LAVALLEJA, EL HOMBRE, EL CAUDILLO Y EL MILITAR. Por Mario Menyou

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El Militar.

Las Campañas Militares de Lavalleja las podemos separar de acuerdo a diferentes períodos de la creación y consolidación de nuestro país, que van paralelamente con su vida. Así podemos hablar primeramente de la Emancipación, período en que se caracterizará por las luchas permanentes, contra españoles, contra portugueses y contra bonaerenses; luego pasa unos años prisionero que no dejan de señalar aspectos trascendentes de su personalidad; liberado presta servicios en el Ejército portugués de ocupación en la Provincia Cisplatina a las órdenes del Gral. Rivera, período en el que seguirá aflorando la habitual rebeldía de sus años jóvenes; sobrevendrá luego la Cruzada Libertadora, época en que su figura descollará en el entorno regional del Río de la Plata y en especial en nuestro territorio, siendo primordial su participación en la Guerra de las Provincias Unidas contra el Imperio del Brasil así como en el tratado que selló la paz de esta contienda, la Convención Preliminar de Paz.

  • Emancipación Oriental.

Este período en la vida de Lavalleja y de nuestra Patria, transcurre desde 1811 hasta 1820, época en que la figura preponderante en nuestro territorio y alrededores será la del Caudillo Oriental General don José Artigas, a su sombra marcharán y lucharán todos los Orientales y paisanos que apoyaron la Revolución de Mayo, pero que adhirieron a las ideas de federación, autonomía y libertad de nuestro General.

Al héroe que evocamos hoy, al General Lavalleja, lo veremos participar primero a órdenes de Don Manuel Francisco Artigas (hermano del Prócer) entre los últimos días de abril y primeros de mayo de 1811, en las tomas de los poblados y villas de San Carlos, San Fernando de Maldonado, Rocha y Santa Teresa. Estas acciones algunas son con resistencia pero la mayoría simplemente por ocupación y con juramento por parte de los pobladores de cada lugar, a una proclama de adhesión a la excelentísima Junta Gubernativa Provisional del Río de la Plata y de no obedecer ni auxiliar al mando de Montevideo, en poder de los Realistas Españoles.

Con unos 304 voluntarios se dirigen a reunirse con las tropas del Gral. Artigas, con quién lo hacen en la tarde del 17 de mayo en las puntas del Arroyo Canelón Chico, bajo lluvias continuas. Al día siguiente todos participarían de la primer victoria patriota en el Río de la Plata y serán recordados hasta la posteridad, con el nombre de la batalla inscripto en la roca que conforma el Obelisco de la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada en Buenos Aires y hasta en la letra del himno argentino.

– Batalla de Las Piedras: se dio el día 18 de mayo de 1811 entre las tropas revolucionarias al mando del entonces Teniente Coronel Artigas y las españolas al mando del Capitán de Fragata don José Posadas, con fuerzas en cantidad similar por parte de ambos contendientes, con diferente preparación y armamento para el combate favorable a los españoles, pero con diferente motivaciones. Mientras unos, extranjeros del lugar, concurrían a la brega con órdenes de sojuzgar a unos paisanos alzados, los otros lo hacían por la libertad del terruño en que habían nacido, por su derecho a vivir sin opresión de quienes solo los consideraban como una colonia para el interés de su metrópoli ibérica.

Además de la ventaja considerada a los Orientales en el aspecto moral de sus tropas, también fue de destacar a partir de este momento y lo será por siempre, la conjunción Jinete-Caballo que mostrarán los centauros Orientales, condición de excelencia que demostrarán en todas las batallas y acciones que debieron tomar y que fueron reconocidas y trasmitidas a todo el orbe por los extranjeros que tuvieron oportunidad de observar las destrezas del jinete Oriental.

Vemos desde aquí y durante todas las Campañas Militares Orientales, la atención en la Moral de la Tropa y el Empleo de los Medios disponibles, dos de los elementos primordiales que hasta hoy la ciencia y arte de la Guerranos enseña.

Otros dos aspectos de suma importancia se manifestarán también desde un principio, el Conocimiento del Terreno y del Enemigo. El primero era el medio en que se desarrollaba toda su vida, el trabajo, el hogar, su sustento, al que conocían según alguien recuerda respecto a Rivera, que sabía en qué lugar de la Provincia Oriental estaba, por el sabor de sus pastos. Al Enemigo, bien lo tenían referenciado algunos de los líderes de la revolución, por haber pertenecido a sus filas en el pasado, haber luchado contra los ingleses y portugueses bajo órdenes de mandos españoles. Algunos como Artigas y Rondeau, que prontamente luego de la Batalla de Las Piedras lo veremos a cargo del Ejército que sitiará a Montevideo, fueron Oficiales Españoles, por lo que conocían sus tácticas de combate.

