Cuantas Minas que tengo

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Sabido es en Uruguay, que fue el Batllismo reformista, el humanista, el que permitió que las mujeres comenzaran  a salir de la marginalidad, de la exclusión, otorgándoles  algo tan básico como el derecho a la educación Secundaria y Preparatoria, plataforma que les permitiría accedieran luego a una educación superior. Todo esto, en el entendido de que la mujer, en su rol de madre, es además la primera socializadora. El Batllismo será también, el gran impulsor de la lucha por el sufragio femenino, que terminará en el derecho a votar y luego en uno igualmente importante, el derecho a ser votadas. Se le sumaría también, la ley del divorcio por la sola voluntad de la mujer.

Los años han corrido desde aquel entonces, y cuanta vigencia tiene hoy ésta concepción humanista. La vigencia de ser la base de ésta República en la que hoy vivimos. Tanta,  que muchos (el FA) han querido apropiarse del ADN Batllista, como si acaso eso fuera posible.

Pero sí, otros son los tiempos, la modernización de la sociedad llegó, y sobre el eje de estas bases, ha habido cambios. Con esos cambios, llegaron las ansiedades de las mujeres, ansiedades de ocupar los mismos lugares que los hombres, los mismos cargos, obtener iguales remuneraciones, tener acceso a las mismas posibilidades laborales, sobre la base de la igualdad de los géneros, luchando contra el machismo y los machistas tapados. Para éstos, nada mejor que una buena organización feminista que se encargue de contarles que los fuegos artificiales que hicieron notorio el cambio de milenio, hace rato están extintos.

Con la modernidad, llegaron también las “cuotas”. Luego de años de insistencia, se aprueba en 2009 la ley de la cuota política para las mujeres, impulsada por mujeres legisladoras de todos los sectores. Gran triunfo femenino de carácter incluyente, que activa rápidamente una maquinaria de ingeniería electoral masculina, que evite que para ellos se convierta en excluyente. Porque todos quieren darle un lugar a la mujer, excepto que sea el propio.

Las mujeres salieron victoriosas por partida doble. Por un lado, fueron generadoras de una ley y por el otro de un lío. Unos tienen el drama de “cuantas minas que tengo” y el no saber cómo posicionarse para no quedar en minoría frente a ellas; otros el de “cuantas minas que no tengo”, ocupando espacios de poder con personas que no tienen el capital político necesario para pagar un lugar a nombre propio en vez de a género propio.

La lucha por las igualdades es muy válida, siempre que asumamos las diferencias y no perdamos en el camino lo que debe ser la lucha por priorizar esa característica que nos hace mujer. Luchemos sí, desde la concepción humanista, que nos da a nosotras el derecho y la responsabilidad de ser las  socializadoras primarias. Porque la sociedad no se construye desde los “cargos”, se construye ayudando a las socializadoras primarias a poder cumplir tal función.

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