COSAS DE SOLDADOS. Por Arquímedes Cabrera

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Hemos seleccionado para esta columna el relato de un rescate protagonizado por cascos azules uruguayos.  Rendiremos homenaje con este relato al 5to de Infantería de Soriano y a sus Veteranos de la Reserva del ¨Quinto Querido¨ al cumplir este 26 de febrero otro aniversario de esa gloriosa Unidad del Ejercito Nacional.

Un increíble rescate de 16 miembros de ONU y del gobierno del Congo, llevado a cabo por un equipo de combate integrado entre otros, por miembros de aquella unidad de Infantería con asiento en la hermosa ciudad de Mercedes.

El extenso Rio Congo de unos 4700 kmts serpentea entre interminables pantanales en sus nacientes al oeste de la provincia de Katanga, en la región conocida como Shaba.

Uruguay ha cumplido casi siempre la parte más dura de esta misión al este del rio Congo, la más hostil e inhóspita.

El primer puesto de Comando del Contingente Nacional en aquella región fue en la Ciudad de Kalemie, a orillas del lago Tanganika, capital rebelde de la provincia de Katanga, ocupada por su belicoso vecino, La Republica de Ruanda.

Por esa región un mediodía del mes de setiembre de 1992 nos encontró volando bajo el cielo plomizo del monzón africano al mando de una fuerza de rescate uruguaya, en dirección a una localidad desconocida a más de doscientos cincuenta kilómetros de mi puesto de mando, sin cartas actualizadas, fotos aéreas, ni medios de comunicación con tierra.

Los silenciosos pantanales de Pweto, en las nacientes del Congo trepidaban bajo el ensordecedor pasaje de nuestros dos helicópteros MI 8 tripulados por ucranianos, en dirección a la remota localidad de Kamina en el Centro del Congo,

Una hora antes en aquella mañana de sábado, una llamada del General Montaga Dialho de Senegal, Comandante de la Misión de las Naciones Unidas, me había sorprendido en camino a uno de los puestos de observación en la vecina Zambia adonde también teníamos un puesto de observadores militares.

“ La providencia está con nosotros!” – escucho decir al General por radio desde Kinshasa, feliz de haber podido contactarme – y rápidamente explica – “Tenemos que rescatar un grupo de observadores y funcionarios civiles en Kamina” “Ya le estoy enviando los helicópteros” “Ustedes (los uruguayos) son los únicos que pueden hacer esta operación” – agrego consciente de que Kamina era zona de responsabilidad de otro país, por lo que no contábamos con conocimiento del área ni sistemas de comunicaciones compatibles con aquel sector. “Lo dejo a su decisión, pero le informo que son diez y seis personas que están indefensas ante cientos de amotinados” – y agrego – “es un asunto humanitario”.

Cuatro observadores militares y doce funcionarios civiles de alto rango de ONU y del gobierno de Kinshasa estaban atrapados en un precario edificio de Kamina hacia donde se dirigía una horda rebelde que venía a apresarlos como rehenes. Ya estaban a las puertas de Kamina y no había tiempo que perder.

Acepte la misión y decidí comandarla personalmente en virtud que todo hacía prever que transcurriría en los límites de nuestro mandato, así como también en los límites de seguridad.

Mientras me calzaba los arneses de combate, recogí la escasa información posible dadas las circunstancias: “Deben entrar a la ciudad por el sur… encontraran una cancha de futbol” fue la orientación más precisa que recibí… “los nuestros están en el edificio que está a la derecha y mostraran la bandera de ONU para que los identifiquen”… “ de Ustedes dependen esas dieciséis vidas!” “Buena Suerte”.

Así de simple es la cadena de mando militar. Así de complicado para muchos burócratas, que manejan los destinos y la paz por el mundo desde sus cómodas oficinas con aire acondicionado.

Los observadores militares en Kamina, repartieron sus cascos y chalecos antibalas entre los civiles, quienes a pesar del espanto colaboran en improvisar obstáculos en los accesos a la ruinosa construcción que les diera protección hasta su llegada.

