El mundo siniestro se ha encargado de endilgarle, adjudicarle, endosarle la causa de lo malo del cambio climático y sus consecuencias a un supuesto imperio capitalista salvaje.
La jerga castro comunista –los siniestros- e internacional ha tomado como bandera de lucha contra el sistema de producción capitalista un supuesto cambio climático dizque producido por la emisión indiscriminada de elementos térmicos -humo y/o sustancias nocivas a la intemperie por la industria pesada en todo el mundo-, principalmente, en los Estados Unidos, con lo cual afirman que derivado de esta producción de gases contaminantes, tóxicos y perjudiciales, el circulo de ozono se hubo de expandir respecto a su diámetro. Caso que quedó, descartado por la eventual reducción del diámetro del círculo de ozono observado desde el año 2020.
El asunto es que con su discurso embustero enajenan la mente crédula de la masa popular que no tiene conocimiento de la actividad astronómica del mundo. Exhortando a las grandes potencias industriales a apagar su producción, o sea, con su propaganda intentan limitar o satanizar la teoría de la inversión de capital –como producto industrializado- cuyo fundamento en vez de ser salvaje como ellos lo mencionan es la mano invisible que enriquece –no al individuo solamente- a las naciones. «Sin embargo, las industrias de los países comunistas permanecen innombradas.»
Contra esto último los pensadores del mundo siniestro no ha dado opiniones tajantes aun cuando no dejan de presentar sus caras ante el público que maneja la gleba siniestra. Entre ellos, Noam Chomsky que se abocó sin pasión al respecto en un encuentro político de la ciudad de Montevideo (Uruguay) donde el principal anfitrión fue José (pepe) Mujica y funcionarios de su tolda política.
La invitación dejo absortos a todos, pues la teoría de Noam como sabio para los comunistas propinó un zarpazo a sus admiradores al darle poca importancia al tema álgido del efecto climático. Para batirles, que los gobiernos de los países en subdesarrollo latinoamericano tanto los diestros como los siniestros, con tantos recursos que han manejado no habían sacado a sus países de la miseria y el subdesarrollo, tanto social como económico.
¡Para quienes no saben cómo es el asunto del cambio climático ahí les dejo esto a continuación!
A principios de la mitad del S. XX el 23 de mayo de 1967. “El alto mando de la Fuerza Aérea de Estados Unidos ponía a sus aviones equipados con bombas nucleares en estado de máxima alerta. Un ataque sin identificar había dejado fuera de combate el Sistema de Alerta temprana contra Misiles Balísticos (Ballistic Missile Early Warning System o BMEWS) y los militares lo interpretaron como el paso previo a un ataque por parte de la Unión Soviética.
El informe no tardó en llegar a la Fuerza Aérea y, afortunadamente, alguien con dos dedos de frente ató los cabos necesarios. El sistema de alerta temprana con el que Estados Unidos vigilaba posibles lanzamientos nucleares en plena guerra fría no había sufrido ningún ataque proveniente de ningún país. Sus antenas habían quedado fuera de combate por culpa de una llamarada solar.” (GIZMODO, Carlos Zahumenszky)
El centro de observación de dinámicas solares que hoy nos informa puntualmente del clima espacial comenzó su Trabajo en 1960. Para el año del incidente emitía boletines diarios. Desde 1967 con el conocimiento de tales marejadas inusuales de intensidad de emisiones geomagnéticas producto de la actividad solar y respecto a la aparición de nuevas manchas solares, las oficinas informativas astronómicas han venido planteando el efecto climático que esta actividad produce en la atmosfera terráquea.
Sin embargo, previo a esto -descartando innumerables eventos cosmicos acaecidos en nuestro sistema solar- a mitad del siglo XIX (1850-1859), los astrónomos Richard Carrington y Balfour Stewart, simultanea, pero separadamente, observando la emisión periódica de las manchas solares determinaron que el período del ciclo de manchas solares era idéntico al período de cambios en la actividad geomagnética de la Tierra. Por ende, se deberían producir cambios sensibles de efecto climático. En esa fecha se produjo una emisión geomagnética de intensidad parecida a la de 1967 con efectos impresionantes, se debe notar o hacer mención de que para aquel entonces la ciencia no estaba tan avanzada y los efectos contra la electrónica no sucederían.
Tal apreciación tiene como objeto intentar un concepto lógico del efecto sobre la tierra considerando que las erupciones solares –producidas por las manchas- son un poco como el fogonazo de un cañón, según la NASA. Son estallidos de luz que llega a la Tierra en cuestión de minutos y también transporta partículas de alta energía que interactúan con nuestra atmósfera. Recientemente se han registrado grandes erupciones solares masivas que los expertos astrónomos afirman que podría llegar en forma de tormenta geomagnética en tiempo real y a futuro a nuestro planeta. El 29 de junio de 2022, se registró una inmensa erupción que sacudió la influencia magnética de la Tierra por dos días y por supuesto se observó un efecto climático sensible.
Este fogonazo afecta el espacio atmosférico de la tierra, sin embargo, más poderoso es el efecto de la bala de ese cañonazo constituido por una maza de plasma de carga magnética llamadas eyecciones de masa coronal (CME), la cual afecta grandemente las condiciones propias del ambiente y de la actividad electrónica y electromagnética entre ellas las de comunicaciones (control de voltaje y navegación) etc., etc.
Para diciembre de 2021, el sol produjo 67, más del doble de la estimación. Y en mayo de 2022, en lugar de las 37 manchas solares pronosticadas por la NOAA y la NASA, hubo 97, produciendo erupciones solares y eyecciones de masa coronal. La intensa actividad solar también provocó tormentas geomagnéticas en la Tierra, causando estragos en los satélites en órbita y desencadenando magníficas auroras. Y con estas, cambios en –el clima- la atmosfera.
Este efecto climático producto de la actividad solar es directamente proporcional a la emisión de manchas derivando en que la baja actividad solar tiene un efecto profundo sobre la atmósfera terrestre, pues le permite enfriarse y contraerse. La basura espacial se acumula en órbita alrededor de la Tierra porque hay menos arrastre aerodinámico.
En tiempos recientes, Científicos del Centro Nacional de Investigaciones Atmosféricas (National Center for Atmospheric Research o NCAR, por su sigla en idioma inglés), afirman con evidencias convincentes que la variabilidad solar está produciendo un efecto sobre el clima, especialmente en el Pacífico. Según el informe, cuando los investigadores analizan los datos correspondientes a la temperatura superficial del océano durante los años en que hay más manchas solares, el Pacífico tropical muestra un pronunciado patrón similar a «La Niña», con regiones del Pacífico ecuatorial oriental que pueden enfriarse hasta un 1°C. Además, «hay indicios de incrementos de precipitación en la ZITC (Zona Inter–Tropical de Convergencia) del Pacífico y en la ZCPS (Zona de Convergencia del Pacífico Sur), así como de presiones a nivel del mar que están por encima de lo normal en latitudes intermedias del Pacífico Norte y Sur», las cuales se correlacionan con los picos del ciclo de manchas solares.
Y díganme siniestros, a quien le van a imputar la culpa de las emisiones de azufre y distintos gases tóxicos que emiten los más de 500 volcanes activos y otros elementos extrusivos de la corteza terrestre. Nada más que en Sumatra, el volcán Tambora en abril del 1815 registró una erupción donde las cenizas lanzadas por el supervolcán alcanzaron una altura de más de 30 kilómetros y afectaron las cosechas en casi toda Europa provocando hambrunas y enfermedades.