DIOS SIN RELIGIÓN. Por Joise Morillo

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Como inicio tenemos que; en su naturaleza, Parménides describe una idea que representa inminente existencia, con lo cual afirma: “lo que es no puede no ser”. De este modo podemos interpretar que todo lo que existe, tal que es, tiene una constitución armada por algo, ese algo es lo que crea y los que en ello creen le llaman Dios.

Empero, como la genuina creencia y la fe no son propias de quien ha aprendido una lección en las instituciones educativas que se entienden de las doctrinas, la creencia y la fe deben aceptarse derivadas de la contemplación y la firme convicción de una verdad creadora cuya estética va más allá de la simple compresión del más del común del pensamiento (de lo mundano). O sea, no como una sencilla experiencia del mundo.

Lo anterior determina que el individuo humano tiene la total libertad para escoger que creer o no. Sin embargo, la historia ha observado que la especie humana ha fraguado algo muy importante que en otras especies se determina como gregarismo. Ese algo es asociarse –por lo menos intentarlo- para vivir mejor. De esto ha derivado comulgar en muchas características o modos de vida, entre ellas, idiosincrasias, culturas, costumbres y, por ende, civilizaciones y sistemas políticos.

Con estas características se aúna un deseo profundo de armonía y paz.
Ante esto, debemos descartar las variantes de las conductas, la inconsciencia y la sociopatía. Igualmente, parte de la especie humana ha determinado juntarse para rendir culto a eso poderoso que crea.
Ergo, las religiones.

Cuando asistí por vez primera a las clases de teología en UNICA mi expectativa se concentraba en la idea de Dios. Para sorpresa mía, la primera clase se conformó en definir el concepto religión; esta primera experiencia, no fue muy alentadora respecto a concebir la verdad del concepto debido a que, mi idea era más sacramental más divina, celestial.

El profesor era un sacerdote de la iglesia católica y, lo primero que planteó fue la etimología de religión, así:
“Proviene del latín, religio, religiōnis, del prefijo re- expresa repetición, y por ende firmeza e intensidad, asimismo acompaña el verbo ligāre,  estrechar un vínculo y finalmente se completa con el sufijo -on tomado del latín -o, -ōnis, propio de la estructura de la palabra para proporcionar acción y efecto.”

Finalmente, el sacerdote fue más escueto y dijo:
Religión, es juntarse repetidamente para rendir culto a algo, nuestro algo es Dios.

Antes de esto, para mí, que la religión contemplaba un vínculo existente entre el hombre y una o varias divinidades; quedó, no para profesar fe y comunicación celestial con el creador sino para rendirle culto.

Aunque esto parece drástico de mi parte y, bastante explicativo a la vez, tiene un fundamento que trasciende de las más rancia de la cultura teológica judaico-cristiana, eso, descartando toda herencia ancestral ej.: sumeria y babilónica.

El libro emblemático de la santidad del culto judaico-cristiana es Levítico; este, desde su principio exige atención especial para efectuar rituales religiosos de Israel que incluyen sacrificios (holocaustos) de animales jóvenes y sanos para ser ofrecidos en un santuario aprobado, lo que” simbolizaría” la santidad y la compasión de Dios. Estos, serían controlados por los sacerdotes, quienes con cuidado e instrucción los preservarían en castidad y, por otro lado, cuidadosamente les enseñarían su significado a las personas. Cada sacrificio en particular tendría un significado para la gente de Israel, pero también tendría un significado simbólico y espiritual.

Evidentemente, tal actividad identifica algo más allá de la fe que promueve una idea de ganancia, esta ganancia es indulgencia, una pretensión que determina la esperanza de recibir perdón, providencia de recursos y fortuna, buena ventura y toda clase de beneficios que supuestamente estaría a expensas del poder de decisión de Dios y bajo la expectativa de que el culto por su aroma y diligencia era agradable al olfato del creador.

Mis preguntas son las siguientes ¿Qué plantea o testimonia como veracidad esa querencia de Dios respecto a que le gusta y que no?
¿Debemos calificar a Moisés como iluminado por el hecho de haber bajado del monte Sinaí con un decálogo que, aunque tiene un mensaje de disciplina y armonía para concertar paz, solo él sabe cómo lo obtuvo?

