LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN. Por Hilario Castro Trezza

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La ley Nº:17.778 de 24 de mayo de 2004 declaró el día 20 de setiembre como “Día de la Libertad de Expresión del Pensamiento”, la fecha coincide con la conmemoración de la entrada a Roma  de las fuerzas del Reino de Italia, un 20 de setiembre de 1870, hecho que culmina el proceso de unificación italiana. En Italia comenzó siendo una fecha controversial, dado que significó el fin de los Estados Pontificios y del poder temporal del Papado.

Dicho conflicto fue zanjado recién el 11 de febrero de 1929 con la firma de los acuerdos de Letrán y del Concordato entre el Reino de Italia de Víctor Manuel III, representado por el Presidente del Consejo de Ministros Benito Mussolini y la Santa Sede a cuyo frente estaba el Papa Pío XI, representado por su Secretario de Estado el Cardenal Pietro Gasparri. El gobierno italiano garantizaba la soberanía del flamante Estado Vaticano y la Santa Sede reconocía al Reino de Italia y su capital Roma. A ello se añadía, entre otras cosas, que el Reino de Italia le abonaba al Estado del Vaticano una compensación económica por la pérdida de los Estados Pontificios.

Para celebrar este acuerdo histórico, el gobierno fascista dispuso que fueran derribadas las viejas edificaciones de Spina di Borgo que impedían la perspectiva urbanística de la Basílica de San Pedro y su Plaza con el Castillo del Santo Ángel y para ello se construyó la vía de la Conciliazione (calle de la Reconciliación).

Todo esto sobrevivió a la caída del régimen fascista y a la abolición de la monarquía, dado que dicho legado de concordia, más allá de quienes eran sus artífices circunstanciales, interpretaba el sentir de la abrumadora mayoría de la opinión pública italiana, profundamente católica.

Hoy la fecha del 20 de setiembre es parte de la identidad de Italia. En nuestro país, con un enorme componente inmigratorio italiano, fue feriado nacional de 1917 a 1933 y hoy conforme a la ley citada ut supra la fecha de la Libertad de Expresión del Pensamiento. Dicha libertad fue consagrada en nuestro suelo por ley de 12 de julio de 1826 cuando aún era Provincia Oriental. Al constituirnos en un Estado independiente el 4 de octubre de 1828, nuestra primera Constitución, jurada un 18 de julio de 1830, la estatuye en su art 141 y con ligeras modificaciones fue recogida por las sucesivas reformas constitucionales hasta el actual artículo 29 que reza: “Es enteramente libre en toda materia la comunicación de pensamientos por palabras, escritos privados o publicados en la prensa, o por cualquier otra forma de divulgación, sin necesidad de previa censura; quedando responsable el autor y, en su caso el impresor o emisor, con arreglo a la ley por los abusos que cometieren”.

Esto ha sido reforzado por las normas de Derecho Internacional Público ratificadas por nuestro país desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, a la Convención Americana de Derechos Humanos de 22 de noviembre de 1969 y en vigencia en el país desde el 4 de marzo de 1985.

El valor de la libre expresión del pensamiento no requiere mayores comentarios dada su esencialidad, pero es pertinente recordar los estupendos argumentos expuestos por John Stuart Mill en su obra “Sobre la libertad” que data de 1859: “En primer lugar, si se obliga a cualquier opinión al silencio, dicha opinión podría ser, por lo que sabemos, verdadera. Negar esto es suponer nuestra propia infalibilidad. En segundo lugar, aun cuando la opinión silenciada está equivocada, es posible y ello ocurre a menudo, que ella contenga una porción de verdad, y desde que la opinión dominante sobre cualquier tema raramente o nunca tiene la razón, es sólo a través del choque de opiniones contrarias que existe la posibilidad que pueda aportarse el resto de la verdad”.

Recordar los célebres argumentos del gran filósofo liberal inglés del siglo XIX, es más que oportuna ante los intentos de los modernos inquisidores, que pretenden aprobar leyes contra “el negacionismo”, para impedir el debate, la exposición y la recordación de los hechos y de las víctimas de la insurgencia revolucionaria marxista, que asoló a nuestro hemisferio durante las décadas del sesenta y el setenta del siglo pasado.

Como comprenderán los lectores, nuevos desafíos enfrenta la libre expresión del pensamiento, que no fueron ni soñados por los liberales clásicos. Por todo ello y mucho más, es importante dedicar tiempo para reflexionar en profundidad sobre esta temática y a su vez estar alertas para no dejarnos embaucar, con prestigiosos conceptos, que esconden propósitos de uniformizar el pensamiento, lo cual es la negación de la Libertad.

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