EL LOBO FEROZ… Por Nelson Jorge Mosco Castellano

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Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, investigadores de ciencias políticas de Harvard, muy preocupados por el estado en el que se encuentra la democracia, representada en las Instituciones que la simbolizan, y el ejercicio eficaz del gobierno, escribieron en 2018:” Como mueren las democracias”.

Al comienzo del siglo XXI el análisis y las conclusiones obtenidas de su evaluación documentada, dan cuenta de una crisis profunda con respecto a este sistema/tipo de gobierno. La crisis se expresa en falta de interés político, disminución del apoyo a estos gobiernos y, sobre todo, pérdida de la confianza en la democracia y los actores políticos que le dan vida.

Hace cuatro años, The Economist Intelligence Unit y Freedom in the World presentaron estudios en los que la democracia aparece muy deteriorada como sistema de gobierno en términos de credibilidad. Cuestión muy delicada si pensamos en que son los ciudadanos los que acuden a las urnas, pero también piden niveles de participación horizontal cada vez de mayor protagonismo. En este escenario, Levitsky y Ziblatt, ponen el foco en las nuevas formas de destrucción de la democracia, e ilustran de manera significativa las nuevas formas que fracturan y debilitan a estos sistemas de gobierno. “Lo que sucede, es que se ha colado en la estructura de los gobiernos denominados democráticos una nueva casta de políticos y líderes de distintos ámbitos del desarrollo social, que utilizan los instrumentos propios del sistema para ejercer el poder de manera autocrática, en ocasiones muy próxima a la instalación de totalitarismos tan dogmáticos como los de las anquilosadas ideologías concebidas en el siglo XIX. Los actores autoritarios en la política también provienen del propio sistema político establecido y ya normado. Unos y otros muestran su faceta más antisistémica cuando se empoderan y son validados ingenuamente por la ciudadanía. En este ascenso al poder, les asignan una responsabilidad decisiva a los partidos políticos. Son estos conglomerados los que deben resguardar el llamado “orden democrático”, evitando la llegada al poder de figuras autoritarias. Los políticos deben ser, en consecuencia, guardianes de la democracia y los partidos no debieran sucumbir ante el carisma o populismo de aquellos personajes que asaltan el poder”.

En el orden económico podemos detectar fácilmente quienes ASALTAN EL PODER. Aquellos que ingresan al sistema político para dominarlo, y quieren disponer la administración de todos los recursos de la gente. Los que violan la Constitución cuando nos endeudan sin pedir autorización legislativa más allá del período de gobierno. Violan la Constitución también todos los que votan el endeudamiento. Lo hacen cuando confiscan recursos privados creando inflación para bajar el poder adquisitivo de cada persona y bajar artificialmente el gasto público. Violan la Constitución cuando afectan con impuestos la actualización de las pasividades, además, con doble imposición por el IRPF que antes se detrajo en actividad. Emiten moneda en cantidad superior a la que demanda la economía para “licuar” su desmesurado gasto público. Castigan con la utilización de monopolios cuando cobran por servicios públicos decadentes para financiar su mala administración. Condenan al que puede contratar otro servicio privado de calidad, porque los que ofrece el gobierno con los impuestos son deficientes. Este tipo de políticos “redistribuidores”, son asaltantes con patente. No tienen vergüenza de ser cómplice de gobiernos autoritarios que se sostienen por la violencia sojuzgando a sus pueblos.

El economista argentino Juan Carlos de Pablo, señaló: “EL MERCADO NO EXISTE”; expresión rupturista que explicó agregando: “…LO QUE EXISTEN SON LAS PERSONAS QUE COMPAN Y VENDEN…”. Rescató del reduccionismo conceptual a las personas de carne y hueso, que todos los días “…tienen que buscarle la vuelta…” para producir sus propios recursos y comprar lo que necesitan. Ese tipo de políticos cree que existen “recursos públicos”. Eso ha sido mistificado por quienes asaltan el poder de imperio, usándolo obscenamente. El presupuesto público nacional o departamental DEBE TENER CUBRIR DE CUALQUIER MANERA SUS GASTOS POLÍTICOS CON LOS RECURSOS DE “LOS NABOS DE SIEMPRE”. LOS QUE LE BUSCAMOS LA VUELTA PARA SOBREVIVIR. Para ellos el Estado no quiebra por fraude; los particulares sí.  

Nos hemos ido deslizando hacia formas de gobierno más o menos marxistas, en las que se condena la concentración de la riqueza en manos de quienes se la ganan; pero se justifica la concentración de la riqueza ajena en las manos porosas de los políticos. El sacrosanto presupuesto del Estado no admite el menor retaceo del contribuyente; un sistema orwelliano, sin piedad, asegura la confiscación institucionalizada. Como “el CHICHO”, pueden aplicar y multiplicar impuesto a todo, hasta al trabajo (incluyendo lo que se llamaba montepío). Endeudar a los nonatos, y aumentar precios con inflación castigando a los más infelices. Todo con la fatal arrogancia de que sabe las necesidades sociales.

