EL MIEDO A LA LIBERTAD…Por Nelson Jorge Mosco Castellano

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Un Decreto de Necesidad y Urgencia muy importante en sus definiciones conceptuales provoca la reacción estatista-destituyente contra el Gobierno recién asumido en Argentina.

Ni el más desprevenido, ni el más fanático, ni el más ideologizado, ni el más interesado puede negar que Argentina se encuentra en un estado terminal de necesidad y urgencia. No sólo la pobreza, la miseria, el desempleo, la quiebra económica interna y externa, las reservas negativas del Banco Central. La falta de insumos médicos esenciales, la hiperinflación que destrozó los ahorros y los sueños de los ciudadanos, el robo generalizado de políticos, sindicalistas, empresarios, concesionarios, licitadores, tercerizadores, tramposos financieros, prebendarios, proteccionistas que prohijaron el cepo cambiario y destruyeron la libertad económica y la libertad sin aditamentos

La fatal deseducación que ha matado toda esperanza en los hijos de las clases más pobres y que expulsa del país a los hijos de las clases más pudientes, la coima institucionalizada, el reinado del narco y del crimen imparable y socios del poder y el desmembramiento territorial y de soberanía que es además un negocio impúdico de los gobernantes. 
 
Un país sin moneda, sin confianza externa ni en sí mismo, sin inversión, sin futuro, con media población dependiendo de la limosna, que le es arrebatada por unos patoteros disfrazados de benefactores sociales o de jefes piqueteros, sin orden, sin respeto, sin valores, sin destino; al que aún le resta recibir sobre su cabeza el efecto inflacionario deletéreo de una emisión descontrolada, criminal e irresponsable conque el gobierno peronista-kirchnerista intentó ganar las elecciones a fuerza de populismo. 
Un país saqueado al que todavía le falta sufrir los efectos y los costos de los juicios internos y externos contra el estado que deja un pasado de borrachera de gasto y déficit

Frente a ese panorama, la ciudadanía eligió democráticamente lo que se ha dado en llamar el cambio, y eligió también al ejecutor de ese cambio, Javier Milei. El Presidente ha realizado un diagnóstico que es en sí mismo un plan: la solución es crecer dramáticamente. La cantidad de trabajadores registrados, contra la de no registrados y ambas contra la de desocupados, subsidios, dádivas, jubilados de favor, condenan a la quiebra, salvo que se produzca un crecimiento explosivo de la economía nacional
El auténtico valor del decreto es ratificar lo que Milei anticipó en toda su campaña: una apertura hacia la libertad económica, monetaria, cambiaria, contractual, de propiedad privada y hasta personal y una desestatización dramática de la sociedad y la vida. Y un embate contra los privilegios, prebendas y robos que garantiza el estatismo. 

El decreto de necesidad y urgencia plantea un concepto central que molesta a los conocidos de siempre. Pero beneficia a la sociedad. Tiene la importancia del cambio del Estado dirigiendo íntegramente la vida de sus ciudadanos a una economía y una sociedad organizada en torno al consumidor y su derecho a la libertad y a la competencia, la urgencia de conseguir la confianza del inversor y el trabajador con necesidad y urgencia. 

Ya han anticipado su rechazo al decreto el peronismo, la izquierda marxista, el radicalismo y la Coalición Cívica, o sea los mismos que vinieron perpetuando el modelo populista y colectivista que se intenta cambiar, y que se oponen al contenido del decreto cualquiera fuera su formato, como era evidente que ocurriría. ¿Qué harán los que votaron por el cambio si el decreto es rechazado y los proyectos nunca se convierten en ley? ¿Un contra cacerolazo?

La asonada destituyente comenzó a ejecutarse en la calle, blandiendo los fantasmas del miedo a la libertad. La lucha apenas comienza. Es ahora. 

El psicoanalista Erich Fromm en “El Miedo a la Libertad”, analizó el comportamiento social de los individuos y la involución que se produce en las sociedades como consecuencia del arraigo de determinados patrones de comportamiento.

Identificaba tres mecanismos de evasión psicológica de la responsabilidad individual, que explican el apoyo de una mayoría de la población a líderes e ideologías colectivistas, nihilistas o conformistas que terminan destruyendo la libertad individual en las sociedades abiertas: Autoritarismo (o colectivismo): abandono de la independencia del propio yo individual que, ante un entorno de crisis e incertidumbre, siente la necesidad de que le dirijan, y cede su responsabilidad psicológica a alguien exterior, como un Estado dirigido por un líder político, social o religioso, con el objetivo de adquirir la fuerza de la cual carece el propio yo del individuo y así intentar encontrar una “solución” fácil ante la incertidumbre vital que padece.

Destructividad (o nihilismo): la búsqueda de la destrucción de algo o alguien exterior, como forma de evasión del individuo en contra de su aislamiento en la sociedad, destruyendo instituciones o personas del mundo que le rodea, y como intento psicológico desesperado de no sucumbir ante la adversidad.