Durante la batalla, es posible que haya sido el primer punto de encuentro entre los dos patriotas Lavalleja y Rivera, puesto que ambos integraron la facción al mando de Manuel Artigas, que realizó el movimiento envolvente que definió la contienda. En la oportunidad fue más destacada la actuación de Rivera, a quién el enemigo mató dos caballos durante la lucha y por su bravura se le concedió el grado de Capitán.

Pero Lavalleja no se quedará atrás en muestras de coraje, se le otorgará el grado de Teniente y en los episodios siguientes de este período de emancipación, lo veremos destacarse en lo que más le resultaba afín, las contiendas a caballo, el uso de lanza, sable y boleadora.

– Sitio de Montevideo. Concretada la victoria de Las Piedras, Artigas impone un sitio a Montevideo, al que pudiendo atacar disponiendo de una Potencia Relativa de Combate probablemente superior a los sitiados, prefiere intimar la rendición y luego, ante la negativa de Virrey Francisco Javier de Elío, adopta la táctica habitual en la época de poner sitio a la ciudad amurallada, y evitar el derramamiento de sangre de criollos y españoles que moraban en Montevideo, hermanos y familiares de todos los contendientes.

La lucha contra los realistas se iba tornando muy favorable a los patriotas, pero el miedo de perder las posiciones conquistadas, llevaron a los sitiados  a pedir ayuda al Reino del Portugal, la que desde luego interesadamente pronto asintió en conceder y se produce la primer invasión portuguesa, acompañada con un bloqueo al puerto de Buenos Aires, con posibilidades de bombardearlo, lo que llevó a negociaciones políticas firmándose un armisticio entre el gobierno bonaerense y los realistas españoles que determinaron el levantamiento del sitio y el advenimiento de uno de los hechos históricos más significativos en la formación de nuestra nacionalidad.

– Éxodo del Pueblo Oriental. Todos los compatriotas sabemos a qué nos referimos al mencionar este término, que ya es sagrado en nuestra historia. Y en este derrotero hacia nuevas posiciones, desde donde el abanderado del federalismo en estos lares del sur buscaba mantenerse en observación de lo que sucediese en su tierra, para esperar el momento oportuno para volver a la lucha, no solo encontraremos al bravío Lavalleja actuando en las partidas que custodiaban al pueblo en marcha, sino dentro del tren de carretas, su familia viajaba en carruaje.

– 2do. Sitio a Montevideo. Regresando el Ejército Oriental al terruño natal a órdenes de Artigas, con serias desavenencias con los mandos del Ejército de las Provincias Unidas, Lavalleja marcha dentro de estas huestes, siempre bajo el comando de Manuel Francisco Artigas, y dadas sus características de intrépido jinete, se le encomienda la tarea de asediar a la ciudad amurallada donde quedaban reducidos los españoles.

En estas lides vale la pena leer algunos versos escritos por don Francisco Acuña de Figueroa, que se encontraba entre los sitiados y que relata un suceso acaecido frente a las murallas:

“Un Joven osado se vio en la guerrilla

Del campo enemigo al frente avanzar;

Y corre y revuelve, y a gritos retaba,

Al bravo que quiera salir a lidiar.

Cual cuzco faldero con flaco ladrido,

Persigue importuno al grueso lebrel,

así el atrevido incauto insultaba,

a los que apenas curábanse en él.”

Pero un día después el ilustre bardo cantaba:

“El joven soberbio que ayer desafiaba,

A invictos guerreros del bando legal,

Hoy torna de nuevo y algunos afirman,

Ser un Lavalleja, Teniente Oriental.

“¡Cobardes Gallegos!”, con ciega osadía,

Gritaba…y gallegos no había en la facción.

Y dando carreras, “¡Que venga!” repite,

“quien quiera conmigo probar su latón”.

De pronto en las zanjas, oculta emboscada,

Diez truenos a un tiempo descargan sobre él.

Sorpréndese el joven, cercado se mira,

Y escapa, llevando sangriento corcel.”

Estos versos pintan claramente las características que adornaron a Juan Antonio Lavalleja durante casi toda su vida. Estas acciones las veremos repetidas durante sus luchas, en las cuales no siempre logró salir con la suerte de su parte.

Las diferencias políticas seguirán y se incrementarán entre Artigas y el Directorio porteño, retirándose el grueso del Ejército Oriental al norte del país, quedando el Ejército de las Provincias al mando del Gral. Rondeau a cargo del sito de Montevideo.

