El populismo Jesuita y su eco en el siglo XXI

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Por: Anonimous.

Tomo prestado el título para la columna de hoy de un libro de próxima publicación en Español del Profesor Italiano Loris Lanatta: ¨El Populismo Jesuita Perón, Fidel, Bergoglio¨, que hoy se encuentra en italiano solamente. La tesis de Lanatta me pareció por demás interesante, pues ayuda, según creo, a poner en su lugar algunas ideas sobre el desconcertante presente político de la región quehabitamos, en esta aldea caótica en que se ha convertido el orbe y especialmente nuestra América. Una de las ideas centrales es que el populismo fue practicado por los Jesuitas en la región, seguramente no de manera exclusiva, y que ello generó un espíritu de dependencia que luego fue explotado por líderes políticos con el fin de aumentar su poder, pero habiéndolo vaciado de esencia. Algo así como que se desvirtuó la ayuda y el amparo y se lo usó para dominar. Invito al lector a profundizar en el análisis y aporto algunas líneas iniciales al respecto.  

El autor es Profesor de Historia Americana en la Universidad de Bolonia, sus padres fueron dos comunistas, obreros militantes que agradecieron siempre su ascenso social a Lenin y sus seguidores. No esperemos por tanto una visión religiosa de esa pluma. Sí veremos una mente informada y disciplinada con una acabada y consciente línea ensayista. Sus libros previos incluyen ¨Eva Perón Una Biografía Política¨, ¨La internacional Justicialista, auge y ocaso de los sueños imperiales de Perón¨, y ¨Peronismo y democracia¨. Según el autor, su último libro, sobre el populismo Jesuita, es el resultado de treinta años de estudio e investigaciones sobre los fenómenos sociales denominados ¨Populismo¨ en América. 

Para Zanatta debe entenderse como Populismo a la idea mítica de un pueblo unido feliz e inocente, una comunidad original perdida y que genera una ¨nostalgia de unanimidad¨. Para el autor el populismo se basa en una idea ficticia según la cual el pueblo original vivía en un estado de mancomunidad y felicidad, unidos por un sentido de pertenencia y destino común, que fue corrompido por ciertos factores malignos y que debe ser rescatado por un líder mesiánico que lo restituya.

Zanatta entiende que América Latina no sufrió, como si lo hizo Europa, un proceso de pluralismo religioso que diera paso a una apertura en el plano de las ideas y se mantuvo bajo la égida tradicional de una antigua Cristiandad. Ese estado social se caracterizó por la unión entre política y religión, entre fe y ciudadanía y está presente en todos los procesos políticos del siglo XX americano, de los que estudia en su libro los principales a estos efectos, el Peronismo, el Castrismo y el Chavismo. Los jesuitas habrían sido los intérpretes más poderosos de esta visión que en pocas palabras tiende a instaurar el reino de Dios sobre la tierra. Una situación utópica, reflejo de la voluntad divina.

A esta descripción de la realidad social americana, Lanatta opone lo que llama, los sistemas políticos consensuados que dominan en Europa. Estos sistemas políticos habrían surgido en el período de posguerra caracterizados por la búsqueda de esos consensos a partir de la negociación y la obtención de un compromiso entre intereses divergentes que están dispuestos a ceder, de manera de lograr una sociedad eficiente y capaz de ser productiva, esto es, de generar suficientes recursos para un bienestar creciente del conjunto. 

A esta altura del análisis surge en Lanatta la inquietud sobre el arribo del populismo a las costas de España y de Italia en la actualidad. La misma viene de la mano de los aliados de Nicolás Maduro en los parlamentos y el gobierno de estos dos países, sobre todo. Para Lanatta la explicación debe buscarse por el lado de la raíz étnica común entre América del Sur y España e Italia. Esta base de inmigración italiana y española se ve sobre todo en la Argentina, pero no está ausente en el caso de Cuba y Venezuela. Por ello dice el autor citado, que no debe extrañar lo que está pasando si lo analizamos desde una perspectiva histórica y socio cultural. En definitiva, en la raíz cultural de España e Italia reside la causa de que el Populismo haya enraizado también allí. Pero hay una precisión adicional, nadie está a salvo. La razón es que la idea de que la política es una guerra cuyo objetivo es que prevalezcan las ideas del bando vencedor es casi universal. De hecho, está presente en los escritos de Clausewitz y de Tzun Tzu, al punto que Lanatta la describe como una idea prevaleciente de la historia humana. Lo raro debe interpretarse como la sociedad de consenso que por un momento resplandeció en Europa por unas décadas del siglo XX, pero que parece decaer al influjo del peso cultural de la historia. Por unos años apenas estuvimos pensando que el progreso social sería el destino de la humanidad, pero la realidad nos está haciendo acordar que la historia se ha escrito con plumas entintadas en sangre. Paradójicamente la sociedad constructora de consensos se presenta como la excepción, la utopía.

