Hay temas que parecen obvios, pero que en la realidad no lo son, uno de ellos es el de la tolerancia, el respeto y la consideración que debemos tener para con quienes piensan diferente. Por ello nunca está demás reflexionar sobre esta regla básica de la convivencia humana. Francesco Carnelutti, quien fuera un eminente jurista italiano, expresaba: “Las razones son aquellas fracciones de la verdad que a cada uno de nosotros nos parece haber alcanzado. Cuantas más razones se expongan tanto más será posible que juntándolas, nos aproximemos a la verdad”. En política no hay verdades reveladas, ella es un constante ejercicio de pensar, razonar, contrastar pareceres, puntos de vista, en una palabra ideas. Todo ello bajo la atenta vigilancia de la evidencia empírica, que es el aprendizaje, en base a ensayo y error, con que contamos en nuestro haber. La política implica diálogo, empatía, negociación y las más de las veces transacción, que como la define nuestro Código Civil conlleva en su esencia “recíprocas concesiones” para terminar con un litigio pendiente o precaver un litigio eventual. Eso es lo que ocurre habitualmente en el seno de los órganos legislativos nacionales y departamentales primero en las Comisiones y luego en el Plenario. Desconfío de las ideologías, no porque sean un conjunto sistematizado de ideas, sino porque son elaboraciones cerradas y dogmáticas que poco se diferencian de una religión e incluso algunas, como el marxismo, son un sucedáneo de ella. No sin razón Raymond Aron afirmaba que el liberalismo es una anti ideología, dado que dicha corriente de pensamiento constituye un conjunto abierto de ideas siempre sujetas a refutación y revisión, por su parte no incurre en la arrogancia de haber descubierto de una vez y para siempre la naturaleza de la acción humana. Donde hay libertad, surge el mercado que es el ámbito de intercambio libre y por ende de cooperación social espontánea, que no está diseñado por nadie en particular sino por las decisiones de millones de individuos. Ello explica el funcionamiento de la compleja sociedad moderna a diferencia de la sencilla sociedad tribal. Entre las distintas formas de socialismo y de liberalismo no habrá una síntesis hegeliana, el conflicto y la tensión entre ambos siempre estará latente, por ello la democracia-el mercado de ideas-es el único sistema que permite administrar el disenso de forma civilizada y pacífica. Para que ello sea posible es necesario que respetemos las reglas de juego que como sociedad nos hemos dado y que están recogidas por el ordenamiento jurídico. No obstante ello sólo no es suficiente, se requiere de los ciudadanos y en particular de los actores políticos que practiquen la tolerancia, el respeto y la consideración entre los que piensan diferente, convivir en democracia implica practicar la humildad intelectual, la cual no es incompatible con la defensa firme y motivada de las ideas que se profesan. Lamentablemente presenciamos por la prensa y por las redes sociales que actores políticos se enredan en denostaciones y descalificaciones recíprocas o generalizadas, que sólo conducen a degradar y desprestigiar a la política. No es con el agravio o la denostación que haremos prevalecer las ideas que profesamos, sino con la persuasión argumental que es algo bien distinto. No me engaño ni soy ingenuo, la política es el medio para acceder o mantenerse en el poder con el propósito de llevar a cabo determinadas ideas, no obstante el fin no justifica los medios, como en el deporte el juego limpio-fair play- debe ser la regla. La experiencia de cada uno de nosotros y de un país es el conjunto de los errores cometidos, la escalada de intolerancia que vivió la República en el lustro 1968-1973, nos condujo a uno de los períodos más oscuros de nuestra historia. El Dr Eduardo J Couture, uno de los más grandes juristas que tuvo el país, publicó en 1949 un pequeño y extraordinario libro titulado: Los mandamientos del abogado, que para los que en la vida abrazamos dicha profesión, se constituyó en el decálogo del deber ser. Como la política tiene mucho parentesco con la abogacía, me voy a permitir para concluir transcribir unos párrafos del sexto mandamiento del abogado, que es enteramente aplicable a la política: “Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya…Para conciliar lo contradictorio no hay más que un medio: la tolerancia. Ésta es educación e inteligencia, arma de lucha y escudo de defensa, ley de combate y regla de equidad…”.