ARTIGAS Y SU TIEMPO. Por  Mario Menyou

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Hablar del Señor Gral. Don José Artigas en el territorio de nuestro país, implica hacerlo honrando los hechos de su vida que lo llevaron al pedestal de la gloria, en que desde hace muchos años lo ha instalado nuestro pueblo.

Muchas de las palabras que se expresan al respecto, pueden llegar a ser nuevas para algunos y repetitivas para la mayoría, y esto es, debido al conocimiento que la población, desde época escolar, adquiere sobre quien fue el precursor de nuestra nacionalidad.

Todo historiador, investigador o conferencista, trata que sus palabras o letras contenga algo inédito o llamativo, que ofrezca destaque a sus dichos y quizás lograr elogios sobre su trabajo. Evidentemente, en nuestra condición ser humano común y corriente, no puedo hacernos evitar caer en la misma inclinación, pero el tema sobre el que nos estamos refiriendo, por los conocidos y reiterados homenajes a Artigas, la inmensa bibliografía que lo ha estudiado y descripto en todas sus facetas, desanima la idea inicial y nos obliga a buscar las mejores palabras para homenajearlo, pues bien han quedado en todas esas letras que se han escrito sobre su vida y obra, que bien merecidas están.

De todas formas, al concretarse la idea de escribir algo en estas fechas, atendiendo a los temas que podrían ser de más atención de público de estos tiempos, buscamos en la memoria primero, hechos o acciones de Artigas, relacionados con la Administración del Estado, disposiciones legales, autoridad, representación del Pueblo y otros. Eso llevaba a aspectos puntuales sobre acciones del héroe y este artículo  sería solo sobre alguna de ellas, dado el desarrollo que implicaría atender en particular,  uno de los grandes y  relevantes hechos históricos que nos legó.

Así fueron pasando por nuestra cabeza estos principales hechos y el común indicador de ellos, el pensamiento de Artigas. Y, ahí surgió el tema, dónde está el origen su ideario?, pues siempre se habla de la influencia que sobre él tuvo un libro de Thomas Paine y las Constituciones Norteamericanas que transcribía, pero nuestro Prócer no nació cuando la Instrucciones del Año XIII.

Entonces, mirándonos introspectivamente, como cada uno  puede mirarse a sí mismo, tal cual lo expresa Ortega y Gasset, somos producto del “yo y las circunstancias”.  Cada uno es como es, pero para llegar a lo que hoy es, hubo incidencia de los padres, la familia, los amigos, estudios tareas, trabajos, su entorno.

Y Artigas, ¿fue ajeno a todo eso? Evidentemente que no.

Artigas nació en 1764, algo más que conocido, pero hay dos cosas a considerar con este dato, la familia que tenía y el ámbito en el que se crio. Aquí surge el interés por el yo y las circunstancias que es de suponer, conformarán el pensamiento de Artigas.

Sin dejar de buscar en la memoria los conocimientos adquiridos sobre el Prócer y pasando en una segunda etapa de trabajo a revisar el Archivo Artigas, que para saber sobre el Héroe es como una biblia, e incluso como aquella comienza con unos capítulos similares al Génesis, allí encontramos a uno de los primeros pobladores de Montevideo, el abuelo paterno del Prócer.

Don Juan Antonio Artigas y Ordovás (Ordouas según el Archivo), es originario de  La Puebla de Albortón en el Reino de Zaragoza y nacido en 1693. Fue militar, Soldado del Regimiento de Caballería y participó en la Guerra de Sucesión por la corona española; fue destinado en 1717 a Buenos Aires a reforzar el presidio existente allí.

 Contrajo casamiento en Buenos Aires con Doña Ignacia Javiera Carrasco, hija del Capitán de Caballería Salvador Carrasco, importante jerarca en Buenos Aire a cargo del presidio al que fue asignado como custodio Juan Antonio.

Se avecinan en Montevideo Don Juan Antonio con 30 años e Ignacia con 25 y serán de los primeros pobladores de la ciudad. Se les asignará casa en Montevideo y una chacra en la zona del Arroyo Miguelete. En 1730 a este Artigas, lo vemos con el grado de capitán y como Alcalde de la Santa Hermandad, posteriormente Alférez Real y nuevamente ocupando varias veces el cargo de Alcalde Provincial, que era en esencia un administrador de justicia. Uno de los hechos más destacados que se le atribuyen fue en 1733 un acuerdo con los indios Minuanes, que asolaban las chacras y estancias dependientes de Montevideo, por el cual se aseguraba la paz entre indios y colonos, resolviendo por este acuerdo vivir en adelante “con los españoles como hermanos” (así decía ese acuerdo).

