Según reza en la Biblia, Lucas 5:33-39, Jesús les dijo a los fariseos y a los escribas la
siguiente parábola: «Nadie rompe un vestido nuevo para remendar uno viejo
porque echa a perder el nuevo, y al vestido viejo no le queda el remiendo del
nuevo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos porque el vino nuevo revienta los
odres y entonces el vino se tira y los odres se echan a perder. El vino nuevo hay
que echarlo en odres nuevos y así se conservan el vino y los odres. Y nadie,
acabando de beber un vino añejo, acepta uno nuevo, pues dice: ‘El añejo es
mejor'».
El contexto de corrupción de los gobiernos nac and pop (nacionales y populares)
de América Latina ha quedado expuesto en toda su denigración de valores
humanos cuando el nuevo gobierno argentino investigó, denunció y corrigió lo que
debe ser la solidaridad con los más desamparados. Esta se había convertido, otra
vez con gobiernos populistas, en servidumbre al servicio de explotadores de la
pobreza. Un nuevo capítulo miserable de esclavitud humana donde el aporte de la
sociedad de los trabajadores era utilizado para financiar organizaciones políticas a
su favor o para frenar protestas por la hecatombe económica y pagar los servicios
de su oligarquía delictiva. Así quedó expuesto en la zona más pauperizada por el
propio gobierno, “La Matanza”, al servicio del enriquecimiento obsceno de los
llamados “dirigentes sociales”. La impunidad era absoluta por parte de quienes
debieron denunciar anteriormente el delito. Estas actividades millonarias con
fondos públicos se continuaron con este gobierno, esperando que la “negociación”
para no enfrentar los movimientos violentos frenara las denuncias.
A los uruguayos, estas denuncias nos suenan recientes y familiares. El MIDES
encontró comida vencida por toneladas, comedores inexistentes y cooperativas u
ONGs que tampoco registraron con transparencia la asistencia que todos los
uruguayos queríamos darle a nuestros compatriotas más postergados. Políticas
que no permitieron crecer económicamente, incorporaron corrupción y
destruyeron recursos en proyectos truchos, infames o directamente delictivos.
En la próxima elección, todos los participantes con posibilidades han tenido el
ejercicio del gobierno. En el FA son odres viejos en los que quedan restos
ideológicos arcaicos de vinagre y sus lamentables consecuencias. Viejas propuestas
que repiten para regresar a aquel sistema agujereado, roto y perverso; hoy están
más claras que nunca antes.
Ninguno de sus precandidatos, ni Cosse ni Orsi, aceptan que existen restricciones
presupuestales, limitantes naturales de la capacidad de gasto público que quienes trabajan ya no podrían volver a soportar. Quieren engordar a sus organizaciones
dirigentes con oportunidades de comer otra vez de la misma torta. Castigar con el
aumento del gasto público para que la mayor parte de ese aumento quede en las
manos porosas de sus parásitos con el argumento de que “hay mucha necesidad”.
El asistencialismo se ha demostrado como una política fracasada; repartir más
plata, lonjas de cargos políticos que quieren sacar del mismo cuero: la gente que
trabaja. Eso que llaman eufemísticamente “políticas sociales” ha sido el verso con
el que otra vez intentan vender: repartir plata sin contraprestación ni control para
que los intermediarios burócratas del partido consigan manotear una parte para
obligar a sus votantes.
No proponen ordenar el gasto ni priorizar urgencias sociales sobre el gasto político.
Son coherentes: así han administrado el Poder Ejecutivo, Intendencias y
organismos públicos fundidos al servicio de una mentida sensibilidad social para
ocultar lo que expone cada cambio de gobierno: la plata no fue a los pobres y los
que pagan los recursos se cansan de que la tiren. Al gasto que desordenaron en
sus 15 años de gobierno le agregarían más gasto sin financiamiento: 30 mil
empleos públicos y doblar la plata para mantener a los pobres que no dejan salir
de allí. Detrás están cientos de operadores de “izquierda” aguardando morder.
Comunistas vs. Tupamaros. Reeditan la guerra que nos llevó al desastre de los 60.
Unos esperando que el gobierno democrático se cayera: que los uruguayos
estuviéramos tan mal que cayéramos como fruta madura en sus brazos totalitarios.
Otros acelerando la violencia de aquel tiempo de desastre que impidieron cambiar
democráticamente. La “revolución popular” que 65 años después es el drama de
otros cubanos que vivieron mil penurias para huir de esa dictadura. Odres viejos.
Nada nuevo en sus “regalos” sin cuantificar: hacer invivible un país que vuelve a
empatizar con sus autoridades; atento a la clase media; solidario directo al más
pobre; con exigencia fiscal para las denuncias penales que llovieron dejen de estar
encajonadas.
Nada de aquel país con objetivos de crecimiento comercial abierto al mundo con
educación actualizada, base de la escalera social. Siguiendo a Gramsci, infiltraron
de odio mano de obra para una revolución que los uruguayos nunca quisimos, que
coloca una bandera ajena en nuestra Universidad.
Siempre sentimos la necesidad de equidad social y atender a los más infelices, tal
como nos enseñara Artigas. No necesitamos extranjeros. Aquella “revolución”
sangrienta en Cuba para corregir rumbos fue corrompida por quienes creen que si
alguno roba no debe ir preso, ejemplo de quitarle a los demás (con una 45).
Odres viejos: los tupas en el gobierno fueron el desquicio del despilfarro y la corrupción. Los comunistas, con su organización regimentada, fueron destruyendo
a los moderados, introduciendo su ideología disolvente en la educación, en el
trabajo, con la supremacía sindical eternizada a sangre y fuego, la multiplicación
del empleo público para reducir fictamente el desempleo, confianza directriz para
compañeros “revolucionarios”; ventajas para empresarios amigos. Hambre de
poder castigando al que paga.
El vino no tan nuevo propone una sociedad en retroceso, vedada de criticar. Están
a la vuelta de la urna todos los excesos sindicales que frenan el empleo, funden
pymes, hacen dirigentes millonarios, precarizan la salud, atacan a las empresas y a
la educación, destrozan la inversión y hacen del país un lugar donde trabajar
formalmente sea una pesadilla; sueño no solo imposible sino estúpido contra el
sistema que todo lo frena.
El sistema comunista-tupamaro impide que los costos de ordenar el gasto público
sean repartidos entre la gente y la casta. Nunca bajaron sus sueldos, aunque
hubiera más subempleados, desempleados e informales, por agregar impuestos,
disminuir el poder adquisitivo y entretener a los pobres mientras los engañan con
dádivas inflacionarias. Los comunismos, socialismos y marxismos han demostrado
todo su libreto, pero en nuestro país siguen en pie; quieren volvernos a engañar.
Odres viejos, programas viejos, mentiras viejas, aunque ya no estén los “viejos”
responsables impunes al delito, el vino nuevo viene de allí y es el mismo vinagre.
Todos sabemos qué nos jugamos. Los odres se rompen y NO HAY MÁS VINO.
Después, ¡¡¡no hay derecho al pataleo!!!