Tenemos por caso la obra de Jesús de Nazaret, no escribió nada, sin embargo, en similitud del sacramento bíblico concibe el amor al prójimo como elemento fundamental de la existencia humana, en su evangelio se manifiesta la idea de necesidad de amor antes que otra condición para concertar la paz y la armonía en el mundo humano y no otra variante como el culto celestial.

Jesús invita, incluso a amar al supuesto enemigo, caso que, en levítico, así se expresa, cito:
“No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.” (Levítico 19:18).

En conclusión, el mensaje de Jesús es educarse en el amor desde temprana edad, alejarse de la intriga, evitar el odio, y toda clase de defecto de la conducta humana.  Para él, creer en sus palabras es estar bien con Dios y no ser adeptos a una religión como pretendía en sus tiempos el Sanedrín.

Sin embargo, Levítico hacen hincapié en las prácticas rituales, legales y morales más que en las creencias:
Jesús con sus metáforas, ejemplo: en lo que se conoce como “La Santa Cena”, expresa su pasión por compartir, solidaridad, unión para ser mejores. Mediante la ofrenda del vino y el pan se puede aceptar una identidad con la idea aristotélica de potencia y acto. Este es sangre de mi sangre y este es cuerpo de mi cuerpo, tomad todos de él, es la expresión de lo que es y va a ser en la medida de convertirse en sangre y carne (potencia y acto) y, en función de compartir para vivir mejor.

Derivado de esto podríamos tener la fe de gente de tiempos más cercanos como lo expresa el apóstol de la libertad, el poeta positivista cubano del S. XIX, José Martí (1853-1895) admirador del poeta también positivista venezolano Cecilio Acosta (1818-1881, Venezuela) de quien recibe el nombre mi Universidad, UNICA. De su obra, “versos sencillos” tenemos:

«Cultivo una rosa blanca,
En julio como en enero,
Para el amigo sincero
Que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardos ni ortigas cultivo;
Cultivo la rosa blanca.»

José Martí

Actualmente, aunque no comparto el sesgo comunista del Papa Francisco, concuerdo en que, si algo ha tenido de acierto en su discurso es que, igual que Rorty (1931-2007. EE.UU.) en otrora, han afirmado que:  ser buenos, y creer en Dios no hace falta ninguna religión.

En este marco de apreciaciones se debe observar que; Aceptar, un concepto en comunión a cuyo espíritu se le profesa fidelidad respeto y culto, incondicionalmente contiene indirectamente dogma.

Tal voluntad no implica necesariamente un estado de consciencia cuya impronta sea la enajenación, pero si fe y credibilidad; es por genuidad, intuición. De esto, lo único empírico se le adjudica a lo que en la religión cristiana se le conoce como milagro.

«(…) y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (Juan 8:32)

¡Esta verdad fuera del contexto cristiano tal que verdad, como conocimiento probable os hará libres!

¡Conocer que es lo bueno y lo bello como tal (noúmeno) es amor!
Descartando el narcisismo, conocerse y amarse a sí mismo, os hará libres para amar a otros. (derivado de la máxima del oráculo de Apolo, en la antigua Delfos)

Sin embargo, la admiración y el respeto a la profecía de personas -valga el término- no contine adepción como tal, Empero, tal admiración entendida como valida y próspera es tomada como ejemplar y encomiable. En esto, es menester observar la virtud del profeta cuyo discurso contiene una elevada estética.

Lo anterior planteado es una exhortación a la libertad de pensamiento, de esto el Nazareno decía:
De la literatura clásica hispana, determinando la saga épica y moral que – piensa el autor- se manifiesta propiciada de la “esfera celeste” de la providencia de Dios al mundo; tenemos, en “Don Quijote de la Mancha” lo siguiente:
«La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como la honra se puede y debe aventurar la vida». (El manco de Lepanto, Miguel de Cervantes)

 Joise Morillo
[email protected]
Venezuela-USA

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