Zanatta advierte que en la actualidad los factores de disgregación social se han multiplicado. Desde el cambio geopolítico al cambio climático, desde el cambio tecnológico desigual a las grandes migraciones que salen de África, Medio Oriente, Cuba, Venezuela, Honduras. Bajo esa perspectiva se podría decir que la democracia de consenso viene resistiendo mejor de los esperado y esto puede ser una luz de esperanza. 

Para Zanatta los términos Derecha e Izquierda son categorías conceptuales que si bien existen en la realidad ya no son útiles para describirla. Se trata para el autor de categorías superficiales que no hacen un aporte a la solución de los problemas. Las ideas que se debaten son las de nostalgias de unanimidad por un lado y las sociedades de consenso por otros. La cuestión real es entre el populismo o el consenso. Lamentablemente Loris Lanatta entiende que no hay espacio de encuentro entre esas dos corrientes. Esta tal vez sea la conclusión más trágica y útil. La idea resulta en principio contradictoria y merece ser explicada. Aunque la sociedad de consenso es necesariamente abierta, inclusiva y tolerante, no es posible lograr acuerdos con las ideas populistas debido al concepto providencialista de la historia que estos últimos tienen. El fin de los populismos es la salvación del hombre, su moralización; bajo esa perspectiva el liberalismo y su correlato económico, la economía de mercado, no tienen punto de encuentro. Para decirlo en criollo si yo creo que se debe eliminar la propiedad, echar a los empresarios, que el estado se adueñe de toda la producción y haga el reparto, entonces, no necesito mercado ni libertad. Estas concepciones no pueden realizarse juntas y las mezclas serán siempre provisorias e inestables. Las construcciones teóricas que sostienen a los populismos americanos son meta-políticas. Para los populismos la sociedad de consenso calza en su relato de la historia como la fuente de la corrupción. El debate se da entonces entre tradiciones, entre seres humanos que reconocen su legitimidad mutua, aunque para los populistas con su visión providencialista de la historia, el pueblo inocente fue corrupto por el libre mercado y sus representantes: el liberalismo, el capitalismo, el neocapitalismo y el neoliberalismo. Estos son los agentes del mal y deben ser eliminados como la encarnación de Satán. 

Lanatta advierte que siempre aparece un chivo expiatorio nuevo que justifica para mantener el dogma populista y ayuda a reafirmarlo como confesión de fe. La ideología llevada al plano de la fe, pero sin serlo, el hombre iluminado usurpando el lugar de Dios, nos hace olvidar que somos los únicos artífices de nuestro destino y que somos responsables de construirlo con esfuerzo y trabajo honesto. Cuando la política es entendida como religión, como pertenencia, como camino único del pueblo inocente y mítico hacia la salvación, es muy difícil encontrar un terreno común para el debate, la negociación y la construcción del consenso. El otro es visto como un enemigo mortal que no merece ser recibido ni escuchado con seriedad porque corrompe el alma del pueblo. Al enemigo se lo debe destruir o al menos reducir al aislamiento. Se trata de doblegar su voluntad de resistir. Así es la lógica populista.

Hoy he querido traer un observador externo que nos ve alarmado desde Europa como una amenaza, los pueblos socialistas de América estamos amenazando la estabilidad lograda por Europa desde el fin de la segunda guerra y la razón es que hay una base cultural común que termina prevaleciendo.  Zanatta lo mira desde una perspectiva muy informada y técnica y mus aséptica a la vez. Lo traigo como aporte a la reflexión.  Mi última idea va en el sentido que en América el Populismo no es instrumental, es decir que no traerá la dicha que predica, muy al contrario, nos sumirá en la pobreza y nos hará objeto de expoliación por otros 500 años. En nosotros está recuperar el sentido y dedicarnos a construir responsabilidad, libertad, trabajo y República. Confío en que si tomamos conciencia tendremos el apresto conductual y las reservas morales para lograrlo.

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