EL ORO DE LOS TONTOS… Por Nelson Jorge Mosco Castellano

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Hace un tiempo fue publicado un artículo de Moisés Naím titulado «¿Qué es la necrofilia ideológica?», concepto que se sustenta en lo que Sigmund Freud llamó «compulsión a la repetición: volver a hacer lo que ya se hizo y que se sabe que da malos resultados«.

Por lo tanto, los líderes catalogados de practicar la «necrofilia ideológica«, cuyo origen se sitúa en Fidel Castro y su hermano Raúl, están totalmente convencidos de que lo que hacen es lo mejor y que el desastre humano es un costo marginal. Otro elemento básico para entender la compulsión es que el humano se sitúa en experiencias pasadas atroces, pero no recuerda el significado de ellas, por el contrario, tiene la impresión muy viva de que se trata de algo inédito, oportuno y motivado por la situación actual. Para los personajes que se mantienen en la dinámica psicológica de la compulsión a la repetición lo que los mueve es el principio de placer. Es un gran placer repetir sus actos de poder, no importa que destrocen a millones de seres humanos.

Termina Naínsu artículo con la terrible frase del ensayista H. L. Mencken: «El demagogo es quien predica doctrinas que sabe que son falsas a personas que sabe que son idiotas«. Cuando un individuo «vuelve a hacer lo que ya se hizo a pesar de que sabe que da malos resultados«, su mente está en la onda de las funciones y rasgos de la personalidad antisocial situacional.

La necrofilia ideológica también es utilizada por grupos políticos y hasta a naciones enteras, que se entusiasman con líderes cuyas propuestas ya han sido probadas y siempre han terminado mal. La sorpresa es que estas malas ideas, que deberían estar muertas y enterradas suelen reaparecer periódicamente en forma utilitaria a bastardos intereses.

El maoísmo le costó la vida a más de 55 millones de chinos. En 1981 el Partido Comunista Chino emitió su diagnóstico final sobre la gestión de Mao: “Cometió errores de enorme magnitud y larga duración […], y lejos de hacer un análisis acertado de muchos problemas, confundió lo correcto con lo incorrecto y al pueblo con el enemigo. En esto se centra su tragedia”. Uno pensaría que esta conclusión debería ser suficiente para que las ideas de Mao se quedaran sin seguidores. Y estaría cometiendo un error: en un sorprendente número de países aún hay agrupaciones políticas que con gran entusiasmo se definen como maoístas.

Mientras China repudia a Mao y alcanza éxitos que él jamás imaginó, en otros países siguen surgiendo políticos que se enamoran con fervor suicida del maoísmo. En Nepal, el Partido Maoísta consiguió los votos para tener gran peso en el Parlamento y llegó a controlar temporalmente el poder. En India, se la creación del Partido Comunista (maoísta) se dio como resultado de la fusión de tres agrupaciones políticas con un objetivo común: derrocar al Gobierno. Con presencia en 20 de los 28 Estados indios y el control de zonas ricas en minerales, donde la extorsión a las empresas les brinda 300 millones de dólares al año, los maoístas se han convertido en una importante fuerza política y militar. Manmohan Singh, el primer ministro, los considera «la principal amenaza para la seguridad interna». En Perú, Sendero Luminoso, otro movimiento maoísta que le costó a ese país decenas de miles de muertos y que se creía extinguido, ha vuelto a reaparecer de la mano de los traficantes de cocaína.

Pero no es solo el maoísmo. Hay líderes que veneran ideas económicas que ya se probaron en sus propios países, con trágicas secuelas de atraso, miseria y corrupción. El peronismo es otro ejemplo de necrofilia ideológica. Argentina es el único país que, habiendo alcanzado niveles de vida equivalentes a los de países desarrollados, se las arregló para subdesarrollarse. En esa involución se ha dado por el prolongado entusiasmo nacional por el peronismo en sus diferentes corrientes y momentos. Juan Domingo Perón, siguiendo ideas fascistas, fue un virtuoso del populismo que tan común se ha hecho en América Latina y más allá. Prometer lo que de antemano se sabe que no se podrá cumplir, distribuir lo que no hay o despilfarrar ahora lo que se necesitará más adelante, falsificar papel moneda como pirita, son algunas de las características del populismo. Hugo Chávez es el mejor ejemplo de esto en el siglo XXI. Produjo expatriados totales estimados es de 4,89 millones, por lo que la población en Venezuela es bastante menos de 26 millones; el porcentaje de migración forzosa de venezolanos sería equivalente a un 15% del total de la población, y creciendo.

