He culminado la lectura de un libro que recoge la experiencia vital de un ex combatiente revolucionario, que implica una bienvenida retractación sobre la Revolución Cubana.
La obra se titula: “Cuba; de eso mejor ni hablar” (Editorial Fin de Siglo- 2da edición setiembre de 2022) cuyo autor es Carlos Liscano, quien fuese miembro del MLN (Tupamaros) y por ello estuvo preso entre 1972 y 1985, liberado se radica en Suecia, retornando al país en 1996. Fue Subsecretario del Ministerio de Educación y Cultura durante el tramo final de la primera Presidencia de Tabaré Vázquez y luego Director de la Biblioteca Nacional durante la Presidencia de José Mujica.
Ahora, a sus 73 años, luego de mucho viajar, estudiar y meditar, en un acto de coraje cívico expone su desencanto con la Revolución Cubana y lanza una severa acusación a parte de la intelectualidad de izquierdas que en el país y en el mundo es obsecuente con la más prolongada tiranía que ha soportado un país latinoamericano.
Expresa con sinceridad: “Hablo de lo que me pasó a mí, que también fui creyente, fervoroso defensor de la Revolución Cubana, admirador del Che. Muchos amigos míos acabaron en la cárcel por defender esas ideas. Algunos murieron. Casi todos éramos muy jóvenes”.
El libro respaldado en profusa información documental, nos muestra que el régimen comunista cubano, por medio del miedo, la delación, la propaganda y la violación sistemática de los derechos humanos, ha aniquilado todos y cada uno de ellos, a un grado sin parangón en la historia latinoamericana.
Profundiza en aspectos, tradicionalmente soslayados, como la persecución e internación en campos de trabajos forzados, de las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), de los objetores de conciencia, disidentes y homosexuales.
Denuncia al régimen de partido único, los privilegios de la burocracia política y en especial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Le impacta el éxodo de millones de cubanos en las condiciones más riesgosas que uno se pueda imaginar. Repasa el desastre de su economía estatizada a extremos increíbles, el mesianismo y la demagogia de Fidel y el Che.
La mentira del bloqueo, lo que existe es un embargo norteamericano que el autor condena, pero que no es la causa principal de una economía postrada, ella reside en el socialismo sovietizado que se ha probado ineficaz para generar prosperidad. Llega a la conclusión de que su generación fue engañada, descarga toda su artillería intelectual a la obsecuencia de los intelectuales de izquierdas para con la Revolución Cubana desde Gabriel García Márquez a Frei Betto.
En sus 151 páginas describe, con autoridad política e intelectual, a un proceso revolucionario, que lleva más de seis décadas, el cual ha sido y es una de las mayores estafas, fruto de una época que él califica de signada por la irracionalidad.
Concluye en que “El pensamiento progresista latinoamericano debe abandonar el silencio vergonzoso, rehabilitar su tradición libertaria, igualitaria, en defensa de los cubanos sometidos por el partido único”.
Hace varios años leí el libro de la argentina Claudia Hilb “Silencio Cuba. La izquierda democrática frente al régimen de la revolución Cubana” (Buenos Aires- Edhasa- 2010) y llegué a una conclusión, que ratifico con este libro de Liscano, el régimen comunista cubano estuvo y está basado en la represión, la sumisión y el terror, todo fundado en la idea demencial de pretender cambiar la condición humana.
Los grandes responsables de esta tragedia fueron los intelectuales de izquierdas que, desconociendo la naturaleza humana, la economía es inseparable de ella, involucraron a una generación detrás de un ideal de cumplimiento imposible, ignorando que los humanos tienen una vocación intrínseca para vivir en libertad, la termitera o la colmena humana son tan indeseables como imposibles.
Al escribir esta columna tengo muy presentes a los que sufrieron y murieron con el objetivo de implantar en nuestros países el socialismo al estilo cubano, y a su vez también tengo presentes a los que sufrieron y murieron para impedir que muchos de nuestros países fuesen convertidos al socialista al estilo cubano.
El pasado es irreversible, pero sí es pertinente advertir a las nuevas generaciones que se cuiden de los falsos profetas, que propalan hermosos ideales liberadores que no son más que caminos de servidumbre.
Carlos Liscano no abdica de su ideología socialista, ni de su condición de hombre comprometido con los ideales primigenios de la izquierda, quienes somos liberales debemos tener la honestidad intelectual de reconocerle a este talentoso adversario ideológico, el coraje de desnudar al más grande mito que construyó la izquierda latinoamericana y a la que tanto le cuesta abandonar.
Nosotros vamos más allá y con Karl Jaspers en “La razón y sus enemigos” concluimos: “Es evidente que la pujanza del pensamiento marxista estriba en la falsedad radical de presentar la creencia como presunta ciencia. De la creencia procede el fanatismo de la certeza; el nombre de la ciencia proporciona la máscara. Se llama ciencia a la misma creencia. Nunca la creencia se denomina a sí misma creencia, pero se presenta como toda creencia dogmática: ciega ante todo lo que está contra ella, agresiva, incapaz de comunicación”.