QUE TIRE LA PRIMERA PIEDRA… Por Nelson Jorge Mosco Castellano

0
322

Lord John Maynard Keynes publicó en el año 1923 un libro titulado Breve tratado sobre la reforma monetaria, en el que analiza los distintos términos de la cuantitativa del dinero. Parte del supuesto de la constancia de la demanda de dinero y afirma que: «en el largo plazo ello es probablemente cierto, pero este largo plazo es una guía confusa para la coyuntura. En el largo plazo estamos todos muertos«. Keynes era hijo de dos prestigiosos economistas, exterminó a la economía como concepto técnico al liquidar las restricciones prespuestales. La transformó en un arte mistificador: atender la crisis mintiendo crecimiento. No tenía en cuenta que la crisis se puede transformar en decadencia sosteniendo en el tiempo su conclusión teórica.

Muchos países replicando a Keynes llevan décadas sin resolver el problema económico, con políticas disparatadas de los bancos centrales y direcciones políticas concentradas en sus propios intereses electorales. Asi, seguramente estamos llegando al largo plazo. Se cumpliría la realista aunque siniestra profecía de Keynes, que proponía adoptar medidas no ortodoxas (expansivas del gasto) para sobrellevar “crisis” económicas. Su solución fue, que el gobierno en crisis financiera, se endeudara multiplicando la obra pública. Darle al gasto no era mala palabra si reactivaba el consumo y con ello hacía crecer artificialmente la economía. Diagnosticado de diabetes el Estado obeso, en lugar de restringir la ingesta de enndeudarse, se comía dos platos.

Esta teoría fue elevada a la condición de fundamentalista por la demogogia política. Mientras para Keynes era una intervención puntual, hasta zafar y crecer, ahora la aplican con Indeterminada duración,.  Así se extendió la receta equivocada que hoy padecen sociedades otrora prósperas, multiplicando la retracción de la inversión, el crecimiento económico, justificando que el gobierno tire la plata de otros, retroalimentando la espiral perversa de destruir la producción. Una fiesta del gasto sin respaldo que paga indefectiblemente la sociedad con pobreza e indigencia; el desplome del sector económico medio de la sociedad. La reiteración y ampliación en el tiempo de estas catástrofes no permite calificarlas de crisis sino directamente de decadencia. Las evaluaciones empíricamente fundada por economistas rigurosos señalan que en estas condiciones, fatalmente, la macro economía es absolutamente impredecible.

El problema se traslada directamente a los gobernantes, para los cuales tomar medidas correctivas razonables a corto plazo se hace cada vez más difícil; esperan que operen variables externas favorables, procrastinan sine die el orden público interno. Mientras se apuesta al largo plazo de Keynes se cumple el destino inexorable: desastre económico y social. La fatal arrogancia de Keynes convalidó como innecesario tomar medidas ordenadas en el corto plazo; total el largo plazo las haría estúpidamente innecesarias.

Hacer correcciones a economías enfermas de oclocracia era una necedad; mejor vivir endeudados el presente, y si no alcanza, falsificar moneda. De esta forma gobiernan las muchedumbres reclamando cada vez más urgencias de cortísimo plazo, y desaparece lapreocupación por las asimetrías económicas. Si crece el gasto público le damos a los préstamos y a la maquinita de imprimir. Nada de relacionar capacidad contributiva con capacidad de producir recursos. Nada de desarrollar procesos de ahorro de valor a futuro para invertir y multiplicar oportunidades laborales. Es inoperante pensar en las cargas a pagar por las generaciones futuras, total no sabemos si en definitiva llegarán a cargar esa mochila; o siquiera si así habrá generaciones futuras, sumidas en decadencia económica, social y política. Un círculo perverso que pone en el haber del gasto político recursos mentirosos de los prestamistas para resolver el desastre de economías ricas envueltas en una espiral decadente que construye pobreza. Sociedades anómicas. Políticos que consideran que endeudarse  y emitir es necesario. Gobernantes que colocan a sus representados al servicio de la especulación, sujetos al deterioro constante de las condiciones de vida que multiplican desilusionados.

Keynes aplicado. Un caso extremo de mentir la verdad.