Los impuestos del FA al salario son, eufemísticamente, a las RENTAS; ASISTENCIA A LA SEGURIDAD SOCIAL que cargan a los pasivos, Su “sensibilidad social” avanzó sobre los recursos vitales de cada familia sin deducir ni gastos de subsistencia. Todo para financiar utopías socialistas mil veces fracasadas. NO SON UN LASTRE SOBRE LA RIQUEZA (casi exterminada o expatriada) SON UN LASTRE SOBRE EL SALARIO Y LA PASIVIDAD. Recursos para “redistribuir” que quedaron en los bolsillos de multiplicados cargos políticos, funcionarios públicos innecesarios, y organismos inútiles para cumplir con el manual socialista. Recursos para compañeros de la guerrilla y sus familiares.

Astori hizo lo que hoy quiere cuidar Bergara: frenó el crecimiento del producto, el empleo privado, condenó a las pymes, recortó el gasto del sector medio, y puso al Estado a su servicio. Una espiral perversa de restricción económica, que obligó a usar más recursos para asistencia al desempleado, al marginado, y a la seguridad, por el aumento imparable de la delincuencia. La promiscuidad del sistema político. En el absurdo absoluto, tuvo que conceder a inversores foráneos exenciones de impuestos que no otorgaba al emprendedor uruguayo. Mujica, además, gastó en obras públicas inviables, en “velitas al socialismo” asociado con Chávez; incorporando hijos putativos reconocidos en expedientes penales. La Fiestita de ANCAP, FONDES, ALUR, ALAS U Y EL REMATE DE PLUNA, con recursos del préstamo social del BROU. Lo corrupto para financiar lo político, arrasando lo jurídico, lo económico, el trabajo y la previsión social. No mejoró educación, ni la seguridad, ni generó infraestructura imprescindible. A los ricos les dio avales exprés. Un anarquista contra la meritocracia. APLICÓ IMPUESTOS A LA “CLASE MEDIA” ASCENDENTE y AL SECTOR PRODUCTIVO NACIONAL, hasta agotarlos. Quedaron por el camino esqueletos de obras inconclusas y tirados millones de dólares en sueldos inútiles; y juicios internacionales que pagan los “giles”. Corrupción “compañera” que denunció Astori y ENDEUDÓ A TRES GENERACIONES con el “vituperado” sector financiero. Inflación ascendente que nos ha hecho UN PAIS CARO. Y NO LES ALCANZÓ.

Una parte de los frentistas se cansaron, los que se bajaron de la clase media, pasaron a la informalidad, al desempleo, perdieron el pequeño comercio; sintieron lo que es vivir mal cuando la prioridad es lo político público. El individuo es marginado, se deterioró el consumo, que a su vez resintió al sector productivo básico: el agropecuario, que agobiado gritó BASTA. Tanta burocracia, inoperancia, falta de respeto por su esfuerzo, y corrupción pública LO HASTIARON.

Todo lo que había entrado en competencia con lo público fue más eficiente, le otorgó al cliente mejores condiciones, hizo crecer la economía y permitió oportunidades de trabajo a más uruguayos. Los ejemplos son evidentes. El resquicio que los estatistas permitieron en ANTEL, abriendo a la competencia el sector de telefonía celular y transporte de datos; la apertura del Banco de Seguros a la competencia, la multiplicación exponencial de empresas en zonas francas. Además, hubo otro sector que por impulso privado “se coló” entre la maraña de impuestos y cargas asfixiantes: la vivienda de interés social. Una desgravación del orden del 30% de impuestos que el Estado nunca iba a recaudar porque el sector estaba absolutamente estancado, permitió que la inversión en viviendas para el sector de ingresos medios, produjera un enorme impulso a la inversión privada, a la construcción de viviendas, que hoy es parte del empleo record, 65.000 personas en el sector. Que, a su vez, multiplica la economía de pequeñas empresas que asisten a la construcción.

El saqueo de “comunizar” recursos de los que trabajan quedó expuesto cuando este gobierno pudo afrontar, sin tomar deuda, dos mil millones de dólares por la pandemia. Los únicos impuestos que subieron transitoriamente fueron de los altos sueldos políticos. Dos años después, creció el producto exponencialmente por esfuerzo privado; con él la recaudación. Hoy ese crecimiento le permite al gobierno cumplir un compromiso; iniciar un camino inédito, liberar carga impositiva a algunos contribuyentes. La baja de los impuestos al trabajo (IRPF) y a las pasividades (IASS) no es cuantitavamente significativa, apenas 150 millones de dólares, un 1% del producto, que no moverá la aguja del desmesurado presupuesto público. Este pequeño paso del elefantiásico gasto no es una renuncia fiscal, seguramente será un gran paso para que el tan castigado consumidor pueda aplicarlo a compras básicas, multiplicar pequeños emprendimientos, dando algo más de trabajo genuino, y alentando a formalizarse a una cantidad de personas que empiezan a sentir que el gobierno NO ES SU ENEMIGO. Los deja invertir, producir, y servir a la sociedad.

