Por: Esc. Sebastián Rodríguez Marlo
Situemos la Francia del siglo XVII, barroco a flor de piel, el palacio de Versalles, el Rey Sol, las cortes. El florecer de los gustos por la estética, la abundancia de óleos, el amor por la armonía-desarmonía de ausencia de espacios vacíos, jardines hasta el horizonte, carruajes y vestidos, pero también soledad. Basta sentarse a escuchar una pieza de viola da gamba, sus estridencias y su sobriedad. El racionalismo empieza a entrar… Ahora nos trasladamos a la Aquitania, in the “left bank”, la grava, poca arcilla y cal, canto rodado y no muy lejos el Atlántico. El sol intenso pero atemperado por esa brisa del estuario del Gironda y los Chateaux, Margaux, Latour, Mouton-Rothschild, etc. En ese entorno nació la hija insolente y racional: la Cabernet Sauvignon.
Resultado de la combinación “racional” de la Cabernet Franc y la Sauvignon Blanc, dos padres con sus buenas individualidades. Imagínense una mermelada de frutilla con queso de cabra.. la intensidad del “allegro” y la quietud del “largo” de la primavera de Vivaldi, crece dónde quiere, pero, dale sol, dale luz, iluminismo Señores!!!.
Llega por estas latitudes con un fabuloso marketing, jamás pasará desapercibida en cual góndola se sitúe, hasta los que no entienden mucho de este arte, reconocen su nombre. Lo cierto es que en Uruguay no es la variedad mejor lograda, simplemente por un tema climático. Sin embargo, cuando se logra la simbiosis perfecta, es sublime.
El homenaje es a un Tano que sabe interpretar el buen gusto francés a través de ese barroco italianizante. El te recibe pero le gusta que lo llames antes, y te espera con un buen asado y productos de la granja no muy lejos del Colorado. Brindo por esa simbiosis de luz y entorno, la racionalidad barroca, A tu Salud, Río Colorado.