La Argentina es un país enorme, pleno de riquezas del sur al norte. Tiene fuentes de energía,  produce alimentos para 400 millones de personas, tiene litio (componente básico para baterías en plena revolución eléctrica), ha dado a luz personalidades destacadas en la ciencia, la cultura y el deporte. ¿Porqué anda su ministro de economía, como pordiosero, mendigando el adelanto de partidas que el FMI le concede para devolverle lo prestado, y no caer en dafault? ¿Porqué un país rico devastado productivamente tuvo que recurrir a un prestamista de última instancia como el FMI, jugando a la mentira de que te presto para que me pagues, y cuando te gastes eso, te perdono y te vuelvo a prestar? Un juego de mentiras que tiene en jaque a todos los argentinos. Keynes al palo. La burocracia internacional del FMI, en lugar de exigir orden fiscal, cuida sus cargos tapando la realidad. Ambos están quebrados; debieran asumirlo. Un juego perverso: seguir estirando la agonía, en lugar de terminarla exigiendo reducir el gasto. Que el sistema político asuma sus reponsabilidades, o se vaya. Liberar de carga a la impresionante capacidad productiva argentina. El país que estuvo hace 100 años entre los diez más ricos del mundo hoy está entre los 10 más pobres. Argentina tiene peores números que Ucrania y no tuvo guerras; los eventos climáticos depredatorios no la afectaron más que a otros; la pandemia tampoco dejó secuelas diferentes que a otras economías.

El economista Dardo Gasparré describió: “El Gobierno que se va no ha dejado de cometer errores en todos los ámbitos: encerrarnos en pandemia y castigar la desobediencia como si el país fuera un jardín de infantes, llenar el Estado de empleados que no cumplen ninguna función y jubilados que no aportaron lo correspondiente, alentar el desorden y el delito (Vatayón Militante, Hinchadas Unidas, mapuches okupas y Zaffaroni, entre otras bellezas) permitir la ocupación de tierras privadas y públicas, corrupción, políticos millonarios, trabajadores pobres, estatizaciones que nos costarán muy caras, amistad con las dictaduras de izquierda latinoamericana, una política exterior errabunda, inflación, adherirse como payasos a las novedades de la agenda progre mundial, militar el aborto y exacerbar la agenda LGTB permitiendo actos y marchas nauseabundas de manifiesta pornografía pública cuando en rigor la sexualidad remite a la intimidad y a lo privado, laxitud con la droga, complicidad con el narco y cobardía frente al delito. Hay más pero con esto alcanza para identificar el porqué del voto. No es un voto bronca es un voto esperanzado”.

Por su parte el economista Emilio Campos: “El fondo de la cuestión es la falta de equilibrio fiscal. La inflación es evidentemente un fenómeno monetario porque hay demasiados billetes. ¿Pero porqué se imprimen esos billetes? Se imprimen porque el Estado gasta de más. Agotadas todas sus fuentes de financiamiento debe recurrir a la emisión que se hace descontrolada. Nuestros políticos han demostrado que no pueden vivir en una restricción presupuestaria. Todos nosotros tenemos que gastar no más de nuestro ingreso, ahora, el estado, el sector de los políticos, la casta como dice Javier Milei, gastan de más. Ya agotaron todas las fuentes de financiación del presupuesto. En el exterior no nos quieren prestar un dólar más, los impuestos en la Argentina son demasiado elevados, y es muy difícil conseguir financiamiento en pesos a largo plazo. El gobierno ¿que es lo que hace? Recurre a la emisión monetaria, paga sus gastos recurriendo a la emisión monetaria. Y la historia nuestra nos demuestra, que ese problema para resolverlo, necesitamos eliminar la inflación, una cosa es la solución de mediano plazo y otra la de corto plazo. El asalariado que cobra una vez por mes, está pagando un impuesto altísimo, su pérdida de poder adquisitivo.  A lo largo del mes con tasas de inflación que ya para agosto están hablando arriba del 10% mensual, para alguien que cobra el último día del mes, cuando llega al otro mes ¿cuánto pagó de inflación? El tema es que para hacer todas las reformas que se necesitan hacer, la dolarización no va a resolver todos los problemas ¿cuál problema va a resolver? Eliminar la inflación. Si no eliminamos la inflación, hay un problema político también. Hay una sola causa, si se quiere, por la que el votante argentino vota independientemente de su ideología, puede ser trosquista, leninista, maoísta, lo que quieras, pero votas al régimen o al presidente que elimine la inflación. Porque la mayoría de los asalariados son los que pagan este impuesto. Entonces ellos no votan por ahí a quien diga: voy a hacer una reforma estructural del Estado. El político que proponga una reforma estructural del Estado no va a tener tanto éxito. Entonces la dolarización tiene dos cosas, primero le corta un mecanismo de financiación a los políticos; porque le corta la emisión monetaria. Ya no es posible, una vez que venga la dolarización no es posible emitir dólares, salvo que los falsifique, en cuyo caso va a ir preso. O sea, por un lado, te saca una fuente de financiamiento, es un aspecto fiscal. Y por otro lado te da una estabilidad que le permite al gobierno que venga, que tiene que hacer un montón de reformas, y lo mejor que puede hacer es sacarse el problema de la inflación lo más rápido posible, para concentrar toda su atención en hacer estas reformas. No distraerse. Y el arma más poderosa que tenemos hoy para eliminar la inflación es la dolarización. Quien entre a la Casa Rosada en diciembre para mayo del 2025 tiene que haber eliminado la inflación, porque si no la eliminó para entonces, probablemente pierda las elecciones de medio término para el Congreso. Y en tal caso, cualquier plan de reformas estructurales va a quedar incompleto, y vamos a volver a este baile caribeño de hacer un paso para adelante y dos para atrás, que ya lo hicimos y nos lleva cada vez peor. Entonces está muy bien decir porqué no podemos hacer lo que hicieron nuestros vecinos, pero por otro lado reconozcamos que no lo podemos hacer, porque evidentemente no hay ninguno de nuestros vecinos, y ojo que tuvieron hiperinflación, y ninguno de ellos tiene el problema que tenemos nosotros. Y entonces acá hay una serie de cuestiones estructurales que nos condena a tener este esquema que es inviable, porque con este esquema vamos a la pobreza creciente”.   