Todas las economías que han liberado recursos de la gente han mejorado sustancialmente su crecimiento social. Ese pequeño paso de liberar los recursos para financiar un presupuesto público que ha crecido al socaire de quienes creen que saben “redistribuir” mejor lo ajeno, les devuelve a quienes mejor lo gastan: quienes se los han ganado con esfuerzo propio y los cuidan como nadie, porque cuesta mucho conseguirlos. Nuestro país “está caro”, además nuestro, lo dicen todos aquellos que nos miran con cariño para invertir. No es un problema de escala productiva en un mundo globalizado, integrados al estancado MERCOSUR. Resulta que, el Estado sigue gastando más de lo que debiera en relación a los recursos que produce cada uruguayo. Exige demasiado sacrificio al consumo, al ahorro, y a la inversión productiva, y cada individuo que se plantea como poder vivir en Uruguay.

Si en lugar de poner el foco sólo en la regla fiscal, pusiéramos el foco en los gastos inútiles, inservibles, exagerados, perversos, burocráticos, le daríamos más oportunidades al inversor, podríamos liberar más recursos del contribuyente en lo nacional y departamental; y además dejar de agobiarlo con exageradas regulaciones burocráticas de imposible cumplimiento. Un país pequeño, con una producción de bienes primarios, tiene que tener un gasto público pequeño, porque incide en forma determinante en su crecimiento económico. Copiar instituciones de países de otra escala productiva transforma esos gastos impertinentes en ineficientes pérdidas de esfuerzo, gasto improductivo intolerable, lastre que hunde a toda la sociedad en la ciénaga del estancamiento y el retroceso. No es posible desarrollar desde lo público proyectos populistas que producen frustraciones. Tanta resignación condena al sistema democrático y al propio político al descrédito. Luego surgen impulsos autoritarios. Un ogro falsamente filantrópico. Nepotismo, amiguismo y politiquería devoran primero la economía, luego la libertad, y finalmente la dignidad de vivir. Profundizar la reducción tributaria la mejora y sustituirla por recaudación de calidad, es un mensaje del gobierno en el sentido correcto. Respeta el dinero ajeno y el trabajo; permite que crezca la economía privada; comprende su responsabilidad: utilizar lo que detrae con criterio restrictivo. No administrar dispendiosamente recursos privados siempre finitos para infinitas necesidades. El camino emprendido es el correcto. “Malgré” los autoritarios de la rapiña con disfraz legal. Los que ideológicamente no aceptan que es normal dejar que la gente gaste y consuma SU dinero, ganado meritocráticamente. La plata NO ES de ellos; apropiársela es delito, y no debe quedar impune.

Como en el viejo cuento de Perrault, el lobo siempre se disfraza de abuelita, Caperucita Roja siempre se deja engañar y cuando descubre los colmillos ya es tarde. Se comió en un descuido los recursos del laburante, Y AL LABURANTE MISMO. Si no se ordena el gasto presupuestal, ahora, no habrá leñador que los rescate.

1 COMENTARIO

  1. Es la triste realidad de los pueblos que han caído en las garras de los nómadas del nominalismo -socialistas, comunistas, progresistas- que no desean dejar reflexionar sobre sus postulados, ni a los ingenuos, ni a los crédulos ignorantes y menos a los intelectuales, por ello cada cierta temporada le ponen apellido a guiso maléfico que mantienen fraguando (bodrio). Bolívar decía:

    “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia” (congreso de Angustura 1819)

    La idea de los siniestros es que después de haberse poder aprovechando la debilidad de la democracia para aplacar la libertad de que abusan los pseudo lideres holgazanes, someterlos mediante la miseria, apropiarse de cuanta iniciativa productiva haya en las naciones, manejarlas a su antojo, desmoralizar al pueblo y a sus verdaderos lideres democráticos.

    Ante este este teatro insólito, un político venezolano de MAS decía: Teodoro Petkoff con lo siguiente: “Estamos mal, pero vamos bien”; y yo objetaría: ¡No mi querido difunto, estamos mal, vamos mal y si seguimos así, con odio a la meritocracia y apego a la fidelidad del oportunista, iremos peor! Finalmente, si estas asignaciones gubernamentales dieran lugar, sea un buen resultado se verificaría el proverbio popular:

    “Suerte te dé Dios, que saber nada te vale”.

    El oportunista tiene esa astucia, es atrevido, precisamente porque al ignorar muchas cosas tiene que ingeniarse para sobrevivir y, “semejante a un robusto ciego que, instigado por el sentimiento de sus fuerzas, marcha con la seguridad del hombre más perspicaz, y dando en todos los escollos no puede rectificar sus pasos”. Bolívar.

    El trasfondo es: ¡Lo que haga mal o bien el ministerio, es consecuencia del ministro y no de quien le asignó! ¡Cualquier parecido a la realidad de nuestros países es pura coincidencia!

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