Aunque menos que otros países, el Uruguay es un país de asentamientos y de barrios
privados, dos caras de la moneda de la desintegración social.
Este Uruguay de hoy, supo ser otro país. En cada barrio de aquel Uruguay, comulgaban
distintos estratos. A las escuelas públicas de esos barrios concurrían los hijos y las hijas
(primera integración) de criollos, inmigrantes (segunda integración), de cristianos, no
cristianos y ateos (tercera integración) distrayendo a propósito su origen social, nacional, religioso, bajo las túnicas blancas y las moñas azules. Aunque muy poco, algo de aquello llegué a ver.
No es casualidad que en los supuestos años de oro, a mediados del siglo XX, el Uruguay
fuera un país integrado. Fueron años de trabajo que van desde el período de la
Reforma Vareliana, pasando por el Batllismo y la construcción institucional del Estado
Republicano. Con ciudadanos buenos Republicanos, creados en esa escuela pública.
¡Qué épocas aquellas, sin noches de nostalgia!
Hoy, la realidad uruguaya, es otra. Desde la mitad del siglo pasado, éste modelo se
empezó a desarmar. Participaron activamente en desmontarlo la crisis del los 50´ y
60´, la soberbia iluminada de los tupas en los 60´y principios de los 70´ y los militares
desde entonces hasta mediados de los 80´.
Recién después de la recuperación de la democracia en el 85´ empezaron los intentos
por reconstruir la integración. Drástica reducción de la pobreza y de la mortalidad
infantil, recuperación del empleo, creación de los Centros CAIF ( No los creó el Frente Amplio, sino el Batllismo) y las transferencias condicionadas a la certificación escolar y la visita al centro de salud (Que tampoco crearon el FA ni el
MIDES, sino el Batllismo). Por suerte Lacalle reconoció estos rumbos y continuó y
profundizó.
En el segundo gobierno de Sanguinetti, Rama recogió el guante. Intentó volver a
integrar la sociedad desintegrada con una reforma que concentraba la inversión
educativa en los barrios más pobres para los hijos de los más humildes. La idea es,
antes de su llegada al gobierno, el Frente Amplio, concentró sus fuerzas a entregarse a
los intereses corporativos de los docentes que hicieron todo lo posible por desbaratar
el más importante esfuerzo por reconstruir la integración social que hizo el Uruguay
durante un siglo. LA HISTORIA NO LOS ABSOLVERA.
Pasamos a gobiernos del Frente Amplio, cuyo mayor esfuerzo de integración social,
terminó en el gesto anecdótico de prohibir “Jacksonville” en la Zona Franca de
Montevideo.
Las corporaciones, más fuertes que nunca. La reforma, bien gracias. ¿Educación,
educación, educación?
En verdad, ¿Qué ha hecho el Frente Amplio, para favorecer la integración social del
Uruguay? Ni reconstruir, ni fortalecer un sistema de valores de integración. Ni eliminar
sus propias contradicciones.
Al final, cada uruguayo en su ghetto.