EN ODRES VIEJOS… Por Nelson Jorge Mosco Castellano

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Según reza en la Biblia, Lucas 5:33-39, Jesús les dijo a los fariseos y a los escribas la

siguiente parábola: «Nadie rompe un vestido nuevo para remendar uno viejo

porque echa a perder el nuevo, y al vestido viejo no le queda el remiendo del

nuevo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos porque el vino nuevo revienta los

odres y entonces el vino se tira y los odres se echan a perder. El vino nuevo hay

que echarlo en odres nuevos y así se conservan el vino y los odres. Y nadie,

acabando de beber un vino añejo, acepta uno nuevo, pues dice: ‘El añejo es

mejor'».

El contexto de corrupción de los gobiernos nac and pop (nacionales y populares)

de América Latina ha quedado expuesto en toda su denigración de valores

humanos cuando el nuevo gobierno argentino investigó, denunció y corrigió lo que

debe ser la solidaridad con los más desamparados. Esta se había convertido, otra

vez con gobiernos populistas, en servidumbre al servicio de explotadores de la

pobreza. Un nuevo capítulo miserable de esclavitud humana donde el aporte de la

sociedad de los trabajadores era utilizado para financiar organizaciones políticas a

su favor o para frenar protestas por la hecatombe económica y pagar los servicios

de su oligarquía delictiva. Así quedó expuesto en la zona más pauperizada por el

propio gobierno, “La Matanza”, al servicio del enriquecimiento obsceno de los

llamados “dirigentes sociales”. La impunidad era absoluta por parte de quienes

debieron denunciar anteriormente el delito. Estas actividades millonarias con

fondos públicos se continuaron con este gobierno, esperando que la “negociación”

para no enfrentar los movimientos violentos frenara las denuncias.

A los uruguayos, estas denuncias nos suenan recientes y familiares. El MIDES

encontró comida vencida por toneladas, comedores inexistentes y cooperativas u

ONGs que tampoco registraron con transparencia la asistencia que todos los

uruguayos queríamos darle a nuestros compatriotas más postergados. Políticas

que no permitieron crecer económicamente, incorporaron corrupción y

destruyeron recursos en proyectos truchos, infames o directamente delictivos.

En la próxima elección, todos los participantes con posibilidades han tenido el

ejercicio del gobierno. En el FA son odres viejos en los que quedan restos

ideológicos arcaicos de vinagre y sus lamentables consecuencias. Viejas propuestas

que repiten para regresar a aquel sistema agujereado, roto y perverso; hoy están

más claras que nunca antes.

Ninguno de sus precandidatos, ni Cosse ni Orsi, aceptan que existen restricciones

presupuestales, limitantes naturales de la capacidad de gasto público que quienes trabajan ya no podrían volver a soportar. Quieren engordar a sus organizaciones

dirigentes con oportunidades de comer otra vez de la misma torta. Castigar con el

aumento del gasto público para que la mayor parte de ese aumento quede en las

manos porosas de sus parásitos con el argumento de que “hay mucha necesidad”.

El asistencialismo se ha demostrado como una política fracasada; repartir más

plata, lonjas de cargos políticos que quieren sacar del mismo cuero: la gente que

trabaja. Eso que llaman eufemísticamente “políticas sociales” ha sido el verso con

el que otra vez intentan vender: repartir plata sin contraprestación ni control para

que los intermediarios burócratas del partido consigan manotear una parte para

obligar a sus votantes.

No proponen ordenar el gasto ni priorizar urgencias sociales sobre el gasto político.

Son coherentes: así han administrado el Poder Ejecutivo, Intendencias y

organismos públicos fundidos al servicio de una mentida sensibilidad social para

ocultar lo que expone cada cambio de gobierno: la plata no fue a los pobres y los

que pagan los recursos se cansan de que la tiren. Al gasto que desordenaron en

sus 15 años de gobierno le agregarían más gasto sin financiamiento: 30 mil

empleos públicos y doblar la plata para mantener a los pobres que no dejan salir

de allí. Detrás están cientos de operadores de “izquierda” aguardando morder.

Comunistas vs. Tupamaros. Reeditan la guerra que nos llevó al desastre de los 60.

Unos esperando que el gobierno democrático se cayera: que los uruguayos

estuviéramos tan mal que cayéramos como fruta madura en sus brazos totalitarios.

Otros acelerando la violencia de aquel tiempo de desastre que impidieron cambiar

democráticamente. La “revolución popular” que 65 años después es el drama de

otros cubanos que vivieron mil penurias para huir de esa dictadura. Odres viejos.

Nada nuevo en sus “regalos” sin cuantificar: hacer invivible un país que vuelve a

empatizar con sus autoridades; atento a la clase media; solidario directo al más

pobre; con exigencia fiscal para las denuncias penales que llovieron dejen de estar

encajonadas.

Nada de aquel país con objetivos de crecimiento comercial abierto al mundo con

educación actualizada, base de la escalera social. Siguiendo a Gramsci, infiltraron

de odio mano de obra para una revolución que los uruguayos nunca quisimos, que

coloca una bandera ajena en nuestra Universidad.

Siempre sentimos la necesidad de equidad social y atender a los más infelices, tal

como nos enseñara Artigas. No necesitamos extranjeros. Aquella “revolución”

sangrienta en Cuba para corregir rumbos fue corrompida por quienes creen que si

alguno roba no debe ir preso, ejemplo de quitarle a los demás (con una 45).

Odres viejos: los tupas en el gobierno fueron el desquicio del despilfarro y la corrupción. Los comunistas, con su organización regimentada, fueron destruyendo

a los moderados, introduciendo su ideología disolvente en la educación, en el

trabajo, con la supremacía sindical eternizada a sangre y fuego, la multiplicación

del empleo público para reducir fictamente el desempleo, confianza directriz para

compañeros “revolucionarios”; ventajas para empresarios amigos. Hambre de

poder castigando al que paga.

El vino no tan nuevo propone una sociedad en retroceso, vedada de criticar. Están

a la vuelta de la urna todos los excesos sindicales que frenan el empleo, funden

pymes, hacen dirigentes millonarios, precarizan la salud, atacan a las empresas y a

la educación, destrozan la inversión y hacen del país un lugar donde trabajar

formalmente sea una pesadilla; sueño no solo imposible sino estúpido contra el

sistema que todo lo frena.

El sistema comunista-tupamaro impide que los costos de ordenar el gasto público

sean repartidos entre la gente y la casta. Nunca bajaron sus sueldos, aunque

hubiera más subempleados, desempleados e informales, por agregar impuestos,

disminuir el poder adquisitivo y entretener a los pobres mientras los engañan con

dádivas inflacionarias. Los comunismos, socialismos y marxismos han demostrado

todo su libreto, pero en nuestro país siguen en pie; quieren volvernos a engañar.

Odres viejos, programas viejos, mentiras viejas, aunque ya no estén los “viejos”

responsables impunes al delito, el vino nuevo viene de allí y es el mismo vinagre.

Todos sabemos qué nos jugamos. Los odres se rompen y NO HAY MÁS VINO.

Después, ¡¡¡no hay derecho al pataleo!!!

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