Para los populistas esas pueden ser ideas muertas y sin futuro, pero, para sus seguidores son las remasterizan y crean razones que justifican su entusiasta apoyo. En un mundo tan conectado, informado y donde con solo teclear se puede llegar a saber todo sobre los efectos de una propuesta económica o política cuando ha sido puesta en práctica, sorprende que la necrofilia ideológica sea aún tan común. Las razones para la persistencia de las malas ideas son muchas; quizás la más importante es la necesidad que tiene una sociedad de creer en un líder cuando hay tantos cambios, ansiedad e incertidumbre en la libertad responsable. Y la disposición de los demagogos a prometer cualquier cosa con tal de obtener y retener el poder.

En Bolivia, Nicaragua, Venezuela, los funcionarios capaces de desempeñar su trabajo con eficiencia y honestidad son escasos. Sin embargo, los conductores de esos países promueven nacionalizar empresas, y las ponen en manos de burócratas que no tienen ni la más remota idea de cómo gestionarlas haciéndolas naufragar; alimentando el círculo de destrucción de riqueza y pobreza crónica. Su amor por las ideas muertas es más poderoso que las pruebas que le está haciendo daño a su país. El amor es ciego y el amor por ideologías que además ayudan a mantenerse en el poder no es solo ciego, sino también muy lucrativo. En el fondo, los necrófilos políticos aman más el poder que las ideas con las que manipulan a sus ingenuos seguidores. Como allí, aquí también se debe abandonar la “necrofilia ideológica”, el camino de los populismos decadentes de América Latina, ideas probadas, fracasadas y muertas.

La pirita es similar al oro a la vista. Es popularmente conocida como el “oro de los tontos”. Esto se debe a que a simple vista es similar al metal precioso, pero carece de valor. Algunos “tontos” quieren que la pirita valga como el oro, otros se hacen los “tontos” convirtiendo en pirita el dinero al que da valor el sacrificio del trabajo, el ahorro y la inversión. Predican que los recursos son infinitos, que siempre hay alguien a quien sacárselos, y, que en definitiva, pueden apropiárselos con aplicar violencia sobre el que consiguió legítimamente sus recursos.

Del mismo modo nuestros sindicalistas, necrofílicos reivindican una izquierda perimida, obsoleta, falsa, muerta y creen que no existen restricciones económicas ni en el Estado ni en los particulares. Creen que todo lo que se les ocurra con extorsión violenta puede conseguirse; que endeudarse no tiene consecuencias sobre la pobreza, y que se puede perjudicar a los demás sin que se tenga siquiera el derecho al pataleo. Por eso, son también TOTALITARIOS.

Así lo han demostrado en el último discurso exhibiendo las cenizas del movimiento sindical, convertido en un aburrido conjunto de frases necrófilas, pretérita exhortación revolucionaria, para convencer a los que siguen creyendo en la pirita. No hay restricciones para que el sindicalista Kreimerman de OSE, exige incrementar el personal por encima del directorio. No hay restricciones para presionar a que el uruguayo se endeude, se pierda el grado inversor que permite que pague menos intereses de la deuda que dejó su gobierno en los quince mejores años de recaudación. No hay restricciones presupuestales para resolver el desastre de falta de agua potable que pone en riesgo el abastecimiento. No reconoce que su gobierno se gastó pírricamente en las locuras piríticas del “Pepe”; produjo un colapso financiero del Estado que recibió, según el propio Astori, Vázquez. Y que este gobierno debe ordenar.

