El líder, ¿Es necesario o conveniente? Por Joise Morillo

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En el mundo ha habido innumerables luchas fratricidas caracterizadas por un deseo independentista que nace del amor a la libertad. Por ende, a la independencia política de gente oriunda de países fundados por colonizadores y/o conquistadores foráneos. Las mismas, a diferencia de las luchas de clases sociales han tenido un patrón contra invasivo internacional. En el protagonismo

de esas luchas se ha destacado un “liderazgo” de corte nacionalista. Unos líderes han defendido un nacionalismo genuino con el cual han mantenido países saludables y democráticos, por un lado, mientras otros con un fundamento déspota y megalómano han mantenido a sus pueblos oprimidos y Esclavizados.

Las luchas de clases, antropológicamente, han sido domésticas. Estás, en relación a los pobres y ricos de las naciones ha sido el fundamento de resentidos -zánganos con aguijón- sociales con ínfulas de poder y liderazgo para hacerse de gobiernos y usurpar los poderes para convertirse en tiranos. En nuestros tiempos han sido y son los llamados, últimamente, progresistas.

En uno de los hombres más importantes –BBC de Londres- del siglo XIX, Simón Bolívar, el espíritu de liderazgo nació de la fuente filosófico política arraigada en la idea libertaria de su mentor más cercano Simón Rodríguez, cuya más importante máxima explica la necesidad de autonomía de las naciones de la siguiente forma, cito:

“América no es Europa ni se parece a ella (…) O inventamos o erramos”

Bolívar, decidió en 1819, abdicar o renunciar al cargo de dictador que le había asignado por voluntad algunos pueblos de países de Hispanoamérica en contra de su voluntad. En Angostura el Libertador entrega a la meditación de los colombianos un proyecto de constitución. Sus bases son el gobierno republicano, la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud y de los privilegios En ese notable ensayo se concilian las teorías de Montesquieu, de Rousseau y de Bentham, el realismo inglés y el entusiasmo democrático de Francia, cito:

“Señor:

¡DICHOSO el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado la Soberanía Nacional, para que ejerza su voluntad absoluta! Yo, pues, me cuento entre los seres más favorecidos de la Divina Providencia, ya que he tenido el honor de reunir a los Representantes del Pueblo de Venezuela en este Augusto Congreso, fuente de la autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana y arbitro del Destino de la Nación.

Al transmitir a los Representantes del Pueblo el Poder Supremo que se me había confiado, colmo los votos de mi corazón, los de mis conciudadanos y los de nuestras futuras generaciones, que todo lo esperan de vuestra sabiduría, rectitud y prudencia. Cuando cumplo con este dulce deber, me liberto de la inmensa autoridad que me agobiaba, como de la responsabilidad ilimitada que pesaba sobre mis débiles fuerzas. Solamente una necesidad imperiosa forzosa, unida a la voluntad imperiosa del Pueblo, me habría sometido al terrible y peligroso cargo de Dictador Jefe Supremo de la República, Pero ya respiro devolviéndoos esta autoridad, que con tanto riesgo, dificultad y pena he logrado mantener en medio de las tribulaciones más horrorosas que pueden afligir a un cuerpo social.”

Bolívar fue un verdadero estadista, su política filosófica se funda, considerando a Nietzsche, en estética apolínea de liderazgo.

Lao Tze (pensador de la antigua China, 350 a. C.) decía que el buen líder -a

diferencia de los tiranos- no sé hace imprescindible.

¡Deseo de poder y omisión del liderazgo!

Esto a continuación es una pregunta de tendencia anárquica propia de resentidos. La misma se la plantean los socialistas porque sufren de esa condición psíquica, que, en las más de las veces al enfocarse en lograr poder, no les convierte en sociópatas, sino que les hace aflorar de su subconsciente la esencia de su ser sociópata.

¿Por qué los humanos necesitamos líderes, reyes, presidentes, emperadores?

¿No puede funcionar una sociedad sin nadie al mando?

A esto anterior, respondo lo siguiente:

Aparte del caso de los reyes y emperadores que han adquirido su poder a costa de violencia ancestral

¡A los líderes no los necesitamos!

A los líderes, considerando virtudes evidentes en ellos, les adjudicamos responsabilidades que, en resumidas cuentas, no deseamos abordar. Los líderes tienen por inmanencia voluntad de poder, la gente común simplemente ignora tal sentimiento.

La omisión al poder está ligada al desprecio de la opulencia y a la megalomanía. Ningún individuo común es ególatra de facto, pero sí en potencia.

El ególatra de por sí es narcisista, eso es una clase de condición psíquica que muchos, no aspiran, ni desean tener. La gloria y la riqueza van ligadas a ese deseo de poder que se cierne como condición psíquica en determinados especímenes de la especie humana. Esta condición no es de inmanencia general y se adquiere genéticamente en la medida de la permanencia en el psiquismo de índoles y prosapias. Ejemplos: monarquías y dinastías. Estas últimas derivan del manejo ancestral de la violencia. Para Nietzsche, este deseo de poder es genuino del hombre malo. De estética dionisiaca

Joise Morillo

[email protected]

Venezuela – USA

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