EL SOCIALISMO COMO ERROR. Por Hilario Castro Trezza

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Hayek en su obra póstuma titulada: La fatal arrogancia, se formula una pregunta ¿No habrá sido el socialismo un error?, salvando las siderales distancias intelectuales con el eminente economista austríaco, muchas veces a lo largo del tiempo me he preguntado por qué el marxismo produce fascinación, atracción y hasta devoción en la juventud estudiosa y en la intelectualidad en general, llevándolos a defender dicha ideología con un ardor y un entusiasmo similar a los propaladores del evangelio cristiano.

Por qué tantos jóvenes dejaron su familia, su trabajo y sus bienes para emprender, en pro de dicha ideología, la lucha armada con similar abnegación a los Cruzados de la Edad Media. Todo ello cuando estamos ante una incompleta e inconsistente doctrina económica y a su vez los regímenes que se proclamaron y se proclaman fieles a él han sido y son un estrepitoso fracaso en todos los planos.

La respuesta la encontré en que el marxismo se constituyó en un sucedáneo de la religión, dándoles, a las personas descreídas y decepcionadas por los consuelos de  las religiones positivas, la “certeza científica” de la justicia y la abundancia aquí en la tierra.

Los horrores de la Gran Guerra de 1914 y la Revolución Rusa de 1917 aceleraron este proceso. En Iberoamérica, el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y el estado de debilidad doctrinaria y disciplinar en que yacía la Iglesia Católica para la década del sesenta del siglo pasado, dio lugar al nacimiento de la teología de la liberación que habilitó la compatibilidad entre el marxismo y el cristianismo, de corrientes  irreconciliables hasta el pontificado de Pío XII inclusive, se pasó a un compañerismo en el camino de la liberación, el pueblo elegido sería la clase obrera o proletariado.

Aquellos teólogos, en su afán igualador, ignoraron que la subordinación de la individualidad a la colectividad es dejar expedito el camino a la servidumbre. No comprendieron, obsesionados por el fenómeno de la pobreza, que las pautas de convivencia de la sociedad tribal y cerrada, en la cual vivieron y desplegaron su ministerio Jesús y sus discípulos, no eran trasladables a una sociedad extensa y abierta como la contemporánea. Durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI se refutó, con solvencia teológica, esta  conjunción, pero con el actual Papa Francisco la teología de la liberación ha sido revalorada y sus teólogos rehabilitados, no obstante el mundo ya no es lo que fue.

Todos y cada uno de los postulados del marxismo o socialismo científico han sido refutados por la moderna ciencia económica y en particular por la evidencia empírica. Economistas de la talla intelectual de Menger; Böhn Bawerk; Mises; y Hayek, entre otros muchos, han pulverizado las formulaciones de Marx y Engels plasmadas en El Capital. El descubrimiento de la subjetividad del valor; el intercambio que no suma cero; la imposibilidad económica del cálculo económico en una economía centralmente planificada; los órdenes espontáneos; el conocimiento disperso; la destrucción creadora; la cooperación social espontánea, etc, han reducido a cenizas el corpus doctrinario marxista.

Ante ello los socialistas no se han retractado, siguen invocando los viejos dogmas enmohecidos, pero ante el estrepitoso fracaso del socialismo real, han cambiado la estrategia y alistado sus fuerzas hacia la conquista de la Cultura, poniendo en práctica las agudas reflexiones del marxista italiano Antonio Gramsci contenidas en los 32 cuadernos escritos en la cárcel, durante el fascismo. La conquista de la Educación, el Lenguaje, el Derecho, la Prensa y la Religión tienen una relevancia mayor que la toma de las fábricas o los talleres, de esa forma la abolición de la propiedad privada y por ende de la libertad vendrá por añadidura.

El socialismo es una letanía de errores, no obstante sus adeptos, que padecen de una fatal arrogancia, persisten en querer cambiar la naturaleza humana y construir un hombre nuevo, lo cual es un objetivo de cumplimiento imposible, a la vez que aterrador.

Los liberales, de todas las corrientes, debemos defender los principios de la economía de mercado que han hecho posible la prosperidad y la libertad. Ello no es incompatible con la solidaridad social, y la existencia del Estado y sus cometidos esenciales, que es lo que nos separa de los libertarios, con quienes podemos coincidir en cuestiones puntuales, pero debemos tener en cuenta que el anarco capitalismo no es un aliado fiable en la lucha ideológica con el socialismo.

No olvidemos las sabias palabras de Lord Acton: “Reducido fue siempre el número de los auténticos amantes de la libertad. Por eso, para triunfar, frecuentemente debieron aliarse con gente que perseguía objetivos bien distintos a los que ellos propugnaban. Tales asociaciones, siempre peligrosas, a veces han resultado fatales para la causa de la libertad, pues brindaron a sus enemigos argumentos abrumadores”.

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