LAS MIELES DEL PODER. Por Sebastián Castro

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En 2011, el entonces presidente venezolano Hugo Chávez afirmó: “Yo dije un día ser rico es malo, sí, y lo repito, ser rico, ser ricachón, ser burgués es malo”.

Si Chávez hubiera sido Vegano, sería igual a decir que los frigoríficos son el opio de los pueblos, mientras se come una hamburguesa de Mc Donalds. La vida de los grandes fantoches de izquierda forman parte de las grandes dicotomías de la historia. Nadie antes o después del Che Guevara y su cruzada por Bolivia, compartiría jamás las mismas miserias que su ideología pregona. Maradona por ejemplo, se operó el estómago en la Argentina de Macri y no en la Venezuela de su amigo Maduro, donde no hay bolívares ni para un paquete de gasas.

A pesar de su durísima retórica “anti-imperialista” y anticapitalista, Hugo Chávez usaba lujosos relojes Patek Philippe y Cristina Fernández que tuvo una retórica hostil contra la acumulación de capital, ostenta mansiones y hoteles entre sus bienes declarados. Evo Morales por su parte. viaja en primera clase y se dio el lujo de gastar 36 millones de dólares en el palacio presidencial, cual faraón egipcio.

La Casa Grande del Pueblo (así lo hace llamar) tiene 31.800 metros cuadrados, 29 pisos, un helipuerto y un centro ceremonial.

Desde las selvas de Colombia también se multiplican los excesos y algunos líderes guerrilleros se aseguran de contar con lujos. Uno de los casos más notorios es el de Jorge Briceño alias “Mono Jojoy”. Briceño, comandante del Bloque Oriental de las FARC, era un aficionado a los caballos de paso fino. En sus fiestas, Jojoy bebía whisky importado y mostraba sus caballos. A pesar de las comodidades con las que contaba, el líder guerrillero predicaba en contra de la acumulación de capital.

Por fin llegamos al más notorio y polémico combatiente del capitalismo, el Pepe Mujica. Sólo desde el 2012 al 2015 el patrimonio de Mujica creció un 92%. En términos electorales, parecer pobre “garpa más” aunque Mujica tenga un patrimonio muy similar al de Astori. Uno viste chancletas y el otro, trajes a medida. Uno pela tomates en una tabla mugrienta y el otro come en Fellini. Imaginen quién es más popular.

Y por último y no menos nefasto, el ascenso político de Raúl Sendic que nada, absolutamente nada tenía que ver políticamente ni moralmente con su padre, llegó a su fin luego de usar el aparato político en su beneficio, dejando un monopolio casi fundido y como si fuera menos importante, robandole al pueblo unas bicocas que ascendieron a unos 30 mil dólares y 800 mil pesos que en setiembre del 2022 devolvió bajo intimación judicial, arreglando por menos de lo que debía. Casi nada.

La izquierda es pueblo, hasta que tiene entre sus manos las mieles del poder y el dinero. Las pruebas están a la vista.

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