Y por casa cómo andamos?

Los uruguayos, acá enfrente, parece que estamos mejor. Pero, nuestro presupuesto público sigue sin resolver prebendas inaceptables para nuestra economía, urgencias eternas, derechos mentirosos, dinero tirado por no medir resultados que nos harían sufrir. Para dar una partida de 1000 pesos de aumento a los más postergados servidores públicos, se armó una bataola política que casi impide aprobarlo. Eso sí, para viajar e importar, tenemos un dólar conveniente.¿Será que descubrimos el santo grial de la economía?. La moneda se ha revalorizado complicando las exportaciones. ¿Será por el rigor presupuestal, o por el crecimiento productivo? ¿O nos hemos revalorizado porque somos buenos deudores? Nuestra responsabilidad fiscal está fictamente topeada, pero se amplia la parafiscalidad, el endeudamiento. Todos los economistas serios están advirtiendo un estancamiento en el crecimiento económico. Nuestro costo país (léase gastos presupuestales exagerados) no condice con la producción y  el magro consumo. Topeados por regulaciones ineficaces, los gastos públicos desmedidos y un endeudamiento multiplicado, hacen cerrar comercios y afectan directamente a los sectores económicos medios y bajos que pierden pie socio-económico. Todavía no recurrimos otra vez al FMI, pero seguimos asumiendo préstamos, de los que apenas pagamos interés, que redistribuyen una riqueza que no existe. Compartiremos llorar juntos con Argentina, creyendo que estamos lejos. Pero a largo plazo…si el FA de Cosse y de Orsi, vuelven “mejores”; más keynesianos; ¿se entiende?    

Políticos y votantes keynesianos.

Para salir de la trampa en que nos meten políticos keynesianos de distintos colores e ideologías, un país necesita un gobierno que sea capaz de formular y aplicar un plan integral, serio, preciso, riguroso, detallado y orgánico que marque el derrotero de la sociedad en los próximos años y recupere la confianza que se ha perdido, atento a los resultados, en la intimidad de cada uno. Paradójicamente, eso no parece ser lo que quieren los votantes ni la mayoría de la sociedad, por más que juren lo contrario y repitan el concepto hasta el aburrimiento, al igual que los comunicadores. No es suficiente con abatir la inflación si se cultiva el vicio de endeudarse y ni siquiera preveer cómo pagar las deudas. Nadie está dispuesto a aceptar con rigor técnico el orden económico que permita realmente crecimiento productivo y vivir con lo nuestro.

Bajar drásticamente el gasto del Estado plantea un problema conocido: todos creen que la parte de ese gasto que los beneficia en algún aspecto es intocable, sagrada y una conquista social. De modo que lo que la sociedad parece esperar es un acto de magia, no un ordenamiento serio. Justamente subsidios, planes, dádivas y prebendas, son responsables de la pobreza de los trabajadores, vía endeudamiento, emisión, e inflación. Difícil es entender cómo se espera que exista un plan para bajar la inflación sin bajar los gastos que no aguanta nuesta capacidad de generar recursos. La misma ciudadanía pretende que los candidatos la engañen y prometan lo que no pueden cumplir, o eviten decir lo que van a hacer, con lo que se están autocondenando a ser defraudados en todos los casos. En términos técnicos, esto es consecuencia de la maligna cultura keynesiana. La falacia de que el Estado puede resolver el déficit que el mismo produce gastando a cuenta recursos que en realidad no están. Viviendo de prestado.El círculo vicioso de la demagogia que anticipara Tocqueville. Palpable en los discrusos de los nóvles precandidatos, que omiten insinuar que no se puede gastar más, que un orden fiscal no implica únicamente que cierre el monto presupuestado, sino que el gasto ajustado, esté en sintonía con un crecimiento de la economía que únicamente genera el sector privado. Un freno al dispendio que exige respuesta a “¿cómo va a hacer para llevar adelante su programa si tiene que acordar con los sectores parlamentarios que ni siquiera tienen claros a qué conducen sus conceptos ideológicos, los intendentes, los alcaldes, las corporaciones sindicales y empresariales, y la calle que se pondrá en contra? Una invitación a rendirse incondicionalmente al caos. 

