Algunos tangos han pintado vívidamente realidades económicas y sociales que tozudamente se reiteran, por ejemplo el que expresa: “Todo el mundo está en la estufa. Triste, amarga’o y sin garufa. Melancólico y cortao. Se acabaron los robustos. Si hasta yo, que daba gusto ¡Cuatro kilos he baja’o! Todo el mundo anda de asalto. Y el puchero está tan alto Que hay que usar el trampolín. Si habrá crisis, bronca y hambre Que el que compra diez de fiambre Hoy se morfa hasta el piolín…” El título de la nota, y el contenido “arrabalero” del tango de Julio Sosa pueden hacer pensar al lector que discurriremos por una deriva maleva desesperada o una obesidad mórbida derivada de los embutidos. Lo siento, los desilusionaré otra vez; Volveré a la carga, luchando por una economía estatal ordenada en el gasto, sustentable productivamente.
Las ciudades argentinas de Tandil y Oncativo producen exquisitos embutidos que son su orgullo. Esta última se proponía festejar la “Fiesta del salame”, pero, la emergencia económica del Banco Central Argentino hizo humo 15 mil millones de dólares que succionó a los agropecuarios, y las divisas brillan por su ausencia. Los insumos importados para el salame desaparecieron engullidos por el Ogro filantrópico. No están siquiera para importar energía o combustible. La emisión descontrolada augura una inflación de precios de tres dígitos, que atenta, entre otros, contra los festejos del salame. Si bien los productores de chacinados reclaman: “CON EL SALAME NO!!,el “CONMIGO NO” es un grito desesperado de TODOS los productores argentinos, los asalariados, jubilados, y planeros asistidos, que se ven venir un ajuste descontrolado, además del que ya los asfixia. Quienes intentan hacer sobrevivir sus empresas y a sus empleados, no consiguen insumos importados deteniendo la producción nacional. Les impide además, cumplir las obligaciones salariales, las tributarias, financieras y comerciales, con lo que retroalimenta el desempleo, baja la recaudación y exige más pesos al Banco Central para financiar al gobierno. Ya se había obligado a los importadores a conseguir crédito de sus proveedores externos para financiar sus compras. Ahora desaparece todo componente importado imprescindible para producir entre otros el telúrico entubado cárnico, la margarina, las autopartes, los insumos para computadoras, medicamentos o aparataje quirúrgico. Todo tiene que ver con todo en un mundo globalizado; todo tiene algún componente producido en el extranjero. Los efectos de quedarse sin reservas no son nuevos en la Argentina. La relación de lo productivo con políticos “veganos”, que se comen todos los billetes “verdes”, aún con un cepo y retenciones; emiten descontroladamente para cubrir el gasto público exponencialmente multiplicado. Los billetes que se esfuman en manos de los consumidores por la inflación de precios porcentual mensual mayor en 20 años, record en América Latina. Nuevamente se recurre al dinero de los depositantes, asumiendo que es de libre disposición del gobierno. Un fracaso económico y social tozudamente reiterado. El grito del productor: “CON EL SALAME NO”, es parte del alarido “CONMIGO NO” que recorre toda la sociedad, hastiada de “…comerse hasta el piolín”. El temor a que se profundice el desastre y las presiones de sectores prebendarios paralizan al gobierno; la inacción gubernamental asoma al país al quiebre económico, institucional y social. Se postergan para otra oportunidad, siempre inoportuna, las reformas estructurales urgentes. La oposición comparte la anomia y no obliga a un cambio de rumbo por temor al estallido social; así es cómplice del desastre. El fantasma antidemocrático de que se vayan todos, o son todos iguales recorre otra vez a la sociedad sin rumbo. El gasto público exacerbado por complacer al electorado para encubrir corrupción e ineptitud, generó una pléyade de indigentes y miserables “gerentes” del pobrismo que viven de extorsionar al gobierno. Día a día paralizan la actividad cortando la 9 de Julio con acampes, venden a los “compañeros”, chorizos, precarios baños en carpas con baldes que desaguan en las alcantarillas. Niños arrastrados a la intemperie exhiben una imagen mendicante de aumento de la limosna, con la que apenas sobreviven 7 millones de “planeros” desacostumbrados a la dignidad del trabajo. El nivel de reservas propias del Estado está en signo negativo. Las divisas se administran críticamente para lo políticamente urgente. Los encajes de los depósitos bancarios se hacen humo. Allí no hay riqueza, es apropiación indebida del ahorro de salarios y jubilaciones. El verso del ministro de economía suplicando dólares se multiplica entre productores y empresarios que olfatean una devaluación; otra excursión suplicante de perdón al FMI y demás acreedores, que hace poco realizó la ex ministra que les juró que la respaldaban y duró 24 días. Finalmente pasará la gorra por Qatar, recitando credibilidad que sus compatriotas con dólares no le creen. Se propone eliminar los subsidios a la energía, al gas y al transporte. Ignora que, reducir subsidios por 500 mil millones anuales no cubre los 500 mil millones mensuales del aumento de intereses de títulos de deuda pública que aumentó para atar a cualquier precio a los resignados tenedores. El origen de los descalabros de gobiernos argentinos, podría situarse el 26 de julio de 1890 cuando explotó otra grave crisis económica, justificadas acusaciones de corrupción y mal desempeño. Una revolución dirigida por un amplio frente opositor, la Unión Cívica, que se manifestaba en contra la política de Juárez Celman. Carlos Pellegrini participó activamente en la represión del movimiento revolucionario y ante la renuncia de Juárez Celman, asumió la Presidencia de la República hasta 1892. Recibió un país devastado, con ingresos fiscales que habían caído al 30% por lo que debió realizar una política de severo ajuste. Suspendió obras públicas como la Casa de Gobierno, el Congreso, el edificio de correos; reorganizó los servicios públicos y desarrolló una ardua negociación con los acreedores externos. Frente a un Estado vaciado, juntó a los hombres más ricos del país (banqueros, estancieros y comerciantes) y puso como condición para asumir la presidencia que éstos suscribieran un empréstito de 15 millones de pesos para hacer frente a los vencimientos externos. Inauguró su gestión aplicando medidas de austeridad y creando la Caja de Conversión para dar confianza a los inversores. Una turba enfurecida lo esperaba en la puerta de la Casa de Gobierno; advertido que saliera por una puerta lateral, Pellegrini se calzó la galera, se abrochó el frac, y salió caminando las dos cuadras hasta su casa. Pellegrinies recordado hoy como “Piloto de Tormentas”.
