Los irresponsables infantiloides

Presentación: Fabricio Rodríguez González, montevideano pero carolino por adopción. Es titulado en Docencia en Educación Media en la especialidad de Historia (ANEP-CFE-CeRP/2019), actualmente está maestrando en Docencia en Educación Superior Universitaria (UNIFA). Profesionalmente ejerce su labor tanto en instituciones secundarias como terciarias de Maldonado. Además ha sido electo como Edil (s) por el período 2020-2025 en el Departamento de Maldonado.

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Por Fabricio Rodríguez

Fernando Savater (San Sebastián – 1947), uno de los más importantes eruditos de habla hispana, tiene como buen filósofo la necesidad cuasi innata de “hacer pensar”, de poner la duda en el otro, acto primario de generación de conocimiento.

En esa misión, se pregunta “¿qué sabe un joven hoy de política?” y se (nos) responde que saben muy pocas cosas más allá de lo escandaloso, aquello que rompe la sección de “política nacional” y termina en “espectáculos”, que en nuestros tiempos se vuelve viral por memes y videos en las redes sociales.

Es por esto, que escribe “Política para Amador” (1992) un libro dedicado a su hijo, y para tantos otros que se van formando para vivir en una sociedad libre como ciudadanos para democracias participativas y extremadamente complejas, escapando de las generalidades del mundo fútil de la vida política cotidiana y yendo a las bases filosóficas, a esas ideas medulares que sustentan una actividad de la vida humana fundamental en esa premisa del “hombre como animal político”.

En uno de sus capítulos que hacen base para explicar nuestra vida moderna el autor nos habla de la Libertad, Savater dice: “Al ciudadano le da miedo su propia libertad, la variedad de opciones y tentaciones que se abren delante de él, los errores que puede cometer y las barbaridades que puede llegar a hacer… si quiere” (pág. 198). En definitiva se puede traducir en dos máximas, el miedo a la libertad y el miedo a la libertad de los demás.

Es decir, la Libertad conlleva responsabilidad y autocontrol por los actos cometidos bajo su paraguas. Responsabilidad de responder y explicar las acciones que realizamos y el autocontrol o acaso “llevamos un policía, un médico, un psicólogo, un maestro y hasta un cura al lado para que nos digan lo que hay que hacer en cada caso o asumimos nuestras decisiones y somos capaces de plantar cara a las consecuencias, para bien o para mal” (pág. 206).

Y eso, genera irremediablemente la incertidumbre o lo que dice el propio Savater “No creas que siempre son los gobernantes los que pretenden acabar con las libertades o castrarlas al máximo: en demasiadas ocasiones son los ciudadanos los que les solicitan esta represión, cansados de ser libres o temerosos de la libertad” (pág. 199).

Ese sujeto incapaz de entender que la libertad se trata de lo dicho anteriormente, reclama con vehemencia el control, simplificar la vida y eliminar las responsabilidades, pero sin manifestar ideas claras sobre la “represión” que significa “reducir la movilidad” porque sus propios discursos progresistas y de tintes liberales a nivel social desentonaria con la prédica de mayor autoridad del Estado (entiéndase mayor presencia policial, leyes punitivas, clasificación social de esenciales y no esenciales según oficio, y tantas otras medias que se han tomado en el mundo bajo la dicha de la “seguridad sanitaria”).

Esa solicitud de “represión”, ante el miedo a dañarse o dañar al otro por el hecho de vivir en una sociedad libre. Lo que manifiestan es el temor al ejercicio de la libertad. Son lo que Savater llama, “los irresponsables infantiloides” que ante una supuesta “tentación irresistible” de poner en riesgo la salud, la única salvación es el Estado.

El propio Savater nos dice de forma burlona que según ese pensamiento infantil “la única salvación es que llegue el papá Estado y prohíba la tentación: en cuanto deja de haber tentación, deja de haber peligro, piensan los pobrecillos. Ya te digo que son muy infantiles” (pág. 207). Porque cuando prohibimos algo que socialmente está aceptado como “salir a la rambla”, “ir al almacén” o simplemente “disfrutar la noche” lo único que hacemos es penar y llevar al sujeto a la rebeldía ante una ley sin legitimidad.

Debemos comprender que “vivir en una democracia moderna quiere decir convivir con costumbres y comportamientos que uno desaprueba” (pág. 211). Por tanto lo que el Estado en garantía del bienestar general lo que debe de hacer es contemplar las medidas sanitarias que menos altera el “ser libre” y frenar los gobernantes y los individuos “la manía burocrática de convertir al Estado en nuestro padre en lugar de ser nuestro consejo de gerencia (manía apoyada por todos los que miran al Estado de modo timorato, mimoso e infantil, en lugar de adulto y participativo)” (pág. 207).

Bibliografía: Savater, Fernando (1992); “Filosofía para Amador”; Ed. Ariel, Barcelona, España.

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