Don Juan Antonio Artigas convivió con su nieto José, hasta que este alcanzó la edad de 12 años, por lo cual es dable a pensar la influencia que esta persona tuvo sobre su nieto, así como las acciones que produjo en el entorno, en que se criaba el futuro héroe.

Hay más cosas sobre el abuelo, pero pasemos a su  padre, que tampoco fue una persona que haya pasado desapercibida por Montevideo y su campiña.

Martín José Artigas Carrasco nació en 1733 y no está claro cuando falleció, que podría ser entre 1821 y 1828 según diferentes historiadores.  Estuvo casado con Francisca Antonia Arnal, la que falleció en 1893. Martín José, fue como su padre, militar, hacendado y funcionario colonial. Ocupó también altos cargos en el Gobierno Colonial, siendo Alguacil Mayor de Montevideo, Alcalde de la Hermandad de la Campaña y Alcalde provincial en varias oportunidades. Recibió por sus servicios un solar en la ciudad de Montevideo y una chacra lindera con el Arroyo Carrasco.

En 1796, con más de cuarenta años de servicio militar, se retira de sus cargos militares y coloniales (aunque las jerarquías alcanzadas le siguieron siendo reconocidas) y se dedica de lleno a su condición de hacendado, administrando sus propiedades y las heredadas por él y por  su esposa. Se destaca entre sus acciones, la donación de toda la caballada necesaria para las fuerzas españolas en la Banda Oriental en su lucha contra las invasiones inglesas.

Como vemos, también por su padre, con quien mantuvo siempre una muy buena relación, que quedó demostrada en la correspondencia del héroe con sus familiares, recibió muy buenos ejemplos de vida; aunque quienes lo conocieron de adolescente, lo describen como un joven rebelde

 Volviendo a la hipótesis primera del “yo y mis circunstancias”, vemos como Artigas tenía una carga genealógica muy fuerte y así como en nosotros los padres y la familia han incidido en nuestra formación en valores y principios, no es de dudar la influencia que tales ancestros ejercieron en él.

Otro aspecto a considerar en la formación del Prócer, son sus estudios en el Convento de los Franciscanos, lo que le permitió para su desarrollo futuro, el saber leer y escribir, así como adquirir una gran fe religiosa que la manifestó hasta sus últimos días.

Si a esto sumamos que de muy joven prefirió las tareas del campo más que la vida en la cuidad, medio en el cual para sobrevivir y destacarse exigía de fuertes condiciones físicas y psíquicas, más en aquellos tiempos bravíos de poca civilización y mucha barbarie. Y las crónicas de esas épocas de fines del siglo XVIII, son explícitas en mostrarnos a un joven Artigas buen jinete, baqueano, tropero, conductor de hombres y destacándose por sus características de líder, seguramente beneficiado esto, además de su fortaleza física, por su educación y los valores heredados de su familia.

Cuando ingresa en el Cuerpo de Blandengues de Montevideo, todas esas cualidades adquiridas aquilatarán su valor y en el relativo corto tiempo en que prestó esos servicios a la Corona Española (1897 a 1811), ya sea en campaña como en Montevideo, logró alcanzar el grado de Capitán y un gran prestigio que trascendió su terruño natal. Iniciado el Movimiento de Mayo en Buenos Aires, fue Mariano Moreno quien en principio lo mencionó entre las personas claves para conquistar para la Junta de Buenos Aires, la llamada Banda Oriental.

Importante es destacar que en este tiempo de Blandengue, tuvo la oportunidad de tratar directamente con el sabio Félix de Azara, a quién acompañó en el establecimiento de poblados en la campaña oriental, lo que le permitió conocer a los paisanos y sus necesidades, aplicar el “Derecho de Gentes” de la época, lo que veremos que más adelante seguramente tuvo en cuenta en sus disposiciones como Jefe.

A esta altura, nos encontramos con un hombre hecho y derecho, con familia, hijos, reconocimiento a sus procederes y prestigio en su entorno. Considerando con los ojos de hoy, un buen ciudadano, pero ajeno a la actividad política.

