De plagas a pandemias: sus efectos en el futuro perfectamente imperfecto de la humanidad. Por Marcelo Martín Olivera

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A lo largo de la historia son los eventos traumáticos los que provocan cambios significativos a nivel social, económico, político y hasta religioso. Las plagas, pestes y pandemias son un tipo de evento traumático que puede cambiar a todo el mundo y desatar olas de histeria colectiva alimentadas por el miedo a la muerte espantosa producto de una enfermedad.

El primer caso documentado de una enfermedad a escala global fue la plaga de Justiniano, para algunos su origen se sitúa en Asia cerca del entonces imperio Romano de Oriente y según otras fuentes su origen fue en África, pasando a Constantinopla y extendiéndose a toda Europa, se tienen datos de que la plaga fue la responsable de millones de fallecidos en todo el mundo y tuvo cerca de 20 olas en los siguientes siglos.

Históricamente se conocen tres pandemias vinculadas directamente con la plaga y el agente causante de la misma es la Yersinia Pestis, vinculada con las ratas y estas con las costumbres higiénicas de la época, también se la relaciona con los cambios climáticos documentados en esos tiempos. La primera gran pandemia vinculada a la peste se desarrolla entre los siglos VI y VII afectando las zonas del Mar Mediterraneo dejando un saldo de entre 30 a 50 millones de millones, la segunda ola es la más conocida como Peste Negra se vio en Europa continental llegando causando unos 100 millones de muertos.

La primer ola contribuyó a la caída del Imperio Romano marcando la transición del mundo clásico al medieval, fue tan traumática que muchos autores de la época colocaban a “figuras humanas” como directas responsables de su propagación y las intentaban alejar con toda especie de conjuros mágicos. La tasa de letalidad documentada fue tan grande que muchos documentos de la época describen la incapacidad de cavar nuevas tumbas para los muertos y el arte es fiel testigo de esto, numerosos cuadros dan cuenta del terror causado por una plaga que en ese momento se atribuía a un Dios furioso con la humanidad y sus pecados. Sus efectos económicos son lógicos, la presencia de la plaga o de la peste impactó de lleno en las arcas de los gobiernos de la época, su principal fuente de ingresos eran los impuestos a la tierra. Al morir los campesinos la maquinaria agrícola del momento se vio frenada de golpe causando un efecto dominó en la riqueza de los gobiernos quienes no pudieron sostener a sus ejércitos y se vieron obligados a acuñar monedas de menor calidad.

Muchos vinculan el fin de la segunda ola de la plaga, la Peste Negra, con la llegada del Renacimiento y un cambio radical en las costumbres humanas, desde la higiene hasta la medicina.

Sobre el año 1500 se documenta la segunda gran pandemia y se la posiciona como la directa responsable de un desastre ecológico y demográfico a escala global. Para esos años ambas orillas del Océano Atlántico comerciaban con frecuencia, lo que no conocían los sistemas inmunológicos de los nativos americanos era una peste cuyo nombre causa escalofríos, en lengua náhuatl es tomonaliztli, cocoliztli, o hueyzahuatl, que significa “granos grandes”, en la actualidad la conocemos como viruela. La pandemia de viruela puso a prueba el temple físico de los indígenas e inició una plaga que se propagaría por todo el continente. Más allá de la brutalidad de la conquista al Nuevo Mundo, la pandemia de viruela y las sucesivas enfermedades allanaron el camino a los conquistadores y al igual que la Peste Negra, hizo que se abandonaran los cultivos, se dispersaran comunidades nativas y hubiera hambre generalizada. Numerosos arqueólogos e historiadores apuntan que en México había 22 millones de indígenas en 1520 y para el año 1620 sólo quedaban 1.6 millones. Quizás sea la viruela el primer caso documentado de una guerra biológica, si bien la antigüedad de este modelo de guerra se remonta al siglo VI, época en la que los asirios envenenaban los pozos de agua de sus enemigos con cornezuelo de centeno, es en la época de la viruela que se documenta la propagación sistematizada de una enfermedad. La historia nos cuenta sobre los ingleses y holandeses que causaron estragos entre los nativos de la costa este americana infectándolos con mantas contaminadas con el virus de la viruela.

