Un 7 de setiembre de 1822, hace doscientos años, en un campamento a orillas del arroyo Ipiranga, el heredero del trono de Portugal y Regente de Brasil Pedro de Braganza, recibió una comunicación desde Lisboa que le intimaba a regresar, bajo apercibimiento de ser declarado traidor. Ya había manifestado su famosa frase: “Eu fico“(“Yo me quedo”) y ahora su contundente respuesta fue: “Independencia o Muerte”. Este hecho conocido como Grito de Ipiranga, se constituyó en la independencia de Brasil del Reino de Portugal. Inmediatamente se desencadenó un proceso constituyente y la proclamación de Pedro I como Emperador de Brasil, quien fue coronado el 12 de octubre de 1822. El Imperio de Brasil contaría con una Constitución promulgada el 25 de marzo de 1824.
La monarquía constitucional duraría hasta la proclamación de la República el 15 de noviembre de 1889. Como podrán apreciar los lectores la independencia brasileña se llevó a cabo sin el derramamiento de una gota de sangre, lo cual contrasta con los sangrientos procesos independentistas hispanoamericanos. Ello tiene una explicación histórica, ante la invasión napoleónica a la península ibérica, los monarcas españoles Carlos IV y Fernando VII se resignaron a ser prisioneros de Napoleón Bonaparte, en cambio el Regente de Portugal, por incapacidad de su madre la Reina María, en acuerdo con Gran Bretaña y con el apoyo de su flota, se traslada con toda su numerosa Corte a Brasil en enero de 1807. A la muerte de su madre el 20 de enero de 1816 es proclamada Rey de Portugal, Brasil y Algarve y coronado como tal en Río de Janeiro el 6 de febrero de 1818 como Juan VI, regresando a Lisboa el 3 de julio de 1821. Luego de su independencia Brasil tuvo dos Emperadores Pedro I (1822-1831) y Pedro II (1831-1899), con una Regencia por minoría de edad entre ambos. La Provincia Oriental, luego de la completa derrota artiguista en 1820 y el consiguiente exilio del Caudillo en Paraguay, fue incorporada al Reino de Portugal por el Congreso Cisplatino el 27 de julio de 1821, luego se juraría la Constitución de Portugal que fuera aprobada en Lisboa el 23 de setiembre de 1822. La sobreviniente independencia brasileña planteó un conflicto interno en la Provincia Cisplatina entre Carlos Federico Lecor favorable a Brasil y Álvaro Da Costa fiel a Portugal.
Lecor se vio obligado a abandonar Montevideo e instalarse en San José, Da Costa controlaba militarmente a Montevideo y toleró las manifestaciones del Cabildo integrado por miembros de la Logia Caballeros Orientales que eran decididos partidarios de la independencia de Portugal y la no incorporación a Brasil y sí a la reincorporación a las Provincias Unidas. Fructuoso Rivera, que desde 1820 mantenía un acuerdo estratégico con Lecor, sigue leal a él y no acompaña a los Caballeros Orientales, por considerar riesgoso e inoportuno en ese momento separase de Brasil, por lo cual los Caballeros Orientales deben emigrar a Buenos Aires con Manuel e Ignacio Oribe a la cabeza. El 9 de mayo de 1824 se jura en Montevideo la Constitución Imperial de Brasil. Habrá que esperar a 1825 para que la situación se revierta y Lavalleja, Oribe y Rivera conjunten sus fuerzas en pro de la independencia provincial y la reunificación nacional. Mientras los hispanoamericanos se dividían en veinte Repúblicas independientes, Brasil se mantuvo unido, pese a los intentos secesionistas de Río Grande del Sur y Pernambuco, y creció territorialmente a costa de sus vecinos. Como lo escribiera con gran claridad en 1979 Alejandro Soto Cárdenas: “De no haber sido por el Emperador, Brasil se habría disgregado, como le ocurrió a Hispanoamérica. La monarquía fue la única fórmula de unidad nacional que se tuvo a la mano y fue el único sistema al cual estaba acostumbrado el pueblo. Al aceptar el pueblo la monarquía, se logró la estabilidad”. Para el Centenario de la Independencia en 1922 se repatriaron los restos de Pedro I y fueron sepultados en el Memorial de la Independencia de San Pablo, para el Sesquicentenario de la Independencia en 1972 son repatriados los restos de Pedro II y sepultados en Petrópolis – Río de Janeiro.
Lo único que quedó en Portugal fue el corazón embalsamado de Pedro I, que ahora y por pocos días, con motivo del bicentenario fue traído a Brasil. Tengamos presente que el 21 de abril de 1993, por disposición constitucional, debió ser consultado el pueblo brasileño en plebiscito sobre república o monarquía, si bien fue contundente el triunfo de la opción republicana 66% con 44.266.608 de votos, la opción monárquica 10,2% cosechó la no despreciable cifra de 6.843.196 sufragios. También en dicho plebiscito se consultó sobre presidencialismo o parlamentarismo, obteniendo la primera opción el 55,4% con 37.156.884 votos y la segunda con 24.6% con 16.518.028 sufragios. Eran cuestiones que estaban pendientes desde 1899 y que fueron zanjadas por pronunciamiento popular, una vez que el país recuperó la total normalidad democrática. Brasil nunca extinguió su vocación imperial, gobiernen militares o civiles, izquierdistas o derechistas.