La frase que da título a mi humilde columna hace referencia al espectáculo del grupo humorístico Les Luthiers titulado La comisión, más específicamente la parte III (dejo el enlace al final).
En dicha obra se destaca satíricamente la manipulación política y la falta de escrúpulos en la búsqueda del poder. La trama gira en torno al intento de cambiar el himno nacional para favorecer a un político, empleando estrategias absurdas como alterar la fecha de independencia. Este enfoque humorístico ilustra cómo algunos políticos están dispuestos a distorsionar la verdad para su propio beneficio.
La comedia se intensifica al proponer reemplazar nombres en el himno, subrayando la naturaleza oportunista y cínica de la política. La discusión sobre la rima entre el apellido del político y la fecha de independencia añade un toque absurdo, resaltando la falta de coherencia en la propuesta.
Algo de eso vivimos estos días con Montevideo, o mejor dicho con su fecha de fundación. La inefable Carolina Cosse decidió adelantar los 300 años de la capital para consolidar su imagen electoral, pero para desarmar este rompecabezas es necesario saber la historia de Montevideo.
Entre los años 1724 y 1749, se llevó a cabo el proceso fundacional de la ciudad de Montevideo, que actualmente funge como la capital de nuestra República Oriental del Uruguay.
Contextualizado en el período posterior a la Guerra de Sucesión al trono (1701-1714), caracterizado por una expansión demográfica y económica en Europa, la corona europea revaluó el frente atlántico americano, dando lugar a un interés renovado en la conquista y colonización de territorios americanos. La fundación de Colonia del Sacramento por los portugueses en 1680 destacó las vulnerabilidades defensivas en la región, evidenciando el riesgo de perder la Banda Oriental.
«Tierra sin ningún provecho” hasta la introducción de la ganadería por Hernandarias.
Preocupado por las consecuencias del Tratado de Utrecht y ante la posibilidad de nuevas fundaciones portuguesas, Felipe V instruyó al gobernador del Río de la Plata, Don Bruno Mauricio de Zabala y Gortázar, a fortificar la bahía de Montevideo. El 20 de enero de 1724, las tropas españolas ingresaron a la península, conocida en todo el imperio como Montem Video, acto seguido por la rápida construcción del Fuerte San José.
En un esfuerzo por consolidar la presencia española en la región, el 3 de julio de 1725, don Francisco de Alzáibar obtuvo un contrato para trasladar familias desde las Islas Canarias a Montevideo. El 28 de agosto de 1726, Zabala emitió el auto de fundación de la ciudad dirigido al Cabildo de Buenos Aires. El proceso fundacional continuó, y el 1 de enero de 1730 se estableció el Cabildo, marcando la «fundación jurídica» de la ciudad.
Inicialmente concebida con la doble función de frenar el avance portugués en la Banda Oriental y controlar la navegación portuguesa en el Río de la Plata, Montevideo evolucionó con el tiempo de un campamento militar a una ciudad.
La historia es una, pero la ingeniera (y su séquito) se empecinan en hacer lo que menciona la frase de marras: «donde dice Ponce, ponemos Garcete».
En estos tiempos tumultuosos de campañas electorales, donde la historia parece convertirse en moneda de cambio, es esencial recordar la trascendencia de preservar la verdad histórica. En un escenario marcado por la escasez de propuestas efectivas y la maraña del juego político, debemos permanecer en guardia ante aquellos que, en su voraz búsqueda de poder, no dudan en distorsionar la realidad. La integridad de nuestra narrativa histórica y el discernimiento ciudadano son nuestras mejores defensas ante las artimañas que amenazan la esencia misma de nuestra democracia.
La Faraona/Fanfarrona es un show humorístico, pero paga con nuestros impuestos. Un verdadero peligro para la República que opera desde el PCU, no nos olvidemos de eso.
Todo el espectáculo de La comisión es una premonición de la izquierda actual, la segunda parte dice claramente «inventamos el enemigo, luego el conflicto viene solo» ¿No es lo que hicieron todos estos años?
Excelente publicación y excelente nivel cultural el que manejan para las publicaciones.