Gracias a los avances científicos y la coordinación de los gobiernos bajo la OMS en la década de 1970 hubo una campaña mundial de vacunación y en 1979 se declaró que la enfermedad había sido erradicada..

Entramos ya en el siglo XX y la pandemia de Gripe Española se gana su lugar, según los registros mató entre 50 a 100 millones de personas en menos de 1 año. A modo de comparación en la Primera Guerra Mundial murieron 40 millones de personas en 4 años, nuevamente la histeria colectiva se hizo carne en la sociedad del momento provocando el aislamiento social y la estigmatización de quienes sufren la enfermedad. Al igual que lo vemos ahora con el COVID 19 muchas personas se ausentaron de sus trabajos pero en esa época ni se pensaba en trabajar a distancia, las consecuencias nuevamente fueron desastrosas para la economía y los gobiernos de todo el globo. En muchos lugares llegaron a decretarse cuarentenas. Algunos autores argumentan que la gripe pudo acelerar el fin de la Guerra ya que en las últimas operaciones militares del momento había soldados afectados de ambos bandos.

Las víctimas de la gripe eran de todos los niveles socioeconómicos y hasta se vieron afectadas las mascotas predilectas de ese entonces, perros y gatos. El impacto igualmente fue diferencial entre los países, mientras en Canadá se estima un 0,4% de contracción en el PBI, en países como India este valor se dispara el 3.3% de ese entonces. Pasada la pandemia el primer efecto se vio en los empresarios del momento que tuvieron que modernizar su maquinaria para hacer frente al nuevo mundo y asegurar una mejor calidad de vida a sus trabajadores mediante reformas salariales y mejores condiciones laborales.

Ya entrado el siglo XXI nos enfrentamos al COVID 19 y los desafíos que plantea, si bien escribir sobre lo que pensamos más allá de la pandemia puede parecer una pérdida de tiempo es importante que tengamos algunos puntos en cuenta y lecciones aprendidas hasta el momento.

La especie humana tiene la imperiosa necesidad de cooperar unos con otros y se ha demostrado con la actual pandemia que la mejor vacuna es justamente la cooperación. Al comienzo de la pandemia muchos gobiernos aplicaron la cuarentena como forma de contención, algo al corto plazo medianamente útil, pero en el largo plazo se vuelve insostenible para cualquier tipo de economía. Aislar, encerrar o desglobalizar no es la solución, hoy más que nunca vivimos en un mundo interconectado y a la misma velocidad que viaja un virus puede viajar nuestra economía, no podemos meter la cabeza bajo tierra y esperar que pase. Al entrar al segundo invierno pandémico en Sudamérica nos damos cuenta de eso, economías gigantes se vieron afectadas por la cuarentena prolongada. Sin darnos cuenta estamos reescribiendo las reglas de un juego y esas reglas van a regir nuestras vidas durante los próximos años, el modelo del teletrabajo ahora no es una rareza, la formación a distancia ahora es más común que en otros años. Antes del COVID todos veíamos la educación a distancia como un cierto lujo, ahora es una necesidad, en otro escenario esto podría llevar años y ahora se tuvo que implementar en meses.

Ya no vemos figuras diabólicas diseminando enfermedades, ni las atribuimos a un Dios todopoderoso y vengativo, pero corremos el peligro de elegir gobernantes ofrecen soluciones mágicas en el corto plazo pero que llegado el caso solo repetirán ideas totalitarias. Por el otro lado tenemos la posibilidad única de dejar un legado de cooperación global que nos ayudará a lidiar con crisis de este tipo en el futuro.

Lo cierto es que cuando la ola del COVID llegue a su fin difícilmente tengamos el mismo mundo que antes del primer caso en Asia, las consecuencias directas vendrán de una decisión fundamental, unir a la humanidad o apostar por el egoísmo.

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