Mastodónticos sindicalistas aferrados a periclitadas consignas muertas en la implosión del socialismo. Su público, aburrido, se fue a Buenos Aires a beneficiarse del sufrimiento de la inflación producida por otros necrófilos, que los de acá ponen como ejemplo.  Tragedia de argentinos por quienes les mintieron crear oro y les dieron pirita. Caraduras que pasan el sombrero pidiendo limosna. Manguean adelantos al FMI, mientras en los actos políticos desfogan su veneno en diatribas al único prestamista que desgastado viene evitando la debacle final. Responsables gobernantes del sufrimiento definitivo de un pueblo rico que dejaron debajo de la lona. Son los mismos que suplican mil perdones al FMI por no tener ninguna credibilidad. Gastan los tamangos buscando ese mango para luego quemar gastando 25 millones en un nuevo avión presidencial. Los sindicalistas peronistas no los molestan. Y exigen a los empresarios fundidos bajar horas laborales sin bajar salarios.

Es el nuevo eslogan de los sindicalistas necrófilos adheridos al Foro de San Pablo, que quieren vender pirita a sus esclavos para sostener la cuota sindical. Un regalito que no pagarán los ricos. Pagarán trabajadores desempleados sumados a los que dejaron estos mismos sindicalistas en la calle. Aumentará la contratación informal de cubanos, venezolanos, bolivianos, y argentinos expatriados por gobiernos necrofílicos para la miríada de pobres que multiplicaron. Pagará toda la sociedad con aumento de precios para el salario pirita.

Creen que los ricos que se esfuerzan son estúpidos. Que sacarle a los que laburan para darle a los que ellos mismos dejaron sin trabajo es gratis. Niegan que todo costo se traslada a precios. Si como reclama el PIT-FA hacemos lo mismo que los Fernández en Argentina, tendremos también inflación de precios, desabastecimiento, desempleo, informalidad y pobreza crecientes. Pero, cuanto peor mejor; una oportunidad para “solidarios” frentistas contrabandistas que cruzan a comprar “barato” a expensas del padecimiento argentino. Mientras de este lado quedan pequeños comercios cerrados y empleos esfumados. El pequeño empresario no tiene espalda de empleado público, no viven de la cuota sindical que pagan los que les venden pirita para empobrecerlos. Tarde o temprano el gasto público desenfrenado provoca sufrimiento social a la gente de menores recursos, pobres e indigentes. Mientras los sindicalistas engordan, viajan, y se lucen “Lacoste” en los discursos, para que otros pongan la carne presionando sus consignas.

Siempre, se puede estar peor. Basta con mirar para la izquierda y ver al gobierno argentino pasándole la gorra a Lula; y recibe la actitud soberbia, jactándose de que los argentinos le pidieron que le sacaran el cuchillo del cuello. El desquicio del gobierno argentino incapaz, incoherente y corrupto, generó 12.000.000 de habitantes con empleo. 8.064.000 trabajan en blanco, 4.536.000 trabajan en negro, 4.500.000 cobran sueldo del Estado, mientras 3.564.000 lo hacen en el sector privado. Mientras 24.440.000 cobran al meno un plan social. Así las cosas, hay 8.100.00 manteniendo a 28.940.000.

Si eso sucede en un país del tamaño de la Argentina, piense usted lo que hubiera pasado si el FA de Martínez y Villar hubiera aplicado la misma necrofilia ideológica económica en nuestro Uruguay.

Los argentinos quieren importar un presidente que tenga políticas sensatas, que haya manejado la economía sin endeudarse, que hubiera atravesado la pandemia y la sequía sin zozobra económica. Simplemente bajando el nivel de corrupción, ordenando el gasto del gobierno, y promoviendo la inversión.

Falta mucho todavía para mejorar el desastre heredado de esa necrofilia ideológica. Pero quienes compran el oro de los tontos, falsean igualdad y multiplican pobreza, reniegan del capital pero lo concentran en las manos de totalitarios, y reiteran discursos obsoletos de regalar lo que no hay, prometen dilapidar más recursos y aumentar el endeudamiento hasta exterminar la confianza, en realidad, venden pirita autoritaria y desprecian el oro de la democracia.  

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