En los últimos días, la donación de un terreno por parte de la Intendencia de Maldonado para la construcción de una sede regional para la Cámara de comercios LGBT de dicho departamento ha generado un intenso debate en la comunidad. Mientras algunos aplauden este gesto como un avance en la inclusión y diversidad, también se puede ver como una estrategia política oportunista o un intento por generar dividendos haciendo uso del icónico arcoíris.
La donación de un terreno de 1.567 metros en la zona del Club del Lago para un proyecto LGBT fue visto por algunos como un paso significativo hacia la promoción de la igualdad y la inclusión en Maldonado. Además, el hecho de que se haya recibido este gesto con emoción es un reflejo de la importancia de contar con espacios seguros y apropiados para sus actividades y reuniones. Además, la ubicación cerca del Aeropuerto de Laguna del Sauce y la playa Chihuahua podría contribuir al turismo, lo que podría tener un impacto positivo en la economía local.
Justamente Chihuahua es un espacio distinto, inicialmente fue reconocido como una playa naturista, hoy es un punto de encuentro de la movida gay a nivel nacional e internacional. Pero no todo es color de rosa, es necesario dar a conocer que algunos espacios y eventos se dirigen principalmente a un segmento específico de la comunidad, especialmente a gays con un determinado poder adquisitivo. Esto nos lleva a cuestionar si la intención es genuinamente inclusiva o si se oculta un trasfondo comercial bajo la etiqueta de «inclusión».
La inclusión es un valor esencial, pero debemos ser cautelosos cuando los negocios se disfrazan como acciones inclusivas.
La figura del Intendente Antía ha sido objeto de críticas en el pasado, y algunos consideran que esta donación podría ser un intento de mejorar su imagen pública por lo que es válido preguntarse ¿Por qué este segmento de la población fue seleccionado para recibir este terreno en particular? Estas preguntas merecen respuestas claras y precisas por parte de las autoridades, especialmente por el hecho de que el terreno en cuestión se encuentra cercano a un aeropuerto y a una zona de influencia del ambiente gay, como mencioné más arriba. Zona de influencia accesible a todos, pero orientada a un segmento muy específico de la comunidad.
Además genera lógicas rispideces, innecesarias, en la ciudadanía ¿Necesita la Cámara de comercios y negocios LGBT de Maldonado ese terreno? Si es tan competitivo todo el negocio gay ¿No pueden conseguir por su propios medios un terreno aunque sea en otra ubicación? ¿Se consideraron otras organizaciones y proyectos para la donación de los mismos?
La donación del terreno en Maldonado destinado a la comunidad LGBT puede tener un impacto positivo en la inclusión y el turismo de la región. Sin embargo, es esencial que esta decisión se base en principios de igualdad y justicia, y no en consideraciones políticas o de relaciones públicas. La transparencia en el proceso de donación y la claridad en cuanto a si se busca genuinamente la inclusión o la comercialización son detalles cruciales que deben abordarse con cuidado en el desarrollo de este proyecto.
No importa quién se beneficie; lo verdaderamente importante es no perder de vista el objetivo auténtico de luchar por los derechos y la inclusión. Debemos asegurarnos de que la inclusión sea siempre el foco principal y no una mera excusa para intereses comerciales o políticos.
La verdad que es lamentable el criterio de Antía y mucho más el periodismo que le aplaude la gracia. Da cosa/rabia ver qué se utilizan elementos públicos (dinero, terrenos, edificios, etc…) para causas foráneas y es muy válido preguntarse lo que dice la columna, si es tan rentable ¿No pueden juntar plata entre ellos?
La columna plantea un debate interesante, esa Cámara ¿A cuántos homosexuales representa? ¿Solamente gays o hay lesbianas también? ¿Es inclusión o es una actividad comercial? De formarse una cámara de comercio «hetero» ¿Tendría los mismos beneficios?
Pobre Maldonado