Mientras tanto, nuestro equipo de rescate, ya en pleno vuelo, recibe la escasa información de que dispongo en una carta desplegada en el piso de la aeronave.

Con 17 efectivos en cada helicóptero, la fracción del Teniente 1ro. Mandasen a mis órdenes en el primer helicóptero y la del Capitán Zapata en el segundo, permanecería en vuelo, en reserva hasta que mi fracción asegurara el área.

Por fin la cancha de futbol a la vista. El primer MI8 enfila su trompa ruidosamente mientras que en su interior nuestros soldados revisan sus armas y repasan las órdenes. El segundo helicóptero con Zapata, más retrasado, permanecerá en reserva sobrevolando el objetivo.

Desde la cabina del piloto busco afanosamente la señal que indicaría la posición de los sitiados. No hay bandera a la vista. La aeronave comienza a levantar espesas nubes de tierra a escasos metros del piso; las puertas se abren, los rostros tensos, las armas listas y la mirada clavada en su comandante esperando la orden de saltar al exterior.

¡Pero no hay bandera alguna a la vista! Desde la cabina de los pilotos se observan grupos de combatientes protegidos entre los árboles que rodean la cancha… ¡Estaban apuntando en dirección a nuestro helicóptero!

Las presas se les habían escurrido en un par de camionetas de ONU y ahora la emboscada estaba armada para sus supuestos salvadores.

Casi arrastrando la nariz, el viejo MI8 arremetió, y decolamos perseguidos por sibilantes proyectiles que entre la espesa cortina de polvo buscaban morder su fuselaje.

Ahora la operación de evacuación se había transformado en una peligrosa búsqueda y rescate dentro de un poblado hostil a cientos de kilómetros de cualquier socorro.

Volando en círculos y expuestos al fuego de armas livianas desde tierra intentábamos encontrar algún indicio que señalara su ubicación.

Después de unos minutos que parecieron años, la trompa de una ¨four runner¨ blanca con la sigla de ONU asomando del techo de unos galpones es divisada desde el aire. Nuevo intento con un aterrizaje forzado por el estrecho terreno para subir a todos los rehenes en un solo helicóptero.

Desplegada la seguridad perimétrica por Mandasen, me ubico en tierra junto a la ventana del piloto. Pero nos faltaban dos civiles que en la fuga se habían perdido 

La zona bajo fuego es rápidamente dominada por los infantes del teniente Mandasen y un equipo guiado por el mayor boliviano, jefe de los observadores va a rescatarlos.

Los pilotos me apremian. En vuelo estacionario y al límite de combustible, negras nubes iluminadas por amenazantes relámpagos iluminaban la escena; el tiempo apremia, caen las primeras gotas, las ráfagas y explosiones arrecian y más miembros rebeldes refuerzan el cerco a nuestra precaria posición.

En general los militares consideramos poco profesional relatar las partes más truculentas de una operación. Lo que importa es contar que en diez minutos fueron localizados los dos rezagados y el blanco MI8 ruso configurado para diecisiete personas, abandono Kamina con los diecisiete miembros de la patrulla de rescate uruguaya y dieciséis agradecidos pasajeros sanos y salvos a bordo.

Una irónica hazaña también del MI8 ruso piloteado por pilotos ucranianos.

  Semblanza de Veteranos de todas las fuerzas y de todos los tiempos, que como el rescate de Kamina, en Uruguay han arriesgado sus vidas para que hoy no fuésemos un estado comunista como Cuba.

Ese Honor, Valor, Disciplina y Lealtad han inspirado a Calderón de La Barca alguna de sus más emotivas estrofas.

¨Ese ejército que ves
vago al hielo y al calor,
la república mejor
y más política es…¨
¨…Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mayor calidad
que el más galán y lucido;
porque aquí a lo que sospecho,
no adorna el vestido al pecho,
que el pecho adorna al vestido¨

¨Y así, de modestia llenos,
a los más viejos verás,
tratando de ser lo más,
y de parecer lo menos…
…que en buena o mala fortuna,
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados…¨

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