La pandemia de Keynes.

Es dable observar otra pandemia que corrompe tanto en el ámbito local, regional, y en diversos grados en todo Occidente. La democracia se ha desdibujado y ha perdido su virtuosidad original, porque se han anulado deliberadamente dos de sus principales principios: la educación de las masas y la prédica. Predicar es persuadir de las propias ideas, no complacer las de los otros. Entonces se llega a esta situación en que la población reclama que se le solucionen todos sus problemas y los políticos tienen miedo de explicarles que tal cosa es imposible, entre otras razones porque su accionar proselitista consiste en todo lo contrario: primero convence a la sociedad de que todos sus problemas pueden ser solucionados por el Estado y hasta tiene derecho a reclamarlo, y luego cada uno intenta convencer a esa misma sociedad de que él es el iluminado capaz de realizar semejante milagro. En esas condiciones no solamente no habrá un plan serio, sino que la misma democracia es una pérdida de tiempo.

Aún los políticos conscientes de rectificar el rumbo perdido, cuando llegan al gobierno y tienen que afrontar una decadencia presupuestal tan aguda, y elegir los sectores en los que es necesario racionalizar, llevan a cabo un “gradualismo” concertado para no destapar la caja de Pandora de la violencia sindical o afectar intereses especulativos empresariales. Se les hace Imposible  equilibrar la balanza de los privilegiados. Creen que hay que ir de a poco logrando el crecimiento salvador que porcentualmente baje el déficit, el gasto, la deuda y demás. Se trata de una intención que falla siempre, porque las reformas insuficientes postergan sus efectos, decepcionan las soluciones incumplidas, sin efecto cuasi inmediato a sus propios intereses. Se suma además, el reclamo de los votantes que quieren no seguir perdiendo poder adquisitivo, que fingen ignorar que todas esas seudo conquistas y derechos adquiridos las paga otro. Ese que está cansado de sostener tantos mantenidos por el Estado. Pareciera que no se está extremando el talento en esta instancia. Se esbozan apenas metas confusas, que a veces no se sustentan con las medidas que se proponen, o suenan a simples expresiones de anhelo. Un plan debe comenzar en varios frentes simultáneamente, requiere el imprescindible apoyo político, un tema que complicó un gobierno multicolor que se autopercibe diferente según el tema en discusión. La empresa requiere miles de individuos capacitados y conocedores de cada área, que puedan desbrozar la estructura de personal, de gastos, de licitaciones, tercerizaciones, estafas, acomodos, coimas, nepotismos, designaciones de favor, juicios amañados contra el Estado, compras de todo tipo, adjudicaciones, creación de reparticiones, observatorios, agencias y contrataciones disparatadas de toda clase. Pretender bajar el gasto actuando sobre rubros globales como el monto de jubilaciones dentro de 30 años cuando los sistemas de previsión social están colapsados puede ser más fácil, pero también es frustrante. El país sufre un gasto estatal desaforado y descontrolado en todas sus jurisdicciones, hasta la más pequeña intendencia o legislativo departamental. Hace falta autoridad moral para bajar el gasto, eso resulta del ejemplo comprometido desde la cúspide. Implementar un sistema nacional de presupuesto base cero en todas las jurisdicciones y comunicar los resultados a la población para que tome conciencia de en que se está gastando. El público debe saber lo que le cuesta el descalabro, y también lo que cuesta detraer recursos y hacerlos improductivos. El presupuesto base cero, no puede dar resultados satisfactorios si se parte de un gasto presupuestal keynesiano, que incluye partidas absurdas, ilícitas, o simplemente desacopladas con nuestras posibilidades productivas. La cuestión seguirá siendo entre los que quieren profundizar el endeudamiento sin que les importe el largo plazo; y los que piensen que después de nosotros, vienen hijos, nietos, bisnietos, para los que vivir en el Uruguay debiera ser una opción posible, y no una frustración.

El que esté libre de keynesianismo y tenga el coraje necesario, que tire la primera piedra…

DEJA UNA RESPUESTA

Semanario ConTexto promueve el respeto entre las personas, y fomenta los valores Éticos y Morales de una buena convivencia. La redacción bloqueará los mensajes con palabras o expresiones ofensivas, denigrantes o insultantes. Por un Uruguay mejor. Gracias por tus comentarios

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí