en cambio, adecuado (…) Pues no es el amor, Sócrates, como tú crees, ¡amor de la belleza!
-Entonces; ¿qué es?
-Amor de la generación y del parto en la belleza.
-Sea -dije yo.
-Así es, en efecto. Mas, ¿por qué es de la generación? Porque es la generación algo eterno e inmortal (…) la naturaleza mortal busca en lo posible existir siempre y ser inmortal. Y solamente puede conseguirlo con la procreación” (Ibidem, Págs. 86-87)
En la relación de gente del mismo sexo advierte que al no producir esa procreación y no consentir en algo productivo se abocan a vivir juntos pero dedicados más al trabajo y no –por imposible a la procreación-.
La teología lo condena –sin mi apoyo cognoscitivo- con el mito de Sodoma y Gomorra. El Marqués de Sade lo patentiza como patético en la obra «120 días de Sodoma». La doctrina de la ideología de género es como el comunismo, una zurda aberración. La diferencia estriba en que la primera es una aberración social y la segunda es una aberración de la naturaleza humana.
Por esto, no es extraño que los Tahúres de los nómadas del nominalismo comunista -ahora progresismo- intenten hipócritamente hacer bandera proselitista apoyando movimientos homosexuales como carne de cañón. Lo curioso, irónico y ambiguo es que: En el siglo XX en Cuba de los años 60 El Che Guevara y Fidel Castro a -maoísta y estalinista- respectivamente execraron la tendencia homosexual creando los llamados campos de trabajos forzosos dizque para “reeducar” a los homosexuales que les consideraban indignos a la revolución y la construcción del hombre nuevo, solapados con el nombre de UMAPs (Unidad Militar de Ayuda a la Producción).

Joise MORILLO
[email protected]
Venezuela – USA

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