Conformidad Automática (o conformismo): el individuo deja de ser él (completamente libre) y asume el papel que la sociedad le asigna, renunciando a ejercer su propia responsabilidad individual y al análisis crítico de la realidad. Asumiendo como propias las ideas de alguien exterior (políticos y medios de comunicación) y, siendo acrítico y conforme con las imposiciones coactivas desde la dirección política ideologizada.   

La paradoja de la libertad, es que, en teoría, una democracia multipartidista promueve el ejercicio de la libertad de elegir, pero, en la práctica, gran parte de la población renuncia a ejercer responsablemente su libertad individual y prefiere ser guiada dócilmente en la dirección que decida la mayoría política; imponiéndole leyes, actos administrativos regulatorios, controlando los medios de comunicación trabajen al servicio de ideas intervencionistas. Operan mecanismos psicológicos que permiten a muchos ciudadanos rehuir su propia responsabilidad individual, contracara ineludible de la libertad. Se le adoctrina a pensar y experimentar sentimientos que no le pertenecen, con normas sociales inculcadas mediante la educación, el entorno sociocultural, la ideología y, especialmente, por el Estado.

Según Erich Fromm, se produce una separación del yo real del individuo que, en una mayoría de casos, puede forzar un sentimiento de soledad y alienación por supeditación de la persona a lo que es socialmente correcto y, por tanto, por el abandono de la libertad individual para decidir responsablemente. Estos factores psicológicos llevan al hombre hacia la toma de decisiones a medio camino entre lo racional y lo irracional, a supeditar su voluntad a instintos secundarios adquiridos socialmente, y a ponerse bajo el mando de dictadores o de dirigentes políticos, sociales y religiosos que «guían» la sociedad hacia una utopía intervencionista.

El proceso de involución institucional en los países se produce cuando se impone coactivamente una jaula de hierro, donde prevalecen la propaganda y el mal uso de los recursos públicos, por parte de oligarquías extractivas y destructivas de recursos ajenos, que buscan sus propios intereses particulares de dinero y poder; atropellando los derechos civiles de los ciudadanos y, en consecuencia, el orden de mercado.

El idealismo platónico y la utopía hegeliana conducen hacia sociedades más estatistas y cerradas, tribales o colectivistas, en donde los derechos civiles son intervenidos por el poder político, el orden de mercado es «dirigido», constreñido o suprimido, por intereses políticos, y la libertad es «guiada» con mandatos coactivos y/o con violencia, hacia los intereses de aquellas mentes totalitarias internas y externas. 

El proceso de evolución institucional se desarrolla cuando prevalecen las ideas y las acciones de los líderes inclusivos e integradores que, apoyados por ciudadanos con valores y/o por líderes con similares inquietudes, impulsan las instituciones morales responsables del arraigo de una sociedad civilizada, abierta y libre; con respeto por los derechos individuales y por el orden de mercado, constituido por los miles de millones de interacciones e intercambios entre las personas.

Tales mecanismos psicológicos explican que las personas rehúyan su propia responsabilidad individual, sumergidos en entornos de coacción y/o violencia, se echan en brazos de la utopía que vende una casta política, en lugar de escuchar a líderes inclusivos que marcan el camino hacia la sociedad civilizada, abierta y libre. La sociedad se pone a prueba siempre que existe presión grupal, ideológica e institucional, desde grupos organizados que emplean la coacción organizada y/o la violencia para imponer sus ideas sobre el resto de la población. La sociedad sufre tales presiones, cuando el Estado deja de defender la Ley general y abstracta y forma una corporación política autodefensiva. Toda una vida enganchada a la ubre estatal como un mamon es el futuro ideal del sindicato político que sueña cualquier sobreprotegido que viene al mundo. Huelga decir que si todos pensaran como sus líderes sindicales el país sería como Cuba o Corea del Norte, donde todo el mundo vive del Estado, y lo de «vivir» es un eufemismo en el “paraíso” comunista.

 Sólo las personas con mayor entereza moral tienen valor para enfrentarse a un entorno hostil frente a la coerción de grupos organizados.

La cultura socialdemócrata, que ha inficionado también al Uruguay, ha conseguido socavar de tal forma los valores esenciales de una sociedad libre que lo que antes se consideraba normal: pasar años de esfuerzo y formación hasta llegar a la cualificación académica de acuerdo a la propia valía, ahora es considerado una tragedia. Los burócratas politizados de Argentina y Uruguay ofrecen con impudicia vegetar durante años estudiando poco, pasar cursos por decreto, vivienda «digna» gratis, trabajo público indefinido, reclamar un buen sueldo con poca o nula productividad.

En lugar de formar para la vida como una constante tarea de superación personal y de sacrificio, los políticos, los medios de comunicación, los sindicatos, afirman que la pobreza se resuelve ahora, sin que el salario sea resultado de virtudes, méritos y esfuerzo productivo; es bajo por una injusticia social por la que todos debemos dar más. Repartir recursos que nadie habrá de producir.

LA LIBERTAD ES TAMBIÉN RESPONSABILIDAD DE SUPERARSE EN LO INDIVIDUAL. EL MIEDO A LA LIBERTAD NOS CONDENA EN COLECTIVO.

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