Otro caso paradigmático se dio el Israel. Luego de las guerras de 1967 y 1973 y las crisis petroleras de los 70, la economía se encontraba al borde del abismo. En 1984, la inflación llegaba a casi el 500% anual. El gasto público era 76 % del PBI, principalmente por el gasto militar que equivalía a casi el 26%. El déficit fiscal promedio entre 1973 y 1984 era del 17.3% del PBI y era financiado emitiendo moneda a través del Banco Central supeditado a los arbitrios del gobierno. La deuda externa era dos veces más grande que el PBI y ya no había Estados u organismos internacionales dispuestos a seguir prestándole plata a este pequeño país que estaba a punto de quebrar. A mediados de 1985 a Israel le quedaban reservas en dólares solo para afrontar las obligaciones inmediatas del siguiente trimestre. En estas circunstancias, el Primer Ministro líder Laborista Shimon Peres, el 1° de julio de 1985 anunció un plan político y económico para lograr la estabilidad económica. La reunión de gabinete duró 36 horas y en ella se decidió aprobar un plan que incluía medidas típicas para bajar de manera abrupta la inflación: se congelaron los precios de la mayoría de los productos y los salarios, se fijó un tipo de cambio rígido entre el shekel y el dólar y se recortó el gasto público en un 4% del PBI incluyendo salarios en el sector estatal, subsidios a distintos productos básicos y programas de bienestar social. “Aceptan o los despido a todos” les dijo Shimon Peres a sus ministros. El programa tuvo un éxito extraordinario. En pocos meses la inflación se redujo al 20 por ciento anual. La lucha contra la inflación debía tomarse como una política de Estado. En la década siguiente se ubicó por debajo del 10 por ciento. Hoy no tenemos en el Mundo ni los Pellegrini ni los Shimon Peres para domar los demonios desatados desde América del Norte a Europa. Sus ejemplos debieron marcar un camino de salida para los actuales atolladeros de la gobernanza. Carecemos de liderazgos de reconstrucción que se pongan bajo el ala de las instituciones en lugar de maniatarlas a discreción. Carecemos de estrictos compromisos de transparencia y rendición de cuentas de cara a sus sociedades, que los observan expectantes, impacientes y en muchos casos, desesperadas. En Argentina se lanza el grito “CON EL SALAME NO” cuando se detiene la actividad productiva y no hay una acción política que cambie el rumbo. Brasil recorta impuestos, logrando este mes deflación (baja de precios) del 0,68 %; pero, algunas encuetas dan ganador en la próxima elección a un vendedor de humo, multi procesado por corrupción, corresponsable de la alta inflación. Otros vendedores de humo que incendiaron Santiago llegan al gobierno en Chile frenando décadas de crecimiento. Vendedores de humo de la misma ideología se aposentan en el gobierno de Colombia. Un gobierno anómico en Perú preanuncia la caída de un presidente incapaz. El humo violentamente impuesto hace desaparecer la moneda nacional en Venezuela y se aplica el dólar del “Imperio”. En Uruguay el gobierno no concreta ajustes imprescindibles, la regla fiscal y las acciones del BCU no liberan el ancla del gasto público y la inflación sobre la producción y el empleo. Dicen los que saben, que las elecciones las gana y las pierde el Oficialismo. Seguir sin bajar impuestos facilita a la oposición poner en marcha su fábrica de humo electoral. Sebastián de Covarrubias define a los “vendedores de humo”: “Se dice de los que con artificio dan a entender ser privados de los príncipes y señores, y venden favor a los negociantes y pretendientes, siendo mentira y humo”. Un tal Vetronio Torino que presumía tener acceso directo al emperador romano; cayó en la trampa de Marco Aurelio Severo Alejandro. Vetronio murió en la hoguera, atado a un palo a cuyo pie ardían leños verdes de tal manera de que muriera por asfixia y no por acción del fuego. La ejecución fue coronada con la frase “Fumo periit, qui fumos vendidit” (“Al humo perezca quien humo vende”). Nuestro humo viene del derrumbe del Muro.
Concluimos revalorizando la recomendación del “Barón del Tango”: “AL MUNDO LE FALTA UN TORNILLO, QUE VENGA UN MECÁNICO A VER SI LO PUEDE ARREGLAR”.