Será con su deserción a los Blandengues y su presentación ante la Junta de Buenos Aires, que aflorarán sentimientos de nacionalidad. Debemos tener en cuenta que había nacido bajo la jurisdicción del Virreinato del Perú, al cual servían su Abuelo y su Padre; cuando tenía 13 años, su hogar, sin moverse de lugar pasó a estar en el Virreinato del Río de la Plata, para cuando adulto estar entre éste y las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Serán estas últimas las que ocuparán su atención y todo el conocimiento anterior, incrementado con el que irá adquiriendo, en la conducción de un Ejército en operaciones, con los altibajos de alegrías y tristezas, lealtades y deserciones, administrar hombres y la gente que lo acompañaba, entenderse de igual a igual con Virreyes o Directores; se  irá transformando su figura de líder a caudillo y en la Quinta de la Paraguaya se transformará en el Jefe de los Orientales. Ya no hay marcha atrás, no podrá pedir relevo como cuando era Blandengue y más de una vez pidió ser retirado, pero por su valía volvía a ser reincorporado. Ahora es el Conductor de un Pueblo que lo seguirá en el Éxodo y seguramente allí nació la Nación Oriental.

Todavía faltaban algunos elementos más en la formación de este Gran Hombre, que fueran guía a sus pensamientos, que le presentaran un objetivo a sus ideas y le llegan las ilustraciones del norte, el mencionado libro de Thomas Paine: “La Independencia de la costa firme” y nos encontramos a su regreso desde el Ayuí, a un nuevo hombre, un verdadero General de Tropas, un Político de fuste, un Líder nato para su Provincia y así lo veremos en la Oración Inicial de la Asamblea de Tres Cruces, con la inmortal e inobjetable frase de “Mí autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”, para luego dictar la Instrucciones del Año XIII a los delegados Orientales para representar a la Provincia Oriental ante la Asamblea General Constituyente que se había establecido en Buenos Aires.

En las Instrucciones se refleja la influencia de las Constituciones norteñas, pero su adaptación a nuestro medio las hace diferentes, así, entre otras cosas, en el aspecto religioso son muy avanzadas a todas las relaciones con las iglesias de la época.  

La ruptura con el Directorio de Buenos Aires le dará la oportunidad de demostrar su valor como dirigente y veremos conformarse la Liga de los Pueblos Libres, de la cual será declarado el Protector. Serán estos los momento en que su genio llega a la cúspide; surge el Reglamento Provisorio para la Provincia Oriental para el Fomento de su Campaña y Seguridad de los Hacendados, donde se vislumbra su conocimiento del “Derecho de Gentes” que tenían los españoles y él aplicó con Azara.

Vendrá luego el Reglamento Provisorio de Derechos Aduaneros con el cual establecía hasta un orden en el comercio.

Y así como aumentó su prestigio, también aumentaron sus enemigos y la lucha en dos y tres frentes terminó por doblegar sus fuerzas aunque no su espíritu. Poco antes de morir decía a un ilustre visitante que había sido enemigo en las luchas:

“Yo no hice otra cosa que responder con la guerra, a los manejos tenebrosos del Directorio y a la guerra que él me hacía por considerarme enemigo del centralismo, el cual distaba solo un paso del realismo. Tomando por modelo a los Estados Unidos, yo quería la autonomía de las provincias, yo quería que fueran Estados y no Provincias, lo cual se aviene mejor con el sistema confederado, dándole a cada Estado, su gobierno propio, su Constitución, su bandera y el derecho a elegir sus representantes, sus Jueces y sus Gobernadores entre los ciudadanos naturales de cada Estado. Esto era lo que yo había pretendido para mí Provincia y para las que me habían proclamado su Protector”

Y el tiempo de Artigas se volvió inmortal, así lo honraremos y homenajearemos por siempre, pues en nuestro tiempo disfrutamos de libertad e independencia, gracias a los esfuerzos de este Prócer y sus Tenientes, que continuando su ideario, lograron que la antigua Provincia Oriental se transformara en un Estado, que aunque no quedó incurso en las Provincias Unidas, mantiene los valores y principios reflejados en una idiosincrasia particular, que lo distinguió y distingue ante todo el orbe, la Nacionalidad Oriental, de la cual fue su precursor, nuestro General Artigas y su tiempo.

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