Por su bravura y buen servir, en 1814 Lavalleja es ascendido a Capitán. Continuando en la División del Manuel Artigas, pasa a desempeñarse como Comandante de la 1er. Compañía del Regimiento de Infantería Nº 1, del cual era Jefe el Teniente Coronel Rivera. Aquí la vinculación entre los dos héroes se tornará más estrecha y serán muchas las acciones en las cuales compartirán peligros.

Caído Montevideo y retirándose los españoles, los bonaerenses ocuparán la ciudad y comenzará lo que podría llamarse una guerra civil dentro de las Provincias, al enfrentarse el Ejército Oriental al mando de Artigas con el bonaerense a cargo del Coronel Carlos María de Alvear.

En principio el Coronel don Fernando Otorgues y luego apoyado con las tropas de Rivera, se comenzará una campaña de hostigamiento sobre las fuerzas adversarias, en las cuales las cualidades para la guerrilla de Lavalleja quedarán varias veces marcadas a sable y fuego sobre sus contrarios. Rivera lo comisiona a cargo de la vanguardia de sus fuerzas con la misión de hostigar a las fuerzas de Alvear primero y luego las del Coronel Manuel Dorrego, lo que cumplió eficazmente, desgastando las fuerzas porteñas en pequeñas acciones y emboscadas, sin empeñarse directamente con el grueso de las tropas adversarias. Así llegamos hasta el encuentro final de esta contienda entre hermanos rioplatenses en Guayabos, batalla en la cual las tropas orientales al mando de Rivera derrotan a las bonaerenses a cargo del Coronel Dorrego, quién con las tropas que consigue reagrupar en los alrededores de Paysandú, cruzan el Uruguay quedando por primera vez la Provincia Oriental libre y soberana, rigiéndose en forma autónoma por autoridades nacionales y con un caudillo que pasará a tener influencia primordial en otras Provincias del ex virreinato, conformándose lo que se dio a llamar la Liga Federal de los Pueblos Libres.

En estas circunstancias, Rivera, ascendido a Coronel, será enviado a Colonia a cargo de una segunda División del Ejército Oriental, marchando Lavalleja junto a él. Pero ante algunos reclamos de los ciudadanos de Montevideo, contra la autoridad que sobre ellos ejercía Fernando Otorgués, quién al parecer no reunía las condiciones que la naturaleza del cargo exigía, Artigas decide su relevo por Rivera, disponiendo que este marche con su División como Comandante Militar de esa plaza, por lo que a partir del 19 de julio de 1815 el entonces el Capitán Juan Antonio Lavalleja quedará al frente de un piquete de 64 hombres, como Gobernador Militar de Colonia.

Con treinta y dos años de edad, lo veremos por primera vez actuar en tareas muy diversas a las que hasta entonces había desarrollado durante la revolución. Vale aquí transcribir lo relatado por la historiadora María Julia Ardao sobre las acciones llevadas a cabo por nuestro héroe en su rol de gobernante:

“…Cooperó con el Cabildo en la administración de la justicia prestando a los Alcaldes, toda vez que lo requerían, el concurso de las fuerzas y encargándose de los detenidos en el cuartel de su mando… tenía bajo su cuidado el contralor del movimiento de barcos y pasajeros de aquel puerto que fue intenso en ese período… Compenetrado en la importancia de ese contralor en momentos en que estaba prohibida la comunicación con las costas de Buenos Aires, Lavalleja fue estricto en el cumplimiento de las normas impuestas para el tráfico fluvial…”

En ocasión de un reclamo recibido por este joven Gobernador por parte del Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, General don Juan Martín de Pueyrredón, a causa de la expedición de Patentes de Corso, le remitió a este Director, copia de la Circular que había recibido del Gral. Artigas por la cual estaba en sus obligaciones firmar tales documentos, haciéndole notar que él era un subalterno y que era ante el Superior Gobierno de la Provincia Oriental donde debía remitir su protesta. Vemos aquí reflejada su firmeza y rectitud de procederes, que serán características permanentes durante toda su vida. Esto le valdrá el respeto y admiración de Superiores y Subalternos, de amigos y enemigos

Lavalleja dejará su puesto en Colonia para prestar servicios más activos dentro del Ejército Oriental, ante la 2ª invasión portuguesa a la Provincia Oriental. Esto sucedió un 1º de diciembre de 1816 y en la oportunidad el Cabildo de ese lugar dirigió estas palabras al Jefe de los Orientales como juicio que se merecía por su actuación:

“El nombre solo de Lavalleja, desde el momento que entró en esta Plaza ha sido respetado, y su comportación ha merecido la confianza de todos los ciudadanos y apoyo de este Ayuntamiento”.

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